Días después...
—Qué bien se siente —dice Iván moviendo su muñeca libremente. Por fin le quitaron la venda.
—Aún está muy reciente —recalca la enfermera —Tenga cuidado, ¿de acuerdo?
Él asiente, mirándome con una sonrisa.
—Al fin podré agarrarte y tocarte como es debido...
—¡Iván! —chillo ruborizada. ¿Desde cuándo se volvió tan pervertido? Miro a la enfermera, quien trata de contener la risa —Vámonos ya.
—Como tú digas, mi diablita.
Ese apodo solo logra incrementar mi sonrojo. Debo parecer un tomate en estos momentos.
—Eres un... imprudente —digo mientras salimos de Enfermería.
—¿Por qué? —inquiere con inocencia, estampándome contra la pared. Abro los ojos con sorpresa, ¿acaso se le olvida que estamos en un sitio público? —Muero por follarte, bonita —susurra contra mis labios.
—¡¿Estás loco?! —exclamo, asegurándome de que nadie nos esté viendo.
—Sí, lo estoy —admite, una sonrisa se dibuja en sus labios —¿Algún problema?
Me retuerzo cuando siento su mano traviesa en mi zona íntima.
—Tendrás que esperar, amor —digo deteniéndolo—Yo también estoy ansiosa, pero no es el momento, ni el lugar —enfatizo esta última palabra.
Además, tengo que guardar reposo por las malditas costillas.
—Una aventura es más divertida si huele a peligro... —tararea, imitando a Romeo Santos.
No puedo evitar reír.
—Calla, y acompáñame a la cárcel —ordeno agarrándolo del brazo —¿Se te olvida que tenemos que hacerle una visita a esa zorra?
—Cierto —chasquea la lengua.
🌙🌙🌙
—¿Cómo va tu estancia aquí? —sonrío con maldad —¿Echas de menos a mi novio?
Le doy un beso enfrente de ella.
—Tenía que haberte matado en cuanto te secuestré —advierte, mirándome con odio.
Me encojo de hombros.
—Mala suerte, querida.
—Mírate, estás horrible con esas heridas —trata de hacerme sentir mal, pero no lo va a conseguir.
—Iván me las cura todos los días —le guiño un ojo, provocándola —¿Y tus papis? ¿Ya se enteraron de la clase de monstruo que eres?
—No menciones a mi familia —intenta abalanzarse sobre la mesa, pero Iván la empuja.
—Ni se te ocurra —la amenaza.
—Tú te metiste con la mía —le recuerdo, refiriéndome a Alex —Ojalá te mueras en esta cárcel —las palabras salen de mi boca con rencor. No siento ninguna pena por ella.
—Los únicos que moriréis seréis vosotros cuando salga de aquí —escupe, pero me traen sin cuidado sus palabras.
Acto seguido me levanto, Iván imita mi acción.
—Hasta siempre, hipócrita.
🌙🌙🌙
Ya en casa, recuerdo la libreta de Alex que vi en mi sueño y la busco en el cajón. ¿Cómo es posible? Está aquí, intacta.
Busco la dedicatoria de Nat y, efectivamente, está ahí. Decido llevársela al hospital para que siga escribiendo.
Él abre sus ojos con sopresa al descubrirla entre mis manos.
—¿Qué haces con eso? —dice asustado desde la cama —¡Dámela!
—Tranquilo, solo venía a traértela, pensé que querías tenerla aquí contigo —explico, entregándosela. Él me la arrebata como si fuera su tesoro más preciado.
—¿Estuviste hurgando en mi cuarto? —pregunta, molesto.
—No, idiota, es que tuve un sueño bastante extraño y... —hago un ademán, rodando los ojos —Olvídalo, no tiene caso.
Pensará que me he vuelto loca.
—¿La has leído?
—Solo la dedicatoria de Nat —digo sincera —¿Por qué no quieres que la lea? ¿No confías en mí?
—No es eso, es que... es algo íntimo, y me da vergüenza.
—Deberías enseñársela a Nat, estoy segura de que le encantará ver ese lado tuyo —lo animo.
—¿Tú crees? —inquiere, dubitativo.
—Ajá —asiento.
—Lo pensaré. Gracias por guardar mi secreto, hermana —sonríe, y me acerco para abrazarlo.
—No tienes nada que agradecer —nos separamos y me despido de él —Tengo que irme, Iván insiste en que vaya a su casa.
—Usad protección —me guiña un ojo —Soy muy joven para ser tío.
—Calla —lo fulmino con la mirada. Él ríe a carcajadas.
ESTÁS LEYENDO
Tú, mi debilidad © #2
Teen Fiction-¿Y por qué tendría que creerte? Una lágrima se desliza por su mejilla, y me siento tan miserable. Nunca me perdonaré el daño que le hice. -Porque, aunque me cueste aceptarlo, tú eres mi debilidad.