CAPÍTULO LXXIV: INESPERADO

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—¿Estás enferma? ¿Qué tienes? —insistí con la pregunta.

—Quería decirte para tu cumpleaños... Era sorpresa —dijo, con una sonrisa y reflejando todo el cansancio—. Uf, así que esto es estar embarazada... —soltó, con una risa.

—¿Embarazada? —pregunté sorprendida y con la emoción creciendo en mi interior—. ¿De... de verdad? —pregunté.

—Si, amor... Es eso —confesó—. Estoy de cinco semanas... Me iba a esperar dos semanas más para dártelo como regalo, pero este renacuajo no me deja más —habló.

Así que ya estaba en la quinta semana de embarazo y yo ni siquiera me había dado cuenta. Estaba emocionada a más no poder, fácilmente podría tomarlo como regalo de cumpleaños por adelantado.

—No sé que decir... —solté, dejando caer mi cabeza en su hombro—. Muchas gracias por esto, de verdad que lo deseaba con toda mi alma.

—Era una promesa y yo siempre cumplo mis promesas —dijo—. Además, yo te dije que también quería tener a otro pequeño corriendo por la casa...

—¿Quién mas sabe? —pregunté, ¿Sería la primera?

—Solo tú, ahora y... Bueno, Olimpia que casi se larga a llorar el otro día que me quedé cuidándola —rió—. Me pilló así mismo y pensó que me iba a morir, así que preferí contarle...

Ahora todo calzaba con lo que le estaba pidiendo Olimpia a Rubén, por eso quería aprender a tocar composiciones de Brahms. Era demasiado dulce.

—Bueno, entonces creo que Rubén también sabe —dije, mientras nos recostábamos en la cama después de que Sam se limpiara—. Hoy escuché a Olimpia pedirle que le enseñara cosas de Brahms para tocarle a su hermanito —conté, aun enternecida por la petición de nuestra hija.

—Si, estaba emocionadísima cuando le conté —sonrió—. Va a ser una muy buena hermana... ¿Sabes? Estoy pensando que como no voy a poderte dar la noticia como regalo, podría, no sé, adelantar la cita para la ecografía con nuestra gine, para el día de tu cumple, en la mañana. ¿Te tinca? —preguntó, presentándome esa tremenda propuesta.

—Siiiii, si, sería el mejor regalo —respondí, contenta.

Estuvimos un rato más conversando sobre el embarazo. A Sam no se le había escapado absolutamente ningún detalle, dándose el tiempo hasta para buscar al mismo donante que habíamos tenido para Olimpia, quien encantando aceptó, dándonos la posibilidad de que nuestros hijos compartieran efectivamente un lazo de sangre, aunque en realidad no nos importara demasiado ese hecho.

Acordamos que le contaríamos a todos para el día de mi cumpleaños, aprovechando que estarían todos nuestros cercanos. Ya imaginaba cómo se iban a poner nuestros amigos al enterarse; si conmigo habían sido sobreprotectores, con Sam, la abeja reina, iban a ser como los guardaespaldas, incluso no me sorprendería que comenzaran a turnarse para cuidarla.

Cuando bajé a comer, sin Sam que me había pedido por favor que la excuse porque de verdad se le hacía imposible poder oler algo de comida sin querer vomitar de inmediato, tuve que aguantar las ganas de decirle la verdad a mis padres que me inundaron en preguntas relacionadas con el estado de salud de Sam y claro, riéndome internamente de la cara que ponía mi hija al hablar de su madre, sin saber cómo seguir ocultando que ella si sabía que pasaba. Ese había sido otro de los acuerdos al que habíamos llegado con mi esposa, yo seguiría fingiendo que no sabía nada, para que Olimpia se encargue de darme la sorpresa el día de mi cumpleaños, para no matarle la emoción. 

¿Arte? Es amarte (LGBT) (LESBIANAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora