Revélate Ante El Mundo || Chriserick

XXXI

Fuimos a la oficina del director para pedirle que no le dijera nada a los padres de Erick, el cual no dejaba de llorar.

—Por favor, no les diga nada, por favor, por favor —pedía Erick entre medio de un fuerte llanto.

—Señor, explíquenos al menos el por qué, no puede ser porque sí. Erick no ha hecho nada malo como para que usted quiera llamarlos. Disculpe que lo diga, pero usted está siendo injusto.

—Miren, chicos. Erick, deja de mariconear.

—L-Lo siento —se disculpó secando su rostro con el dorso de sus manos.

—Me quedaré en silencio sólo si comienzan a distanciarse más el uno del otro.

—¿Qué?¿Por qué?

—Los estudiantes llegan a sus casas y hablan con sus padres acerca de lo vergonzosos que son ustedes con sus chucherios y eso nos está dando una mala imagen. Dos estudiantes fueron cambiados de institutos esta mañana.

—Nosotros no somos cariñosos aquí. A penas podemos mirarnos.

—O tienen cero comunicación en el instituto o le cuento todo a los padres de Erick, y por lo que sé ellos son muy homofóbicos y a la primer llamada son capaces de cambiar a Erick a una preparatoria que se encuentre muy lejos.

—Está bien —acepté.

—Perfecto. Pueden salir.

Ambos salimos y nos fuimos cada quien por su lado.

Y los últimos meses también fueron así. A penas nos veíamos en la preparatoria, nos juntábamos cuando podíamos y hablabábamos por mensajes y llamadas.

Llegó noviembre, y por ende, mi cumpleaños. Ese día Erick pudo asistir a mi cumpleaños de pura suerte, ya que sus padres ese día no estaban en casa. Me regaló una carta y una bolsita con mis caramelos favoritos. Le agradecí muchas veces por el gesto, y cuando Erick dijo que estaba triste porque no pudo regalarme más, sólo lo abracé y le agradecí nuevamente, agregando que su compañía era el regalo más hermoso que podía tener, y así era.

Navidad y año nuevo pasó.

—En unos meses vamos a cumplir un año —dije a través de la llamada.

—Sí.

—Y mañana es tu cumpleaños.

—También —dijo con un tono de felicidad.

—¿Qué harás?

—Nada, supongo. Mi familia está avergonzada de mí, no van a celebrarlo y menos pasar un rato conmigo.

—Entonces ven a casa con mi mamá.

—¿En serio?

—Síp. Trata de venir en la mañana, así organizamos todo juntos.

—Christopher... tu sabes que eres el amor de mi vida ¿No? —reí ligero.

—Y tú el mío, cariño.

Erick pasó todo su cumpleaños en mi casa. Decoraromos el lugar, jugamos a las cartas, comimos y por último, le cantamos el feliz cumpleaños. Le regaló una carta, una caja llena de distintos dulces y un collar con una brillante piedra roja en forma de corazón, aunque esa piedra no estaba ni de cerca de ser lo más brilloso para mí, ya que la sonrisa que tuvo Erick todo el día junto con la felicidad que irradió iluminaban más que la misma luna.

Después de llegar a su casa hicimos una llamada y me contó lo que pasó cuando lo vieron.

Dijo que cuando Erick regresó a su casa en la noche sus padres no le dijeron nada, ni por su cumpleaños ni tampoco por haber llegado tarde y con una caja.

También contó que les avisó que estuvo en el parque por más que haya sido una mentira, pero él esperaba que digan algo, y como ellos no dijeron nada entonces fue a su habitación para ya no sentir que los molestaba con su presencia.

—¿Qué loco, no? —decía Erick por la llamada—. Tú y Yenny sin mi única familia después de todo. Ustedes me cuidaban, miman, concienten, se preocupan por mí, me felicitan por mis logros y me dan todo el amor que mis padres dejaron de darme al descubrir mi homosexualidad, y ustedes comenzaron a dármela incluso siendo homosexual.