Méx.

Primer Encuentro.

La puerta fue derrumbada dejando ver a los acompañantes de México, él llevo un total de ocho hombres, teniendo ventaja de conocer esos terrenos, al menos la mayoría conocía el lugar, el último soldado de los Nazi dudo por un momento a quien disparar.

— No se acerquen o ellos la pagan.

El temor de México se volvió realidad al ver como amenazaban a los más pequeños, los niños soltaron un grito al ver que el arma les apuntaba, pero el disparó que fue directo al pecho del soldado no fue ni de México y mucho menos de los demás hombres, todos veían con asombró al niño que de su frente decencia un caminó carmín, el menor sostenía el arma y le miraba con odio. Odiaba haberlo dejado de lado.

— Maldito mocoso...

Susurró al dejarse caer de rodillas y así hasta que su frente choco contra la alfombra del hogar, ahora manchada de sangre.

— Maldición.

Dijo México mientras soltaba un silbido. Los agentes que le acompañaban se acercaban a él con la intención de ayudar, pero fue el mexicano quien los pasó de largo y se acercó a los niños.

— ¿Están bien?

Dijo sorprendido a los infantes, el mayor de los niños seguía sosteniendo el arma, se había esforzado por llegar hasta sus hermanos y protegerlos, no dudaba de apuntarle a la nuca.

— Tranquilo amiguito, soy aliado de su papá.

Los demás infantes le miraron curioso, todas las caritas estaban sonrojadas por el esfuerzo que les provocó llorar, pero eso no impedía que el mayor le quitará el arma de la frente.

— Vamos amiguito, no recibí una bala para que tu me quieras dar otra, no me gusta este dolor.

Le sonrió, el niño le miraba fijamente y notando como el tricolor apretaba fuertemente su brazo derecho y de la punta de los dedos caían gotitas de sangre.

— Sieg heils.

Escuchó a su espalda y los niños solo vieron como un cuerpo les cubría, el niño con el arma la soltó para esconderse usando al tricolor como su escudo y para los infantes todo corrió tan rápido que solo escuchaban el latir de sus corazones en sus cabezas.

— Maldición...

Murmuró México antes de toser un poco de sangre, los niños le veían con miedo al ver como el tricolor se derrumba enfrente suyo, el olor a plomo inundó la habitación.

— ¡Мистер!

Los niños rodeaban el cuerpo del hombre, el más grande de los niños miraba como los soldados de su padre arrastraban los cuerpos fuera de la casa y los restantes les pedían a sus hermanos que les dejarán ayudar al hombre que les había protegido.

— Это будет хорошо?
(¿Estará bien?)

Preguntó uno de los infantes hacía uno de los hombres que mantenía una ushanka con una bandera igual al de señor tricolor.

— Señor México, respire, no cierre los ojos.

— Esto es una...

México se dobló en el sofá cubriendo su boca con la mano izquierda para evitar salpicar de sangre a los demás. 

— Mierda...

— Señor no hablé por favor.

— Escúchame, necesito un informe de la situación en México, pero para ya.

Los hombres se veían entre si, México seguía tosiendo sangre, la herida en su brazo derecho aún no era tratada, tampoco habían revisado que otras heridas había obtenido al usarse a si mismo como escudo para proteger a los niños y este seguía moviéndose y hablando como si estuviera sano y pleno.