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Iván

—Aunque eso fuera cierto, tú la buscaste —me reprocha —Tenías intenciones de acostarte con ella.

—Está bien, lo admito, la rabia y el alcohol me cegaron por completo —respondo sincero —Pero es que me volví jodidamente loco esos días que estuvimos distanciados.

—¿Y por qué tendría que creerte? —una lágrima corre por su mejilla, y me siento tan miserable. Nunca me perdonaré el daño que le hice.

—Porque, aunque me cueste aceptarlo, tú eres mi debilidad —limpio la lágrima de su mejilla, mirándola con puro amor. Ella merece reír siempre, no llorar por un imbécil como yo —Yo, que me consideraba una persona fuerte, ahora no me imagino estar sin ti, sin tu sonrisa, sin tus besos, sin tus abrazos. Nunca había sentido esto por nadie, y me jode tanto no saber expresarme. Me cuestan mucho estas cosas, Paula, siempre fui alguien reservado, que se guardaba todo para sí. Pero es que cuando estoy contigo me siento distinto, capaz de todo, hasta de decir estas cursilerías —esbozo una pequeña sonrisa.

Entonces me atrae hacia ella para unir sus labios con los míos y le correspondo desesperadamente, haciéndole saber cuánto la extrañaba.

—Te extrañé tanto, bonita —susurro contra sus labios.

Yo me estaba muriendo sin ti —musita, acariciando mi mejilla —Sabes, diciéndome estas cosas que tan difíciles son para ti solo te hace aún más especial.

—Solo tú consigues que saque esta parte de mí —pronuncio, depositando un beso en su frente —Perdóname, por favor.

—Te perdono —se lanza a mis brazos, reconfortándome. Echaba de menos su calor —Ahora me tengo que ir, Iván. Estarán preocupados.

—Sí, lo entiendo —asiento —Ya hablaremos mañana.

Sonríe y envuelve sus brazos en mi cuello, regalándome otro beso.

—Ten cuidado, ¿sí?

—Sé cuidarme, bonita —le guiño un ojo.

Me aseguro de que entre sin problemas a la fiesta y después arranco. Durante el camino sonrío como un idiota por culpa de esa mujer. Afortunadamente todo se aclaró entre nosotros.

Frunzo el ceño cuando observo un coche en el otro carril haciendo zig-zags. Le pito para advertirle y, sin darme siquiera tiempo a reaccionar, acaba impactando contra mí. El air-bag se dispara y lo último que veo es negro.

Paula

—Bruce, perdóname, estaba hablando con Iván —me disculpo cuando llego al local.

—Joder, estaba preocupado —dice un poco molesto —¿Y qué pasó?

—Aclaramos todo y hemos vuelto —suelto un suspiro de felicidad.

Este alza las cejas.

—Vaya, me alegro.

—Gracias —sonrío, mirando por encima de su hombro —¿Dónde están Alex y Nat?

—Están bailando allí en ese rincón —señala —Bueno, más bien comiéndose la boca.

Río negando con la cabeza.

—Qué sueño tengo —ahogo un bostezo.

—Yo también estoy cansado —contesta 
—¿Quieres irte a casa?

—La verdad es que sí, ha sido una noche bastante intensa.

—Te acompaño —dice, y asiento. Les avisamos a Nat y Alex para luego encaminarnos a casa.

Cuando al fin estoy en mi cama, reviso mi móvil para ver si tengo algún mensaje de Iván, pero nada. Seguramente me hable mañana.

Dejo el móvil en la mesita y cierro mis ojos, perdiéndome en sus besos...

Tú, mi debilidad © #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora