CAPÍTULO XXXI: DOS AÑOS DESPUÉS

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Dos años después...

—Me dijeron que estudias diseño... —hablé a la chica con la que me encontraba compartiendo en el carrete que había organizado el pololo de Enrique, a lo cual ella asintió, sonriente. Al parecer ya habíamos entrado en calor—. Bah, ¿has notado que la gente más bonita estudia diseño? Onda, mírate.

—Siguiendo tu lógica, a medicina igual debe entrar pura gente bonita —rió dulcemente. Tenía una linda sonrisa—. O a lo mejor las bonitas son a las que les va bien en la carrera —agregó—. Tu amiga, la que nos está haciendo ojitos... Me contó que te fue la raja el primer año.

Y así fue, me fue muy bien el primer año. Fue fácil y entretenido. Supongo que se debía justamente a que era el primero, o en realidad estaba enamoradísima de mi carrera, lo cual igual era probable.

—Andrea nunca me hace gancho con nadie... ­—mentí, porque la verdad es que después de lo ocurrido con Lara, comenzó a presentarme cualquier chica que conociera—. Capaz que esta sea una señal —dije, coqueta, poniendo mi mano sobre su muslo.

—Hay que comprobar las posibilidades... —susurró, para lanzarse a atacar mi boca.

Lo bueno de ir a los carretes con todos tus amigos, y más si era la pareja de uno de ellos quien organizaba, es que tenías más posibilidades de tener el departamento desocupado, o relativamente desocupado. Por ejemplo, Enrique claramente se iba a quedar con su mino, Fernando había invitado a su "peor es nada", que en realidad era una chica simpática que conoció en su carrera, con la cual se estaba "conociendo" —aunque ya se conocían bastante bien en otras formas—, y Andrea, bueno, estaba en la etapa de superar a la escoria de su ex, así que se iba a quedar con Enrique, tomando. El departamento estaría disponible para mí sola.

Catalina resultó ser bastante entretenida, al menos eso pude comprobar mientras estábamos en mi cama. No se cansaba nunca.

Rozaba su cuerpo desnudo contra el mío, en una secuencia rítmica, placentera, buscando con especial énfasis que nuestros centros se encontraran. La sensación de sus senos contra los míos, con el ligero y excitante cosquilleo que provocaban sus pezones en mí, nos llevaron al límite una y otra vez.

Nuestras respiraciones agitadas entorpecían ligeramente los besos que resonaban en el momento, pero transformaban los gemidos y jadeos de mi acompañante en sonidos aún mas estimulantes, que me incitaban a seguir y seguir.

Era una mujer inquieta, pero sabía perfectamente qué hacer. Aun así, no podía sentir lo mismo que con aquella profesora que aún no podía expulsar de mis pensamientos.

He buscado desesperada poder sentir al menos una parte mínima de lo que pude llegar a sentir con ella, pero no aparecía nadie que lo lograra, en ningún ámbito. De hecho, no he sentido amor por ninguna de las mujeres con la que he estado, tan solo encontraba en ellas satisfacción sexual —que tampoco se podía comparar con lo que había alcanzado a disfrutar con Lara—, por lo que no he tenido ninguna relación seria en estos años. No iba a estar con una mujer simplemente por la cantidad de orgasmos que me podía regalar. Soy una persona con principios, y uno de ellos es respetar que nadie es un objeto sexual que se puede usar y desechar a gusto.

Despertar siempre es difícil, pero se hace aún mas difícil e incómodo cuando hay alguien a tu lado, que apenas conoces y a la cual no puedes llegar y echar porque no acostumbras a tratar así a la gente. Para sumar dificultad a la situación, el dolor de cabeza era insoportable. No vuelvo a tomar, jamás.

Me quedé unos cuantos minutos despierta, pero sin moverme, pensando en qué hacer. Pronto sentí pasos fuera de mi habitación. Era la señal para salir de la cama.

Suavemente quité la sábana que me cubría, me vestí con algunas prendas que encontré a mano, quedando finalmente con ropa interior y una polera, y me salí de mi dormitorio, encontrándome con una Andrea que me miraba, con una sonrisa pícara que destacaba en su rostro.

—Sin comentarios... —susurré, dirigiéndome a la cocina para buscar un vaso de agua.

—Dime que ella te gusta, porque de verdad el tema es desesperante —dijo, bajando la voz para que nadie la escuchara.

—¿Cómo chucha me va a gustar una mina que apenas conocí anoche y me la tiré? —pregunté, en voz baja.

—Hueona, tú quedaste con un trauma con esa mina... —dijo, severa—. Te has tirado a medio mundo y ninguna hueona te gusta, ¡cómo chucha!, que ganas de encontrarme a la loca para puro sacarle la chucha.

—Cálmate Nea, si sabes cómo soy... Aparte... no sé, o sea, es que... no sé, Lara era Lara, ¿cachai? —traté de razonar—. Mira, imagínate encontrar a la persona que hace sentido contigo completamente, onda, el amor de tu vida. Ese prototipo de persona que tiene todo lo que quieres, que todo el mundo busca, pero la hueá no sale bien y se va... Imagina eso por cinco minutos y trata de entenderme.

Andrea no pudo responder, ya que apareció Catalina, mi acompañante, buscándome inmediatamente, y mirándonos extrañada por la conversación que estábamos teniendo. No, definitivamente ya no se puede tener una conversación tranquila. 

La interrupción de Catalina se alargó durante toda la mañana,  y parte de la tarde. La mujer simplemente no se iba, a pesar de las múltiples y afiladas indirectas que lanzaba Andrea para que se fuera de una vez por todas, pero no fue así. Sólo se fue cuando recibió una llamada de quién sabe quién, al parecer algún familiar, que le pedía que fuera a su casa. Sin pedirle nada, me dejó su número de teléfono, diciéndome que nos veríamos en la universidad y despidiéndose con un beso en los labios. Todo apuntaba a que Catalina sería un nuevo "dolor de poto*" para mí. Nota mental: no volver a confiar en Andrea y las mujeres que presentaba. 

*Poto: trasero

¿Arte? Es amarte (LGBT) (LESBIANAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora