1

1.3K 87 12
                                    

Octubre 22 de 1992

Ser un Príncipe no era nada fácil, había pasado dos años de la muerte de su abuelo, o así lo dijo su papá.
No entendía porque Clarence House estaba siendo dejada aun lado para irse con su Abuela, que por cierto el último tiempo había estado muy sería con él y sus hermanos.

Era un Príncipe, su madre le contó que ella se había convertido en Reina y su padre en Rey de Inglaterra, es decir que sus hermanos y él también tenían un título que les quitaba cada vez más cosas y en consecuencia, les demandaba mucho tiempo, es decir que dejaban de jugar.
No entendía que significaba que personas más grandes que él se agacharan para saludarlo, pero sí tenía claro que lo que pidiese lo tenía.

Había esperado este día por mucho tiempo, su madre le había prometido que cuando cumpliese seies años le compraría un carro con bocina y además le haría la fiesta que quisiera.

— Cariño — la reina entró a su habitacion — Felicidades — besó la frente  su hijo y se sentó al lado de él.

— Mami, voy a tener mi fiesta ¿verdad? — Preguntó su pequeño Príncipe, Christopher estaba tan emocionada que su madre no sabía como haría para decirle que la reina madre había prohibido una fiesta en el Palacio Real.

— Cariño — tocó le cabello revuelto de su hijo, pensaba que esto haría que él se enfadara mucho en su día — La abuela planeo otra cosa para ti—
El niño se acomodó mejor en su cama y suspiro.

— ¿Qué cosa mami?— indago desanimado.

— Hoy tendrás tu primer lección de equitación y podrás jugar Polo con tu papá — La reina notó el descontento de su hijo, pero no podía hacer más. Lamentablemente aunque su hijo quisera ser un niño normal eso era imposible, su pequeño hijo de ahora seis años era el sucesor de la corona, y desde ya debía preparlo para esto.

Es cierto que para Víctor, su esposo, el niño debía disfrutar de correr, divertirse, experimentar y sobretodo ser un niño. Pero el protocolo y la corona tanto a ella como a su hermana siempre le había impuesto que el compramiento de una princesa debía ser pulcro. Aunque fueran sólo niñas.
La madre de la Reina y claro el Rey Jorge que hacía tan sólo meses había dejado la corona para siempre les recalcó que la corona era su vida, lo personal no podía sobre pasar la corona y los sentimientos estaban abocados al Reino. Claro que ellas no habían pedido ser parte de la realeza, ni su pequeño Christopher había pedido ser su sucesor, pero así habían nacido, pues así debían vivir.

El Rey de Gales entró a la habitación de su hijo, tenía un gran paquete envuelto, ambos sabían que eso levantaria el ánimo de Christopher.

— Feliz cumpleaños querido hijo — su padre dejó la gran caja al lado de su cama.

— Papá ¿Este es mi regalo? — dijo con los ojos bien abiertos.

— Si, tu mamá y yo lo pedimos para ti — al instante el niño salto de su cama hacía el gran regalo que su padre habia dejado para él, su pequeña hermanita un año menor que él entró a su habitación. Su padre la tomó en brazos para que no interfiriera entre su hijo y el regalo.

— ¡Es mi auto!— gritó emocionado — Gracias papá y mamá — beso a ambos adultos. —¿ Puedo probarlo?

— Claro, pero primero a desayunar y a vestirse— condicionó su madre.

Christopher estaba pendiente de su mamá, no la veía feliz como cuando estaban en Clarence House, y si antes sus padres no pasaban casi tiempo con ellos, ahora era aun peor.

Como Príncipe tenía atenciones especiales, pero la única atención que necesitaba era la de su amada madre, pero con el tiempo Christopher se iba a acostumbrar pensó la reina.

La tarde calló en el Palacio de Cambridge, los caballos estaban listos y su hijo igual, Christopher iba a tomar sus lecciones de equitación para poder ser el futuro Rey que Inglaterra merecía.

El profesor de equitación era amigable pensó el pequeño niño, le gustaba cuando lo subía a su caballo favorito y más aún cuando practicaban saltar ballas. Su padre Víctor estaba más tiempo que su mamá, lo que lo había vuelto inseparable a su padre.

Después de su lección, Christopher y Víctor pasearon por los campos alrededor del Palacio, su padre y él disfrutaban de la vista, algo llamó la atención de Christopher una enorme casa con niñas jugando en la entrada, y un campo lleno de árboles y patos.

— Papá ¿Qué es eso? — Preguntó Christopher.

— Él es el Duque de Alphor hijo, es dueño de la fábrica de champagne que le gusta a mamá y dueño de esta gran finca — le contó Víctor.

— Tienen patos— dijo Christopher señalando hacía el campo que se admiraba atrás de la gran mansión del duque.

— Si hijo, aquí venía tu abuelo a cazar — él niño se quedo mirando a tres niñas jugar.
Todas eran diferentes, dos eran rubias parecian más grande que la pelinegra que estaba sola aún lado. Mientras su padre se bajó del auto Real para hablar con el Duque, él se quedo en el auto observando lo que hacían las niñas.
Las dos mayores jugaban con muñecas, mientras que la otra estaba sola, sola practicando saltos y estaba con una maya y tutu de ballet, reía sola y disfrutaba del lugar sola.

— Hola — dijeron las dos niñas acercándose a la ventana donde Christopher había estado viendo a la niña castaña.

— Hola— respondió tímido.

— ¿Tú eres el Príncipe Christopher? — Preguntó una de ellas.

— Sí — afirmó.

— Su Alteza — la otra niña la miró.

— ¿Qué haces? — pregunto riendo la niña que aún seguía mirando a su amiga.

— Natalia, mi mamá dice que a la realeza hay que saludarla así — respondió muy seria.

— Oh, lo siento su Alteza— hizo lo mismo Natalia.

— Y como es tu nombre. Ella es Natalia y tu— Christopher señaló a la más educada.

— Soy Anahi Espinosa, hija del Duque de Alphor — respondió muy segura.

— ¿Tu papá es el dueño de esto?

— Así es Príncipe Christopher ¿Quieres jugar? — Preguntó amable.

— No se si mi padre.

— Él nos pidió que jugaramos contigo — respondió Anahi.

— Esta bien— el niño se bajo del automóvil, y fue cuando se dio cuenta que Martín el mayordomo de su madre lo seguía.— Martín, por favor — pidio el niño.

— Esta bien, Príncipe. Lo miraré de aquí— respondió el mayordomo de su madre.

— Andando — gritaron ambas niñas corriendo por la gran finca, Christopher se detuvo ante la niña que seguía haciendo piruetas.

— Ella es mi hermanita, pero no le gusta jugar. Vamos Christopher— el niño la miró un segundo más y siguió a las niñas.

No sabía Christopher como la Duquesa de Alphor sabía que el cumplía años, pero cuando entraron por un poco de agua lo sorprendieron con un pastel enorme de chocolate, su papá sonreía al ver a su hijo tan felíz, cuando ya fue de noche ambos volvieron al Palacio donde le esperaba la cena real para el Príncipe Christopher.

Primer capítulo!! Espero sus comentarios y sus votos ⭐

Secret of the prince: ¿Qué hay de mi? #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora