XXII

245 35 0
                                    

—¿A qué hora tienes que volver? —pregunté llenando ambas tazas de café.

—Creo que a las ocho está bien —respondió y a la par se oían sus pasos acercándose. Estando detrás de mi rodeó mi torso con sus brazos y dejó un beso en mi hombro. Estabamos solos.

—Okey. A las ocho te alcanzamos. Mamá vendrá en una hora —dejé las tazas en la mesada, me soltó y me giré para tenernos frente a frente.

—Eres bellísimo —sonreí.

Durante estos 5 meses de relación ya nos habíamos empezado a soltar más.

No veíamos el momento en que transcurrieran 4 meses más y terminaríamos las clases, al menos por lo que queda de este año.

—Tú también —choqué su nariz con la mía y un leve sonrojo se dejó ver en sus mejillas. Tomé estas entre mis manos y planteé un pequeño besito en sus labios.

Decidimos subir y sentarnos en la alfombra que tenía en el piso de mi cuarto para tomar nuestros cafés.

—El director no le ha dicho nada a tu mamá entonces.

—No —tomó un sorbo—, y es algo que agradezco.

—¿Qué crees que haría si se entera?

—Cambiarme de preparatoria, seguramente.

—Cuando cumplas dieciocho no dejarás que ella siga controlándote, ¿No?

—Supongo —se encogió de hombros—. Mi intención es irme de casa pero no tengo el dinero para hacerlo y para tener dinero necesitaría un empleo que tampoco tengo.

—¿Y por qué no sales a buscar uno?

—Mayormente quieren a gente que se haya resivido.

—Mayormente —repetí depositando esperanza y tomé un poco del contenido de la taza entre mis manos.

—¿Dónde crees que me tomarían? Aunque, tampoco creo que me dejen.

—No hay prisa para que lo hagas ahora. Puedes esperar a que tengas dieciocho y ser legalmente independiente, luego de eso te ayudaré a buscar un trabajo, yo también necesito uno.

—Falta mucho para eso.

—Ni siquiera te darás cuenta de lo rápido que pasó el tiempo una vez que estés ahí.

—Quizás. Hey, el café está riquísimo.

—Claro que lo está. Me dedico a hacer cafés desde los doce.

—¿Y por qué tanto café?¿No hace mal tomar en exceso?

—Cualquier cosa en exceso es mala. Menos el café.

—Idiota —golpeó mi hombro—.Ya enserio, ¿Para qué tanto?

—Me quedaba hasta tarde estudiando.

—Qué aplicado.

—El mejor. Deberías aprender de mí.

—Si lo dices por mi cuatro en matemáticas te informo que yo y las ecuaciones con raíz y potencias no nos llevamos bien.

—Eso lo sé. Deberías prestar más atención de todos modos.

—Pf, sí, no sabes las ganas que me dan de estudiar en esa preparatoria, como si no me miraran feo cada vez que levanto la mano para preguntar algo que no entiendo.

—No es necesario que le preguntes a la profesora. No tienes de novio al estudiante con mejores calificaciones en el instituto sólo por guapo, eh —rió.

—Sabes que dejaste de tener notas altas desde lo que pasó.

—Sí —suspiré—. No dan ganas de nada ahí adentro.

—No —relajó su cabeza en mi hombro—. Aunque a mí sí me dan ganas de algo ahí adentro.

—¿De qué?

—De darte abrazos y mucho amor.

—Romántico.

—Hay partes de mí que no conoces, Christopher.

—Me encantaría hacerlo.

—Y a mí me encantará enseñártelas.

Dejé mi taza a un lado y pasé mis codos sobre sus hombros para abrazarlo.

—Te amo mucho —dije.

—Yo también, Chris.

Me alejé y dejé un casto beso en su frente.

Erick era más de lo que alguna vez imaginé que tendría a mi lado.

Era completamente diferente a lo que imaginaba, superaba mis expectativas de forma exagerada y llegó cuando menos lo esperaba.

No creía que hubiera alguien mejor que él, y quizás sí lo había, pero no sería el mismo chico que me encanta en todas sus facetas y es por eso que no cambiaría a Erick por nada en este mundo.

A pesar de todo lo malo que vivíamos podía soportarlo si Erick era quien sujetaba de mi mano.

Era peor la idea de perderlo que la de continuar con aquel sufrimiento.

Si tenía a Erick a mi lado ambos nos sostendríamos, cuidaríamos y no estaríamos solos, y eso era lo que yo necesitaba.

Revélate Ante El Mundo || ChriserickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora