Si podía describir a mi hija con una palabra, a partir de la semana que ya estaba con nosotras, simplemente la podría definir como "tranquila", toda ella era tranquila, incluso su mirada transmitía tranquilidad. A pesar de tener que haber soportado el viaje de regreso a casa, las visitas de nuestros amigos y conocidos y nuestra falta de experiencia para criar una guagua, Olimpia era un ser absolutamente sereno, apenas lloraba y si lo hacía, solo era por un momento, mientras nos dábamos cuenta de lo que necesitaba. Incluso en las noches todo era muy relajado, a lo más se despertaba una vez para que Lara la amamante.
A decir verdad, con Lara estábamos muy bien organizadas para repartirnos las tareas de la casa. Por lo general, como yo estaba más acostumbrada a estar más activa en las noches, me encargaba de despertar a mi hija y alimentarla y bueno, ocupaba otro rato más para observar a Lara durmiendo tranquilamente. Por las mañanas, en cambio, Lara la levantaba y cambiaba el pañal mientras yo aprovechaba de dormir un rato más. Nos turnábamos para preparar nuestros almuerzos y yo trataba de enseñarle cosas a Olimpia, aunque sabía que con una semana de nacida poco sería el aprendizaje, aún así, le leía o colocaba música docta mientras jugaba con ella para fomentar su desarrollo cognitivo.
La hora de dormir estaba siendo muy breve, era literalmente turnarse para cuidar a Olimpia mientras la otra se ducha rápidamente, hacerla dormir y caer rendidas en la cama, sin darnos tiempo para conversar siquiera, como hacíamos antes. Esto claramente era porque apenas nos estábamos adaptando al cambio.
Me habían permitido dos meses fuera del hospital para poder estar con Lara y Olimpia, lo que sería útil para generar ese apego tan necesario con mi hija y además alivianar la carga de los primeros meses para Lara.
—¿Tú crees que es malo que esté con el Dalí? —preguntó Lara mientras tenía a la bebé en brazos, tratando de hacerla dormir.
—No amor, Dalí está sanito según lo que dice el veterinario —dije inmediatamente—. Aparte, ya le presentamos a la Olimpia y no se puso celoso, así que no pasa nada. Es bueno que crezca con un animalito para que igual sea más sensible...
—Le gusta agarrar las telas de la ropa, son como su tuto —rió mi esposa suavemente, mostrándome como se había quedado dormida entre su pecho, con sus manitos apretando el escote de la blusa que estaba usando.
—Si, igual lo noté el otro día —sonreí—. Parece que todas las guaguas se acostumbran a dormir con algo agarrado...
—No tan solo las guaguas... —respondió Lara haciendo una pequeña pausa para mirarme conteniendo la risa—. Tu te acostumbraste a dormir agarrándome una teta y eso que ya estas grandecita... —soltó por fin, avergonzándome.
—Oye... mi hija te va a escuchar —reclamé, bromeando—. Es muy chiquitita para escucharte decir eso, depravada.
—Yo no soy la depravada que le gusta andar agarrando las presas del resto —picó, sin darme oportunidad de devolver la broma.
A veces me preguntaba maravillada qué le había sucedido a Lara desde que me conoció. La recordaba tan recatada en un inicio, parecía una santa, de hecho, me hacía creer que era virgen en comparación a toda la trayectoria que tenía yo. Al parecer mi influencia de alguna manera la había convertido en una mujer mucho más pícara, regalándome un montón de bromas cargadas de doble sentido o simplemente se me insinuaba sin pudor alguno, lo que a decir verdad no me molestaba en absoluto. Me gustaba el atrevimiento en ella y por parte de ella.
Esa noche, en efecto, recordé la conversación y antes de dormir le agarré un pecho, pensando que mi esposa ya estaba dormida, aunque más equivocada no podía estar, porque inmediatamente pude sentir su cuerpo temblar conteniendo la risa. Vale, tal vez era una agarratetas.
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¿Arte? Es amarte (LGBT) (LESBIANAS)
RomanceCuando el amor llega, no importa quién seas ni de quién te enamores, no hay imposibles, pero... ¿qué pasa si esa persona es tu profesora? Samanta y Lara quedarán maravilladas al conocerse, ¿pero será posible dar paso a una relación amorosa?