CAPÍTULO XLIII: ERES MI PERSONA

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Nunca en mi vida me habría imaginado así, es decir, estresada y ajetreada si, pero no colocándome un largo y delicado vestido blanco con el que me casaría en unas cuantas horas. Si, es lo que están pensando, obviamente acepté casarme con Lara, o sea, ¿quién no lo haría?, después de todo lo que hemos pasado, no había nada que pudiera hacerme dudar de cuánto la amo y a la vez, de cómo ella correspondía mis sentimientos.

Habíamos decidido llevar todo a cabo tiempo después de mi titulación y antes de establecerme en un trabajo fijo, porque claramente necesitamos tiempo para celebrar como corresponde nuestra luna de miel. Así que, siendo noviembre, decidimos unirnos.

En realidad, ocupamos el término "casarnos" para decir que realmente nos estamos uniendo civilmente, porque si, aún no se aprueba el matrimonio igualitario, aun cuando la unión civil se aprobó hace años. De pronto me doy cuenta de que Chile está estancado, viviendo en una burbuja que ni siquiera da libertades individuales a los habitantes, tales como amar sin importar el género.

—¡Los aros, hueona! ¡No los encuentro! —escuché a Andrea gritar, mientras buscaba desesperada en el baño de mi habitación—. ¡Dónde chucha los dejaste! —preguntó. Si, estaba más estresada que yo.

Andrea había sido mi gran compañera en esta aventura, aunque el resto de mis amigos también habían estado muy presentes con toda la organización. La mujer se había encargado de andar conmigo en todas y cada una de las actividades que me correspondían, estuvo presente para decirme cosas como "amiga, ese vestido no luce el tremendo culo que tienes" ó "Samanta, comer calamar sin nada que lo acompañe es la hueá más fome que hay", así que nuevamente estaba en absoluto agradecimiento con ella.

—Cálmate Nea, si estamos a tiempo —hablé, intentando tranquilizarla. Mi mamá reía ligeramente junto a Enrique mientras arreglaban los últimos detalles del vestido—. ¿Ya buscaste en mi maleta?

El "puta, que soy hueona" se escuchó casi al instante después de que sugerí el lugar para buscar. Efectivamente, ahí se encontraban los dichosos aros, junto con el resto de las cosas que faltaban.

Habíamos decidido realizar el evento en un gigantesco parque y continuar la celebración en un hotel que ya se había reservado hace mucho tiempo. No eran demasiados invitados, mas que nuestras familias y amigos, unas cien personas en total.

En cuanto a la luna de miel, bueno, fue difícil decidirse porque ambas habíamos pensado en varios lugares para ir a conocer, pero al final nos decidimos por algo muy veraniego, relajante y que no requiera de tanto tiempo para recorrer, como Varadero.

—Ya niñita, estás lista —dijo por fin mi mamá, evidentemente emocionada al verme así—. Tienes que guardar este momento en tu alma por el resto de tus días, porque sé cuánto y cómo amas a mi nuera, y créeme que no es algo que todos tengan la oportunidad de vivir como ustedes lo han hecho, así que disfrútenlo, ámense, hagan maravillas con su amor, sean felices porque se lo merecen... —hizo una pequeña pausa ocultando una sonrisa—. Y lo más importante... Denme mis cinco nietos —sabía, no podía estar hablando tan en serio.

La puerta se abrió sorpresivamente dejando entrar a Amanda y Fernando que al parecer estaban ayudando a Lara al otro lado del hotel, mostrando una gran sonrisa dibujada en sus rostros que indicaban que todo estaba completamente listo y preparado para la ceremonia.

—Estamos todos listos y aún queda media hora para que todos los invitados lleguen y se instalen —dijo Amanda—. Que emoción —rió levemente.

Ahora los nervios se hacían aún más presentes en mí, las rodillas temblaban ligeramente y tenía los dientes apretados, al igual que el estómago. El momento que tanto había esperado ya estaba aquí, a unos cuantos minutos de cerrarse por completo y estaba extremadamente feliz, pero ansiosa porque todo saliera perfecto, aún sabiendo que de todas formas lo sería con el simple hecho de que mi esposa sea la mismísima Lara Faúndez.

Según mis cálculos, Lara ya debía estar bajando hacia el parque para reunirnos ahí y comenzar la ceremonia. No tenía ni la más mínima idea de como sería su vestimenta, ni siquiera tenía claro si sería un vestido o algo diferente, lo único que sabía era que de todas maneras se vería hermosa, es decir, siempre se ve hermosa, incluso durante nuestros "domingos de flojera" donde difícilmente nos levantamos de la cama y nos arreglamos para presentar un poco de decencia, teniendo todos los cabellos desordenados, los ojos de sueño y la postura completamente achacada, bueno, qué más se podía pedir, si mi compañera es el ser más perfecto que podría conocer.

De la nada me encontré dirigiéndome al parque para por fin concretar todo, los minutos literalmente habían volado y ahora solo cerraba los ojos para que mi sorpresa al ver a todos y, más aún, a Lara lista y dispuesta a unirse conmigo, fuera la máxima y mas placentera sensación del mundo.

—Adriana Samanta Echeverría, vas a dejar esas piernas tranquilas o juro que volverás a los quince años y sentirás un golpe en tu cabeza para que dejes de moverte —escuché a mi mamá a mi lado reprendiéndome como lo hacía durante mi adolescencia, sacándome de mi trance y provocándome una sonora risa que contagió a todos.

Este era el momento, por fin lo había alcanzado. Ya estaba caminando hacia Lara, a quién aun ni siquiera veía y...

—¿Acepta usted unirse civilmente a Lara Constanza Faúndez Valencia? —escuché a la mujer que se encontraba frente a nosotras para casarnos.

¿En serio ya vamos en esta parte? Pero si recién llegué y... ¿cómo? 

Ah, si,  me había quedado en blanco, literalmente, al ver a Lara con su vestido y al parecer el tiempo se había detenido para mi mientras la observaba. Imaginaba mi cara de estúpida al observar detenidamente cada detalle del largo vestido, porque está demás decir que era perfecto. Tenía unos hermosos detalles ligeramente brillantes en el pecho de mi pareja, el resto del vestido caía ajustado hasta la cintura, para después abrirse ligeramente en las largas y hermosas piernas de Lara, con una tela sumamente delgada que hacían que el vestido luzca sumamente fino. ¿Quién no se quedaría embobado mirándola?

Me percaté de que me observaba con una ligera sonrisa y brillo en sus ojos, si, Lara estaba emocionada al igual que yo, pero además estaba nerviosa porque estaba demorándome de una manera ridícula para responder el típico y muy relevante "acepto".

—Acepto —dije apresuradamente y soltando una pequeña risa al final

—Y usted, ¿acepta unirse a Adriana Samanta Echeverría Barros? —le preguntó esta vez a Lara, escuchando inmediatamente el "acepto" por parte de mi ahora esposa.

Acto seguido, llegó el momento final de toda la ceremonia, si, el típico y más que conocido beso. La verdad es que no dejamos que la encargada de realizar todo el proceso legal terminara de dictar las palabras, nosotras ya nos encontrábamos en un beso tierno y tal vez, fugaz comparado a otros de los miles de besos que hemos compartido.

Terminamos de firmar todos los papeles que correspondían y salimos de ahí con una sonrisa que parecía jamás terminaría, acompañados de los aplausos y buenas vibras de todos los invitados presentes.

—¿Pensaste que llegaríamos hasta acá? —pregunté de pronto, mientras guiaba a Lara de la mano hacia el coche que nos esperaba.

—¿Quieres que sea muy honesta? —me miró dulcemente—. Creo que desde que me sonreíste en el pasillo del colegio, antes de siquiera saber tu nombre sentí que quería estar contigo. Obviamente intentaba ser realista y pensar que jamás pasaría algo entre nosotras... —dijo sentándose en el carro, al igual que yo—. Pero cuando todo se comenzó a dar, independiente de los obstáculos en nuestra historia, yo supe que tú eres mi persona y lo serás siempre —finalizó, recostándose en mi hombro.

¿Arte? Es amarte (LGBT) (LESBIANAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora