CAPÍTULO XXXIV: MI OPORTUNIDAD

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Habían pasado cerca de dos semanas desde mi encuentro con Lara, que había resultado bastante desafortunado y revelador. Tal y como no había querido, sentía que la veía en todas partes, lo cual no sé si era cierto o, efectivamente frecuentábamos los mismos lugares de la universidad.

Mis amigos habían notado esto, pero no le daban demasiada importancia, de hecho, es como si con el paso del tiempo hubieran superado el enojo que había nacido contra Lara por lo que me había hecho, y ahora se dedicaban a reírse cuando nos veíamos de lejos y nos ignorábamos —o mas bien, yo la ignoraba, porque ella si había tratado de acercarse—.

—Mira Sam... de verdad —rio ligeramente—. Tú sabes que fui la hueona que más se enojó cuando pasó lo que pasó, como dice Daddy Yankee —hizo una ligera pausa—. Pero yo no puedo evitar reírme de esto, amiga, onda, sorry... Pero de verdad es como demasiado el colmo que justo estén en la misma universidad —rio nuevamente—. Y mas encima se eviten, como si no estuvieran muertas por estar juntas —finalizó Andrea, riendo suavemente, durante uno de los recesos en el que nos juntamos solamente las dos.

—No es gracioso, imbécil —susurré molesta—. No quiero volver con ella... —mentí, porque obviamente volvería a sus brazos sin pensármelo demasiado, claro, si es que se presentara la oportunidad.

Claro que quería volver con ella, a pesar de todo. De cierta forma me había permitido entender su decisión, porque mas allá de que no haya confiado en mí, si, nuestra relación o lo que sea que hayamos tenido, era un riesgo, un tremendo riesgo a decir verdad. Además, tampoco la podía culpar por creerle a una víbora como Alonso, no era como si todo lo que contó fuera mentira. Sabía que, si otras hubiesen sido las circunstancias, como las de ahora, nosotras seríamos felices, y era precisamente lo que más deseaba en el mundo. 

—¿Tú crees que soy hueona? —rió aún mas fuerte—. La ventaja de compartir departamento contigo, es más, de dormir en la pieza que está al lado de la tuya, es que siempre puedo conseguir material para reírme de ti —dijo, lista para contarme el porqué de su burla—. Enferma, el otro día soñaste con ella —dijo, mirándome, sabiendo que no podía ocultar el hecho—. Escuché... la mayoría de las hueás que decías dormida. "Te extraño", "te amo", "aaah-aaah" —remedó, burlándose.

Sin más remedio, me declaré culpable. Era estúpido, pero real el hecho de que hace unos días atrás había soñado con Lara, probablemente porque tras encontrármela había causado que volviera a pensar a cada momento en ella, en toda ella, de todas las formas posibles. Mentí diciendo que no había sido un sueño de índole sexual, aunque en realidad de cierta manera si lo fue. Esa noche volví a tener trece o catorce años, cuando tenía sueños húmedos con Ellen Page.

—No hueona, y lo peor... Es que eres tan, pero tan tonta, que le sacas celos con el pedazo de... —se calló, porque la miré mal al saber a quién se refería—. Con la Catalina po, tu amiguita que a nadie le cae bien, ni siquiera a ti.

Tal vez si lo intenté hacer, una o dos veces. Pero no fue nada grave, no quería volver a cometer el mismo error que cometí con Karla en su tiempo.

Hoy era "viernes de carrete", como casi todos los viernes en los que no había nada realmente importante que hacer, aunque en la universidad siempre hay algo que hacer. El evento sería en la casa de un compañero de carrera de Andrea, con el que en poco tiempo se había llevado bastante bien.

El departamento era un caos, como de costumbre. Ropa iba y venía por todos lados. El baño principal estaba colapsado entre Enrique, Andrea y yo, mientras que el demorón de Fernando se duchaba en el que estaba en mi habitación. Cuando todos estuvimos listos por fin, tomamos un uber y nos dirigimos al lugar.

El ambiente era bastante agradable, y eso que jamás fui de carretes con tanta gente, por lo general me gustaba estar con personas cercanas, conversando de cosas que nos pasaban y así. Pero esta vez era diferente, había demasiado alcohol, lo justo y necesario de comida, y un montón de gente bailando o fumando marihuana. Nadie contaba confidencias a nadie. Simplemente tomaban, bailaban, se drogaban o se agarraban a alguien.

En mi caso, terminé combinando mucho copete, con baile. No sé a cuanta gente saqué, nunca lo supe porque ni siquiera conversaba. Obviamente saqué a Andrea, pero del resto, no conocía a nadie, a eso sumándole el hecho de que estaba bastante mareada, más no inconsciente.

De lo que me pude percatar es que Andrea salía mucho de la casa, es más, se acercaba y observaba demasiado la casa de al lado, como si buscara a alguien conocido ahí, lo cual de por si era bastante abrumador.

De un momento a otro, me encontré siguiendo a mi amiga hasta afuera, ya que al parecer me había pedido que la acompañe. No entendía demasiado lo que decía, pero tenía una extraña sonrisa de satisfacción en su cara, y eso que estaba se movía bastante apurada.

—Ya, espérame aquí, es que quiero que me vigiles porque voy a comprar algo allá —me dijo, apuntando a no sé dónde, dejándome apoyada en una reja, mientras se alejaba.

No respondí nada, porque tampoco era como si pudiera procesar demasiado lo que estaba haciendo mi mejor amiga. No me quedaba mas que hacerle caso, después de todo, qué mas daba vigilarla un rato hasta que volviera a donde estaba yo.

—¡YA TIENES TU OPORTUNIDAD! —gritó a lo lejos, feliz.

¿Oportunidad? ¿Qué oportunidad?

—Andrea te vi desde la ventana tocando mi... ¿¡Samanta!? —escuché la conocida voz de la mujer que ahora aparecía hasta en mis sueños, acercándose al portón de su casa, donde justamente Andrea me había dejado "esperándola".

Ahora la conversación del otro día con mi amiga volvía a mi mente, y las últimas palabras que me había dirigido antes de irse a comprar —según ella— me hacían sentido. Esta era la oportunidad, mi oportunidad. 

¿Arte? Es amarte (LGBT) (LESBIANAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora