Martes, 8:45 de la mañana. Intento concentrarme en la lectura de los papeles que me explican el próximo caso que tendré que defender, pero mi impaciencia se incrementa más por cada minuto que pasa. Cierro de golpe la carpeta que estaba contemplando, pues no la estaba prestando mucha atención y agarro los dos folios grapados por el extremo superior izquierdo. La foto y el nombre de mi supuesta nueva secretaria aparece ante mis ojos. Kiara Gómez. 24 años. Nacida en Barcelona. Carrera de derecho. Matrícula de honor. Curso de secretaría. Inglés, alemán, italiano, francés... En ese último no tengo ninguna prueba, pero tampoco tengo dudas de que sea muy buena en ello. Hay que admitirlo. Tiene un currículum mejor que la otra chica... ¿Cómo se llamaba? ¿María? No sé, solo recuerdo cuando descruzó las piernas en plan Instinto Básico.
Aun así, esto me sigue dando mala vibra. Sobre todo, cuando llevo 45 putos minutos esperándola y la loca todavía no aparece. Y mirar que ayer la dejé bien claro que la quería a las 8 en punto, vistiendo una falda corta, una coleta alta y trayéndome un café solo con tres cucharadas de azúcar. Pues aquí estoy. Sin mi dosis de cafeína y con una mala hostia que ni Álex entra a mi oficina porque sabe que a la mínima que me diga algo, le lanzo la grapadora a la cabeza. ¿Por qué no me he puesto yo el café? ¡No me da la gana! Si tengo secretaria, es ella la que se tiene que ocupar de tener al jefe bien atendido. Me le va a traer por mis cojones. Eso si es que aparece.
No me extrañaría que no apareciera. En el fondo, sé que no la iba a tener en mi despacho a la hora acordada, pero soy un espíritu esperanzador. Es obvio que ella no se puso a dar saltos de alegría cuando, tras informarla de que a partir de ahora iba a trabajar para mí, mi padre la estuvo dando la mayoría de las instrucciones sobre su futuro labor dentro de esta empresa. Cosa en la que discrepo profundamente, si yo voy a ser su jefe, yo la tengo que decir lo que tiene que hacer y lo que no. Yo soy el que le da órdenes. Vale, esa frase me acaba de poner un poco cachondo... A lo que iba que me disperso, sé que la hace muy poca gracia este trabajo, más no lo rechazó. Solo se la dedicó a degollarme repetidas veces con su mirada, así que ella se lo ha buscado. 8:54. Pffff. Elevo mi cabeza de la hoja blanca escrita al oír el sonido de mi puerta abrirse.
— Hola.
Ahí apareció. Pantalones largos. Pelo suelto. Sin café. Igual tiene un problema de comprensión que la impide entender unas simples pautas que debe seguir. O que me quiere enfadar, eso es algo más lógico.
— No, no — niego recostándome en la silla. Me la quedo mirando mientras me acaricio la mandíbula con la mano — Primero se llama a la puerta, yo te digo que adelante y tú me dices "buenos días, señor Martínez" — arquea una ceja, mostrando un total desinterés a lo que la explico.
— Hola.
— ¿Eres tonta?
— Te preguntaría lo mismo, pero ya sé la respuesta.
— ¿Qué maneras son esas para dirigirte a tu jefe?
— Tú no eres mi jefe.
— Soy tu jefe y tú mi secretaria — corrijo con rotundidad. Eso se la tiene que meter en la cabeza sí o sí — Trabajas para mí.
— Tu padre me explicó ayer que voy a trabajar contigo — na, na, na. Boberías — Seré una especie de secretaria para aprender de ti e ir teniendo mayor conocimiento para ser abogada — cruza sus brazos y avanza varios pasos hasta quedar delante de mi mesa — Aunque considero que tengo mucho más potencial que tú para dedicarme a esto, no puedo llevar la contraria al señor Martínez. Tu padre, mi verdadero jefe.
— ¿Tanto te cuesta responder con un "de acuerdo"?
— ¿Me estás pidiendo que te dé la razón como a los tontos? Porque yo encantada.
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⚡TORMENTA DE ARENA ⚡#1
RomansaDos desconocidas. Una noche. Una casualidad. Ninguno de ellos se imaginaba que ese momento se iba a convertir en el primero de muchos. Que la vida les tenía preparado un futuro que deberían compartir, sin darles opción a protestar. ⚡⚡⚡⚡⚡⚡⚡⚡⚡⚡ Libro...