(TN) siempre había tenido una vida normal, sin contar que sus padres debían viajar mucho por su trabajo y le toca pasar largas temporadas con su tío. Sin embargo, a sus diez años, una mañana se despertó con orejas y cola de gato. ¡Incluso sus colmil...
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—¡Eh, Ami-ya! —dijo Law, alzando la voz, mientras salía de las instalaciones del gimnasio. La chica y sus amigas se quedaron paradas y cuchicheando entre ellas mientras el pelinegro se acercaba a ellas—. ¿Esa es la ropa de (TN)-ya?
—Sí —contestó la pelirroja, mientras ponía las manos detrás de su espalda para ocultarla.
—Deja de hacer tonterías y devuélvemela —ordenó, serio.
—¿Tú y (TN) sois novios? —preguntó su compañera, con curiosidad.
—¿Qué? Claro que no —contestó él, rápidamente y sin dudarlo. Las chicas se miraron entre ellas y sonrieron.
—Bueno, te devuelvo la ropa con una condición... —indicó Ami—. Deberás darnos clases de matemáticas en los recreos largos. Bueno, en los que no tengas que practicar para las olimpiadas.
—¿Y si no acepto? —preguntó el pelinegro, frunciendo el ceño. Lo que menos le apetecía era pasar tiempo con compañeros de clase. Y más si se trataba de esas estúpidas.
—Entonces le diré a nuestro tutor que te has negado a ayudar a unas compañeras que te lo han pedido amablemente —sentenció ella, con una sonrisa triunfante.
—Bueno. Está bien. Mañana en el recreo largo empezamos —dijo Law, muy a su pesar. Prestar tu ayuda a los compañeros que lo necesitaban era uno de los principios más importantes del instituto. No le apetecían problemas.
—Hasta mañana —se despidió ella, ofreciéndole la ropa y guiñándole un ojo. Ese gesto tan solo le provocó ganas de vomitar.
Cogió el uniforme de (TN) y se dio media vuelta. ¿Quién le mandaba a él meterse en esos jaleos? Ya tenía bastante gente con la que le tocaba relacionarse en casa. No necesitaba hablar todavía con más. Camino a ritmo rápido por los pasillos y, cuando llegó a la puerta del vestuario la abrió de golpe.
—Aquí tienes. Te espero fuera. No tardes. Está a punto de acabar el recreo —dijo, lanzándole en uniformé a (TN). Está no llegó a cogerlo al vuelo, así que se agachó para recoger la ropa. Ni si quiera tuvo tiempo de dar las gracias o de quejarse, porque Law cerró la puerta de golpe.
Se cambió rápidamente. Ya hacía bastante que no llegaba tarde a clase y quería mantener el record. Ese estúpido de Law conseguía confundirla. Estaba agradecida por que le hubiera ayudado y se hubiera molestado en ir a buscar su ropa, pero le maldecía por ser tan asquerosamente desagradable. Abrió la puerta del vestuario y vio que el pelinegro estaba apoyado en la pared, con los brazos cruzados.
—Por fin —dijo, mientras caminaba hacia ella.
—¿Qué es lo que quieres a cambio? —preguntó (TN). El ojigris se quedó mirándola fijamente. Le sabía mal aprovecharse de esa criatura. Sin embargo, había algo que no le acababa de sentar muy bien y que creía que se merecía.