Los humanos somos seres de costumbre, si, probablemente has escuchado muchas veces lo mismo y debo confirmarte que así es. Por ejemplo, yo ya me había acostumbrado a una cantidad enorme de cosas en un año. Una de ellas, era a dormir poco, trabajar mucho y a dedicar mi tiempo libre a mi esposa. Tal vez, algunas veces desearía que las cosas fuesen distintas en mi trabajo, me gustaría tener la oportunidad de pasar todas las noches junto a ella, pero sabía que por ahora no podía, y, de todas formas, amaba lo que hacía y Lara estaba feliz con eso.
Tal vez los pocos lapsos de tiempo libre me habían puesto ligeramente rutinaria en muchos aspectos de mi vida, creo que incluso el sexo estaba siendo un poco calculado, no, no era monótono, pero si tenía límites; antes era llegar, comenzar y parar hasta el cansancio, pero ahora, por mis tiempos, era un poco complicado pasar la noche o el día en la misma actividad. No me sentía en absoluto insatisfecha, pero sentía un pequeño temor de que Lara si, aunque no dé señales de eso en ningún momento.
Los turnos eran movidísimos todos los días, no creerían la cantidad de casos extraños que ingresan a los hospitales. Eso le daba un gran sentido a lo que hacía, jamás me podría aburrir, eran tantas las posibilidades en realidad que nunca se podría terminar de descubrir todos los misterios de nuestros organismos.
Por ejemplo, ahora estoy atendiendo a un pequeño de tres años, se llama Sebastián. Según lo que contaba su madre, una mujer joven y hermosa, el pequeño con frecuencia tenía dolores de estómago, diarrea y otros síntomas, desde, prácticamente recién nacido. Por lo visto, no era nada demasiado grave, pero tenía sospechas de una afección relativamente común, por lo que le suministré medicamentos para que el dolor y ordené los exámenes correspondientes, dejándolo en la sala de espera hasta que estos estuvieran con los resultados.
Era encantador; amable y siempre sonriente a pesar de los dolores que sentía, increíblemente tierno. Supongo que en algún momento me hizo querer tener la oportunidad de cuidar a un niño, para que me enternezca de la misma forma, pero no, aún no estaba preparada o al menos eso pensaba.
Después de atender a unos cuántos más, me llegó la notificación de que los exámenes ya estaban listos, y tal como me lo esperaba, Sebastián era intolerante a la lactosa, una enfermedad relativamente común y lamentablemente sin cura, mas que un tratamiento que controlaría por completo sus síntomas.
Me dirigí a la sala de espera para notificarle a la madre que estaban listos sus resultados y que necesitaba que pasaran a la consulta, pero me encontré con la sorpresa de que el sonriente Seba se encontraba solo, dibujando en la pequeña sección de niños.
—Woooow, pero si dibujas muy lindo —le dije, llamando su atención y obteniendo una risita como respuesta—. Podrías ser un buen artista cuando seas grande —continué—. Oye, dime, ¿dónde está tu mami? —pregunté suavemente, con una sonrisa.
Según lo que me describió el pequeño que aún no hablaba completamente bien, se encontraba afuera, y en efecto, lo estaba, por lo que pude comprobar cuando entró sonriente junto a un hombre, acercándose hasta mí.
—Disculpe, doctora Echeverría, estaba buscando a mi marido afuera —dijo la mujer, adelantándose a su marido, que pronto llegó hasta nosotras, dejándome observarlo completamente.
—¿Alonso? —pregunté, desconcertada.
Si, no había duda de que era él. Era mi amigo de infancia, el mismo con el que había tenido tantos y tan graves problemas cuando conocí a Lara. El paso de los años no le había hecho para nada mal, aunque reconozco que se veía un poco más viejo que yo, por la barba supongo.
Independiente de todo lo tremendamente malo que había pasado entre nosotros, por su culpa realmente, me hacía feliz verlo así, con una familia, aparentemente saludable y, sobre todo, feliz con su persona. Todo indicaba que la vida lo estaba tratando bastante bien, idea que me agradaba bastante.
—¿Samanta? Oh, jamás pensé que tú ibas a ser la doctora del Sebita —dijo feliz, aunque ligeramente incómodo por lo que pude percibir—. ¡Que genial! Es bueno verte, más encima siendo lo que siempre quisiste —agregó, ahora más seguro y absolutamente agradable.
—Siii, después de todo es super pequeño el mundo, o sea, mira donde nos encontramos —respondí, tratando de no ser imprudente al recordar que no nos veíamos hace años—. Lo que me recuerda que, necesito que pasen conmigo a la consulta para hablarles de Sebita.
Con esto, partimos inmediatamente a la consulta, ahora en compañía de Alonso que iba con una pequeña sonrisa, de la mano con su hijo, hasta llegar a la consulta y sentarse frente a mí.
—Bueno, lo primero es que no deben preocuparse, el diagnóstico no es de gravedad —dije, calmando cualquier preocupación por parte de los papás—. Pero, efectivamente Seba tiene una enfermedad, que es bastante conocida... y que afirma que se parece más a su padre de lo que debería —continué con una risita, porque dentro de todo, padre e hijo eran bastante parecidos, sobre todo en los ojos y la nariz—. Al igual que Alonso, Seba es intolerante a la lactosa.
—Pucha, viste, yo sabía que querer que salga igual al papá era mala idea —bromeó su esposa, provocando una carcajada en Alonso—. Bueno, tengo entendido que eso significa que no podrá alimentarse con nada que tenga lactosa...
—Efectivamente, pero, con uno de los tratamientos, podríamos darle suplementos para que pueda ingerir esta lactosa, claro, dependerá de ustedes. De todas formas, el mercado ahora está llenísimo de productos que no contienen lactosa y que son nutritivos de todas formas —respondí—. Por lo demás, Sebastián va a estar bien, claro, si vuelve a consumir lactosa va a volver a sufrir de los síntomas, pero todo es controlable.
Finalicé con mi diagnóstico, respondiendo una que otra pregunta por parte de la esposa de Alonso, que fue quien más habló conmigo en realidad, porque al parecer Alonso ahora estaba más callado o simplemente estaba nervioso.
Para mi sorpresa, cuando se iban retirando, Alonso le dijo a su esposa e hijo que lo esperaran afuera porque quería conversar conmigo, lo cual de alguna u otra forma, me calzó con su comportamiento.
—Oye... yo... —comenzó a hablar evidentemente nervioso—. Es todo tan repentino en realidad, que jamás me preparé para verte de nuevo —soltó—. Mira, yo sé que prácticamente cagué todo lo bueno que tenías con la profesora, ¿recuerdas?, pero... —se pausó para poder pensar lo que quería decir—. Realmente, ahora que soy un hombre maduro y menos estúpido, y, sobre todo, que comprende qué es amar a alguien, de verdad te quiero pedir disculpas, por todo, no solo por lo de la profe, por todo. Fui una persona de mierda, cuando tú en realidad siempre fuiste como mi hermana... Ni siquiera sé si puedo arreglar todo, o al menos una parte de lo que te hice, pero quiero intentarlo, porque me gustaría que todo esté bien entre nosotros, incluso, tal vez podríamos volver a ser amigos o... o no sé, pero quiero intentarlo —finalizó, finalmente, entre emocionado y extremadamente nervioso.
—Alonso... lo que pasó entre nosotros fue hace años. Yo de verdad que no te guardo rencor y me alegro mucho de verte tan feliz junto a tu familia. Quiero que estés tranquilo, porque no te odio y tampoco te tengo rencor, creo que de alguna manera siempre te perdoné eso —dije—. Y bueno, hoy en día estoy casada con Lara —le conté, provocándole una sonrisa que me indicó que realmente estaba feliz por mi—. Si, tal vez lo que pasó en media complicó un poco las cosas entre nosotras, pero de verdad, ahora estamos bien... Si quieres, podemos juntarnos algún día, tomar algo, no sé, claramente no será como continuar con lo que dejamos, pero, estoy segura de que podríamos ponernos al día —terminé, entregándole una sonrisa.
Así Alonso se fue aparentemente más tranquilo, obviamente nos dejamos los números de celular para contactarnos y organizarnos algún día.
Como les decía, todos los días pasan cosas en el hospital que son increíbles, y sin duda, reencontrarte con alguien que fue tan querido, pero que te hizo tanto mal en algún momento, es un mar de sentimientos donde cada persona rescatará lo que más deseé. Yo ya había decidido. Quería volver que Alonso vuelva a ser lo que era para mí, pero esta vez sería para bien.
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¿Arte? Es amarte (LGBT) (LESBIANAS)
RomanceCuando el amor llega, no importa quién seas ni de quién te enamores, no hay imposibles, pero... ¿qué pasa si esa persona es tu profesora? Samanta y Lara quedarán maravilladas al conocerse, ¿pero será posible dar paso a una relación amorosa?