—Todavía no lo puedo creer... —susurró Sam mientras yo conducía de regreso a casa, después de haber pasado a comprar unas cuantas cosas para que no sospecharan mis padres—. Todo estaba tan claro, con los síntomas y todo... Obvio que iba a estar mal si tengo a dos melones creciendo dentro —rió, adoptando el apodo que yo le había dado.
—La Oli se va a morir de emoción cuando sepa —dije—. Todos en realidad... Te vamos a tener como una reina.
—Sobre eso... Amor, después de que nazcan van a ser tres niños para cuidar y sabes que sería una patudez seguir pidiéndole el favor a tus papás y también sería demasiado para una nana —habló, dándome a entender a qué iba—. Lo mejor sería que renuncie por un tiempo al trabajo —dijo—. Puedo hacer investigaciones desde la casa o algo así, tampoco me iría mal...
—No, no Sam, ni se te ocurra —interrumpí—. Yo estoy pensando hace rato en renunciar... Tú recién estas empezando a trabajar como neuróloga, además, vas a tener todo el tiempo de postparto para cuidarlos —agregué—. Lo mejor es que yo me quede en la casa después de eso y, no sé, de todas maneras, me quería dedicar de lleno a pintar —conté, con una sonrisa en el rostro.
En el fondo ambas sabíamos que era la decisión correcta. Yo estaba hace bastante planteándome la idea y Sam tenía razón con el tema del cuidado de los, ahora, tres niños. No podía permitirle que renunciara a su trabajo cuando recién estaba empezando.
—Por último, cuando ya estén en el colegio podemos buscar a alguien —propuse—. Al menos ahí ya van a ser más conscientes y van a poder hacer varias cosas por si solos...
Al llegar a la casa, mi mamá nos recibió alegre y sin siquiera sospechar sobre lo que en realidad habíamos estado haciendo durante la mañana.
Lamentaba que Sam no iba a poder disfrutar como correspondía de todos los preparativos que se estaban llevando a cabo por mi cumpleaños, pero aún así la veía feliz, radiante, por la noticia que habíamos recibido. Ambas estábamos ansiosas por contarle al resto y es que sería una novedad tremenda el hecho de los gemelos.
Me gustaba ponerme a pensar en cómo había crecido la familia que habíamos creado entre todos. Era gracioso, porque de alguna manera no habíamos logrado crear un lazo real entre los amigos, ya que nadie había terminado de pareja con nadie del mismo grupo, nuestros hijos que, por cierto, cada vez iban aumentando en número, aún eran demasiados pequeños como para imaginarlos emparejados entre ellos y ni siquiera, ninguno de los que éramos padres, había siquiera querido bautizar o algo así a nuestros retoños para asignar a algún padrino que fuera nuestro amigo. Aun así, nos tratábamos como si realmente fuéramos familia y, dentro de todo, claro que lo éramos. Nos conocíamos hace años, nos adorábamos y además nos veíamos demasiado seguido como para ser simples amigos, incluso nuestros hijos se trataban de primos. Independiente de no tener lazos formales, éramos lo que aparentábamos ser.
—La Nea dice que ya viene —anunció mi esposa, leyendo el mensaje en su celular—. Y el hueon de Fernando está tocando el timbre —rió, partiendo a abrir la puerta.
Mi suegra fue de las últimas en llegar, como siempre. Esto era porque siempre decía que le gustaba ser la guinda del pastel para que comenzara la fiesta o, simplemente le echaba la culpa a Claudio, que según ella siempre olvidaba la mitad de las cosas. Claro, siempre era la última en llegar, pero aprovechaba de quedarse mínimo una semana visitándonos, lo que le encantaba a Olimpia, ya que nunca paraba de reír al lado de su abuela. De ahí sacaba el humor mi esposa, sin duda alguna.
El almuerzo estaba pasando entre miradas cómplices con Sam y las risas escandalosas de Andrea al conversar con mi suegra, seguido por los regaños de Isidora que igual terminaba riéndose y las burlas de Fernando a Andrea por ser dominada. Eran conversaciones demasiado comunes entre los amigos y que, por supuesto nos terminaban contagiando la gracia, sobre todo a Olimpia, que, aunque dudaba de que pudiera siquiera entender la mitad de los chistes que lanzaban los adultos, estaba igual de muerta de risa que todos.
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¿Arte? Es amarte (LGBT) (LESBIANAS)
RomanceCuando el amor llega, no importa quién seas ni de quién te enamores, no hay imposibles, pero... ¿qué pasa si esa persona es tu profesora? Samanta y Lara quedarán maravilladas al conocerse, ¿pero será posible dar paso a una relación amorosa?