Capítulo 30

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Después de haber hecho el amor con Alfred nos enjuagamos.  Me encantaba todo esto con él, todos los momentos compartidos con él eran increíbles y la verdad es que me sentía más segura que nunca de que podría funcionar. Parece mentira, pero tendría que intentarlo. Él me había hecho ver la vida de otra manera. Ya no era la antigua Amaia que no se atrevía a hacer nada por sí sola y que pensaba todo el tiempo en lo que podrían decir los demás de ella.
Nos fuimos hacia la cama y aunque no teníamos nada de ropa estábamos más cómodos así. Estaba cómoda aunque estuviera desnuda, pero con él me sentía así de bien. Notaba que Alfred no paraba de mirarme con una sonrisa y la verdad es que me daba un poco de vergüenza el hecho de sentirme tan vigilada.

Amaia: Oye ¿qué miras tú en?
Alfred: A ti y al pequeñín. Es que estás demasiado guapa, hay que operar de urgencia
Amaia: Pero mira que eres pelota en.
Alfred: Es que tengo mucha suerte por tenerte.

Estuvimos besándonos hasta que de pronto me acordé que tenía que decirle a Alfred lo de ir a mi casa con mis padres. Miedo me daba de que me vieran con él y de decirle encima que estábamos juntos…
Alfred notó mi preocupación al momento. Nos conocíamos desde que éramos pequeños y a él no podía mentirle nunca.

Alfred: A ver dime que te pasa. ¿Es qué te has arrepentido de estar juntos?- me dijo mientras ponía voz de bebé.
Amaia: No es eso tonto.  Es que mañana he quedado con mi hermana en ir a casa de mis padres y tenemos que decirle el nombre del bebé.
Alfred: ¿Y no crees que hay otra cosa que deberíamos decirle?
Amaia: Mmm ¿El que?

Se puso encima de mí y me cogió las manos para que no las pudiera mover. Me dio un beso en la barriga y no pude evitar sonreír.

Amaia: Oye que te estás pasando en.
Alfred: Os quiero.
Amaia: Si quieres se lo decimos mañana.
Alfred: A lo mejor es verdad que es mejor esperar un poco y a ver como empiezan a reaccionar con todo.
Amaia: Si es que al final acabas por darme la razón

Acabamos por quedarnos dormidos. La verdad es que no tenía nada de ganas de estar con mis padres. Lo único que quería es que esta noche durase para siempre, pero como esto es la vida real se puso de día  y con ello nos tocó despertarnos.
Aunque a pesar de tener que ir allí estaba contenta porque me tocaba despertarme con él y eso significaba remolonear un poco en la cama hasta tal punto de que Alfred tuvo que besarme para despertarme, pero la verdad es que me encantaban estos despertares.  Si todos los días fueran así con él me pasaría toda mi vida así. Yo nunca había vivido algo tan intenso con mi ex, aunque supongo que todo era diferente. Con Alfred todos los sentimientos se multiplicaban por mil.
Me levanté y me fui a mi casa para vestirme, ya que no quería llevar la misma ropa de ayer. Me costó bastante. Si fuera por mí me hubiera quedado todo el día sin hacer nada. Cuando iba yéndome por la puerta apareció Alfred que me dio un tierno beso en la barriga. Me encantaba que fuera así y tuviera esos detalles. Tenía la esperanza de que saliera bien. Lo deseaba con todas mis fuerzas para este pequeño tuviera a sus dos padres juntos.
Antes de terminar de vestirme escuché que llamaban a la puerta. Sabía que era Alfred. Él siempre ha sido muy impaciente para todas las cosas y ahora no iba a ser menos. Me puse una bata ya que aún no me había elegido nada que ponerme. Mi madre siempre me había dicho que cuando fuera a su casa no llevara ropa muy ajustada, pero ahora era más que evidente el embarazo y no tenía nada ancho. Estaba de más de seis meses y era imposible que si alguien me viera por la calle no lo notara al segundo.
Cuando abrí la puerta ahí estaba él con una camisa blanca, unos vaqueros y su pelo más peinado que de costumbre. Me vio y vino directo a mis labios. Yo no pude evitar sonreír, acabábamos de vernos y ya nos teníamos ganas.

Alfred: Oye, que me puedes abrir la puerta desnuda si quieres en…
Amaia: Sabes que no… si lo hiciera no saldríamos de aquí nunca.
Alfred: Pues también es verdad. Bueno adivino que aún no has escogido ropa ¿verdad?
Amaia: Como me conoces…

Alfred entró en mi cuarto y abrió el armario para elegir la ropa que ponerme. Yo la verdad es que estaba en esos días que no encontraba nada que me gustara, pero Alfred la verdad es que siempre ha tenido un gusto muy bueno ya que tardó menos de dos minutos en darme un vestido. El vestido era ajustado por la parte del pecho y suelto por abajo aunque la verdad es que ahora no me estaba suelto como antes, si no que marcaba mi barriga. La parte del pecho me estaba un poco pequeña ya que dejaba ver más de lo que yo quería. Me tendría que poner una camiseta básica debajo o si no a mi madre le va a dar algo. Iba a ponérmela, pero de repente entró Alfred en mi cuarto. Se quedó mirándome fijamente. La verdad es que me incomodaba bastante que me miraba y más con esta pedazo de barriga. No dijo nada así que dije.

Amaia: Voy a cambiarme que un poco más y se me sale una teta…
Alfred: No veo el lado malo de eso dijo mientras ponía uno de sus manos sobre uno de mis pechos.
Amaia: Alfred quita esa mano en. Además a mi madre le daría algo si me viera así…
Alfred: Pues de pura envidia probablemente. Anda vámonos dijo mientras me cogía de la mano y nos íbamos de aquí.
Amaia: Estás loco.
Alfred: Lo sé, pero quiero ver cómo responde tu madre.
Amaia: Bueno vámonos antes de que me arrepienta.

Le di un beso en los labios a Alfred y nos fuimos en dirección a la casa de mis padres. Antes ellos iban a ir a misa, pero a mí no me apetecía. Me gustaba demasiado dormir y más ahora que era como si me pesara todo.
Fuimos ya que entre una cosa y otra ya era la hora de comer. Me moría de hambre. Últimamente hay días que me muero de hambre mientras otros no me entra nada.
Cuando llegamos a casa nos recibió mi madre que tras mirarme de arriba abajo nos invitó a entrar.
Entré y me fijé en mi hermana. Ya estaba allí y la verdad es que me alegraba de que así fuera.  En ella podía encontrar un poco de apoyo y creo que lo necesitaría cuando les dijera el nombre. Ellos, bueno sobre todo mi madre siempre han querido controlar toda mi vida y ahora con todos lo del bebé estaban incluso peor que antes.
Cloe vino directa hacia mí. A sus tres años era una niña muy espabilada y guapa. Era la viva imagen de mi hermana con su pelo rubio y sus grandes ojos verdes. Me pregunto cómo será mi pequeñín. ¿Se parecerá a mí? ¿o por el contrario será un mini Alfred? Tengo mil ganas de conocerlo aunque quiero que se quede el máximo tiempo posible en la barriga para que nazca sano y fuerte.

Cloe: Barriga grande
Amaia: Sí, cielo. Aquí tienes a tu primito.
Cloe: ¿Puedo jugar con él?
Amaia: Sí, pero cuando sea más mayor.

Justo en ese momento apareció mi madre con cara de pocos amigos mirándome. Sabía que no le gustaba nada la ropa que me había puesto, pero me había decidido a ponerme y eso haría. Me daba igual lo que ella me dijera.

Javiera: Ven Amaia, ayúdame a poner la mesa.

Miré a Alfred y él asintió. Me despedí de Cloe y fui con mi madre a la cocina. Era muy consciente de que mi madre no quería que simplemente le ayudara. Quería cantarme las cuarenta...

¿Cómo creeis que irá la conversación?¿sigo?

Solo por esta noche (Terminada y Editando )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora