Verde

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El tiempo pasaba lento y silenciosamente, no dejaba recuerdos ni sueños solo una pesada monotonía. Pasaron dos meses desde la última vez que vi a Emma y a pesar de ello, su ausencia golpeaba mi ser, como el primer día.

Un fin de semana de abril, mis padres se marcharon donde mi abuelo materno. Peter y yo nos quedamos solos en casa. Y como era de esperarse, nos la pasamos holgazaneando todo el rato. Desgastamos el día, yendo de la refrigeradora al sofá y del sofá a la cama. Las películas, series y videojuegos se convirtieron en excelentes niñeros.

Admito que entre tanta ociosidad, pude despejar mi mente y no pensar en lo que me venía atormentando hace un par de meses. Todo estaba en orden y juraría que me sentía bien, pero todo se echó a perder gracias a mi curioso hermano.

— ¿Por qué Emma ya no viene a casa?

—Porque ya no somos amigas— contesté tajante.

—Aaa, no son amigas porque ahora son novias ¿verdad?— Peter insistía en hablar del tema y saber más de lo que debería.

—No y ya cállate— reprendí.

—Marieee ¿por qué te enojas?— siguió molestando.

—Porque dices cosas tontas.

—No digo cosas tontas, solo digo la verdad y lo único tonto aquí eres tú. — cruzó sus pequeños brazos para fastidiarme aún más.

—Te lo advierto, me estás desesperando.

—Mar, si te gusta Emma ¿porqué no son novias?

— ¡Ay, cállate! Te voy a responder para que me dejes en paz—. Hice una breve pausa y contando con mis dedos, enumeré. — Primero, no me gusta Emma y segundo, es muy inapropiado que a una niña le guste otra niña ¿entiendes?

—Pero ¿Por qué? No tiene nada de malo, en mi escuela hay una niña que tiene dos papás y la maestra nos enseñó que no hay nada malo en eso y que debemos respetarla, porque el amor es lo más precioso que tenemos para ofrecer.

—No lo entiendes.

— ¡Emma! No te burles de mí. Sé que soy pequeño todavía, pero eso no significa que no pueda comprender un tema tan fácil. El amor es amor y punto. No hay problema para entenderlo y si no lo puedes hacer es porque el problema eres tú. — en ese punto no sabía cuál de los dos era el pequeño e ingenuo, entre él y yo.

—Si las cosas fueran sencillas como las haces ver, sería distinta la situación.

—Hermanita, tú siempre me regañas por no compartir mis galletas contigo, ahora yo te regaño por no compartir lo que en verdad sientes. — Su tierna sonrisa de niño pequeño me enterneció el corazón, pero sus palabras me llenaron de esperanza. Justo lo que necesitaba.

—Solo escúchate hablar, pareces una señora loca regañándome. — Reí de su actitud, pero por supuesto que me enorgullecía — ¿Qué pensarán mis padres si te oyen hablar de esa manera?

—No me importa, los adultos no quieren entender.

Peter, tenía más sentido común que yo. Sus palabras me dieron la suficiente valentía para emendar el terrible error que cometí. Y una cosa me quedó muy en claro "los adultos no conocen como amar correctamente y por eso se lastiman todo el tiempo". 

AL FINAL DEL ARCOIRISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora