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Nuevo día, nuevo comienzo.
Al día siguiente desperté un tanto desorientada por la noche anterior, ya que al llegar a casa después de lo ocurrido con aquella chica, no quise hacer nada más que dormir, por lo tanto un dolor de cabeza era lo mínimo que podía tener.
A pesar del malestar , desperté con todas las ganas de organizar y decorar mi habitación. Me levanté de la cama, puse música en mi bocina y ¡manos a la obra! Para empezar bien, vestí un cómodo overol y agarré mi cabello en dos tiernas trencitas. Verme así de linda para limpiar, por más extraño que parezca, en realidad me motivaba mucho. Cuando terminé de ocuparme de mi imagen, salí al comedor para tomar el desayuno, no sin antes echar un último vistazo al desorden y organizarlo todo de manera mental.
Después del desayuno, corrí directamente a mi habitación para continuar con la ardua tarea que me encomendé.
Pasaron horas y la música junto a mi entusiasmo, habíamos hecho un grandioso equipo.
Arreglar aquel desorden fue un trabajo algo agotador, pero la vista que ahora ofrecía mi habitación recompensaba todo el sacrificio. Cinco horas organizando cajas repletas de ropa, adornos, luces y dibujos, no era nada sencillo, a decir verdad.
Contemple cada uno de los detalles de mi pieza; Mi cama vestida con un cobertor color rosa, la mesita de noche presumiendo algunos adornos, mi escritorio limpio y despejado, la pequeña alfombra gris de peluche al pie de la cama, las repisas llenas de libros, las luces decorativas rodeando cada rincón de la habitación. Las blanquecinas paredes exponían algunos de mis dibujos, en uno de ellos sobresalía el retrato de Jennie Kim, hecho a lápiz que tanto me había costado obrar hace ya un tiempo. En la puerta colgaba un cartel con la palabra "Pride", aquello significaba mucho. En fin mi habitación lucía impecable y acogedora.
Después de unos minutos de apreciar mi esmerado trabajo, supuse que comprar algunas golosinas y acostarme a ver películas seria una buena recompensa por mi esfuerzo. Así que sin pensarlo más, tomé las llaves y de manera entusiasta bajé las gradas del edificio. Para mi suerte había una tienda, justo en frente del conjunto . Crucé la calle y con un poco de recelo entré al pequeño mercadito. Divagué por los escasos pasillos del local, hasta encontrar el lugar donde estaban los chuches y después de tomar un par de fundas con dulces, hice un pequeño desvío a la sección de bebés. Allí, agarré un par de frescos de comida para infantes; Desde que era pequeña me gustaba mucho comer este tipo de papillas, a pesar de ser ya una adolescente, mi gusto hacia ellas, no se había desvanecido. Admitir que seguía consumiendo comida para niños pequeños era bastante vergonzoso, por eso evitaba que los demás se enteren de ello.
Ya con todos los productos sobre mi canasto, fui a cancelar el valor de los productos. Una vez en caja, deposité cada artículo sobre la mesa y de manera indiferente comencé a buscar el dinero en mis bolsillos, cuando la voz de la cajera hizo que prestara atención hacia ella.
— ¿Tienes un bebé? —preguntó.
Al escucharla, levanté mi mirada.
¡Vaya sorpresa! Aquella chica, era la misma del día anterior, la misma con la cual me tropecé y arruine su comida, la misma que me había parecido curiosamente simpática e intimidante a la vez.
—Mmm, ¿Qué? —Pregunté recelosa.
Esta vez la muchacha se veía distinta, no estaba enojada o algo parecido, al contrario lucía bastante risueña y agradable. Aquel día llevaba puesto un delantal rojo, su cabello peinado con una coleta alta, algunos mechones caían sobre su rostro, lo cual la hacía ver preciosa. Su belleza era sencilla, descomplicada y sutil.
Alzó uno de los frascos de comida para bebé y balanceándolo, me lo enseño para que entendiera a lo que se refería.
—Aaa, no, no, mi primo me las encargó, bueno no él, sino mi tía, porque él es un bebé y aún no sabe hablar.
—Comprendo—contestó tranquila, mientras una leve sonrisa se dibujaba en sus labios—son siete dólares por favor.
—Si claro, toma. —le entregué un billete de diez dólares y tan rápido como le di el dinero, salí casi corriendo de allí. Aun no entendía porque su presencia me inquietaba y me hacía sentir irracionalmente nerviosa.
Estaba por salir, cuando escuché que alguien intentaba llamar mi atención.
— ¡Hey! Niña, regresa. —Era la cajera quien hablaba.
Y ¿Ahora qué quiere de mí? Regresé y con una mirada confusa, me le acerqué.
— ¿Si? —pregunté, porqué en realidad no tenía ni la menor idea de porque llamó.
—Se te olvidó tu cambio—respondió, mientras depositaba las monedas en mi mano.
¿Cómo puedo ser tan torpe?
—Por supuesto, claro, lo lamento—dije, avergonzada mientras guardaba el dinero en mis bolsillos—yo lo siento—volví a disculparme.
Al parecer no había sido suficiente quedar en ridículo frente a ella una vez, sino debían ser dos (y las que faltan por contar)
— ¿Acostumbras regalar disculpas y dinero? —Bromeó.
Aquella broma hizo que me sonrojara de la vergüenza, en ese momento no sabía a dónde mirar ni qué responder por lo tanto me limité a regalarle una tímida sonrisa y salir de allí lo más rápido posible.
Mientras recorría el pequeño trayecto hacia casa, me regañaba a mi misma por ser tan distraída.
Cuando llegué a mi habitación, cerré con enojo la puerta, dejé las compras sobre la mesita de noche y me recosté sobre la cama, di un hondo suspiro, mientras meneaba mi cabeza en señal de reproche. Volví a preguntarme a mi misma ¿Por que soy tan descuidada?
Imágenes de aquella chica se proyectaron en mi cabeza, su manera de hablar, como sus ojos se achinaron al sonreír, lo linda que se veía con aquel delantal. Algo en ella me intrigaba pero no sabía con certeza que era, por eso lo cuestionaba con intensidad, acaso ¿era su actitud? ¿Sus ojos? ¿Su presencia? O en realidad era simplemente ella.
Era ella.
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AL FINAL DEL ARCOIRIS
RomancePara: Mi tesoro ¿Sabes cuál es tu mayor tesoro? ¿Alguna vez te lo has preguntado? Yo jamás había pensado en eso antes. Hasta que llegué a Capella, la ciudad que me entregó mi propio tesoro. De este regalo del destino, aprendí mucho. Comencé a enten...