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Julio 29 de 2013

— Si William, que sea una fiesta inolvidable .... sí, ella cumple treinta años merece el mejor de los festejos, mi regalo se lo daré personalmente.  — corte el teléfono, le había organizado la mejor fiesta a la mujer de mi vida. Natalia tenía razón, nuestro amor era tan fuerte que volví a sus brazos.

Luego del viaje a Pakistán con mi esposa descubrí algo, no era momento de seguir mintiendo a mi corazón. Natalia era la mujer de mi vida, Dulce sólo era un paso a la corona. Por más que tratará, no podía. No la amaba.

Claro que era una gran madre, un mujer que cualquiera desearía pero ella no era la dueña de mi corazón.
Entendí que a pesar de las luchas que tuvimos con Olivia, sólo fue eso, estar juntos por mi hija y nada más.

Había decidido plantearle a mi madre mi situación, Natalia me prometió empezar los trámites de divorcio con el duque Hamilton cuando yo me divorciara de Dulce.

Por suerte mi querida hermana había vuelto del Occidente, la había citado a mi oficina porque necesitaba su opinión.

— Hola Hermano — se sentó con su té en la mano — ¿Qué tan urgente es tu problema?

— Me voy a casar con Natalia— ella dejo caer su té.

— ¿Estás loco? — dijo mientras alzaba la taza.

— Loco de amor por ella — acepté.

— Escuchame Christopher, entendí que siguieras con ella, te gustaba el sexo y eres un hombre un poco estúpido. Pero ¿Qué va a pasar con los niños? ¿Y Dulce? Esa mujer te ama hermano.

— Es mi última palabra. ¿Tengo tu apoyo?— dije mirándola a los ojos.

— Lo único que tendrás será mi hombro hermano, porque sí haces esto sera tu peor decisión.

— Mi peor decisión fue hacer a un lado a Natalia y casarme con Dulce— Mi hermana negó.

— Tú error es haberte "enamorado" de la persona incorrecta — hizo una pausa— Suerte hermano, ah y Dulce ya sabe lo de la fiesta de hoy — salió de mi oficina.

Mi hermana había cambiando, su apoyo no lo tenía. Tampoco lo necesitaba, mi decisión estaba tomada.
La puerta de mi oficina se abrió, entro Dulce. Estaba molesta pero en su rostro figuraba una sonrisa.

— Cariño vengo a avisarte que iré contigo a la fiesta de Natalia— la miré sorprendido, esto era de verdad una mala idea. No por mi, sino por ella.

— No — sentencie.

— Sólo te avisaba, cariño— me beso los labios y se fue, me limpié los labios. Esta mujer sólo quería complicar todo, bueno. Le daría una probada de lo que podía ser. Dulce jamás había logrado conocerme, hacía años estabamos casados pero no me conocía enfadado, ahora lo iba a hacer.

Eran las nueve de la noche, Karl no quería llevarme a la mansión de Hamilton porque la Princesa de Gales había dado la orden que nadie saliera sin ella, en especial yo.

Bajó una hora más tarde, se había puesto un vestido escandaloso para el protocolo real. Claro que esto me iba a servir.
Cuando llegó a mi lado estaba extraña, la falsa seguridad que me había demostrado horas ante había desaparecido. Miré sus senos que resaltaba increíblemente en su escote de corazón, luego miré su rostro.

— Ya deja tu papel de Reina, cariño. No te queda y menos ese vestido, tus curvas no son la misma. Olivia definitivamente no te ayudo a volver a ser sexy — ella quedó atónita. Acomode mis mangas y entré a nuestra camioneta protocolar.
Mientras íbamos de camino, comencé con mi juego. Ella quería jugar, pues claro que yo también lo haría, el problema era que yo había conocido sus fortalezas y debilidades, que yo supe como una vez destruirla y volverla a construir, supe todo de ella, pero ella no sabía nada de mi.— No entiendo a que vienes. Luego no quiero que andes llorando. Tú sabes que Natalia es especial. — ella no me miraba, pero sabia que esto le afectaba. Punto para mi.

Secret of the prince: ¿Qué hay de mi? #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora