(TN) siempre había tenido una vida normal, sin contar que sus padres debían viajar mucho por su trabajo y le toca pasar largas temporadas con su tío. Sin embargo, a sus diez años, una mañana se despertó con orejas y cola de gato. ¡Incluso sus colmil...
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El gran día de Sabo por fin había llegado. Aunque el otoño empezaba exactamente dos días más tarde, ese viernes por la tarde tenía lugar el concierto de la orquesta del instituto.
Todos los estudiantes habían acabado ya sus actividades extra escolares y habían tomado asiento en la sala de actos. También habían acudido los familiares de los jóvenes que ocuparían el escenario.
Sin que nadie tuviera que indicar la necesidad de hacer silencio, los cuchicheos del público cesaron rápidamente cuando los miembros del club de música comenzaron a colocarse en sus puestos.
(TN) miró con emoción a su amigo. ¡Era el más guapo a de todos! Y no es que ella lo viera con buenos ojos, es que muchas chicas lo pensaban. A pesar de aquella cicatriz que se hizo de pequeño en el ojo, seguía teniendo mucho éxito. Incluso le daba un toque especial.
—(TN), siéntate bien. Estás tapando a los de detrás —le advirtió Robin, susurrando cerca del oído de su amiga.
La peli(t/c) hizo caso rápidamente y se acomodó correctamente sobre su asiento. El concierto estaba a punto de comenzar.
Fue una media hora mágica, disfrutando de aquellas preciosas melodías del club de música del instituto. Desde luego, eran unos jóvenes con talento.
Una vez bajaron del escenario, sus familiares y amigos se acercaron a saludarles. Sabo estaba acalorado, incluso unas pequeñas gotas de sudor caían por su frente. Había sido un momento de tensión, pero muy especial.
—¡Sabo, lo has hecho genial! —exclamó la gatita, una vez estuvo lo suficientemente cerca de su amigo, alzando los puños con emoción.
—Gracias, gracias —agradeció el rubio, sonriente.
El resto del grupo también se acercó para felicitarle. Estuvieron charlando durante unos minutos hasta que, de repente, la sonrisa de Sabo desapareció de su rostro. Sus padres y su hermanastro acababan de acercarse.
—Chicos, me voy ya casa. Nos vemos el lunes en clase, ¿vale? Pasad un buen fin de semana. —Esas fueron sus palabras de despedida antes de marcharse, ni si quiera paró cuando pasó al lado de su familia. Estos se dieron la vuelta y le siguieron.
—Es un tema complicado —explicó Robin, brevemente. Había notado a lo híbridos algo confundidos ante la situación. Ninguno preguntó nada sobre ello.
El grupo de amigos abandonó el salón de actos, se había hecho tarde y había llegado el momento de volver a casa. Antes de que sus caminos se separaran, Law se acercó a su alumna particular.
—Tendremos que recuperar la clase de hoy el próximo día —comentó el pelinegro.
—¿Dos horas seguidas? —preguntó la gatita, con cierto tono de desesperación en su voz.
—Y doble premio —respondió el chico, sonriendo de lado. La mente de la peli(t/c) funcionó por su cuenta, imaginando cosas que no debía. Sus mejillas se sonrojaron al instante—. Me refiero a las galletas, ¿eh?