Verde

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Verde

Y yo a ti.

Leves y suaves rayos de sol se colaban por la ventana, se hacían presentes anunciando que un nuevo día había empezado.

Poniéndome de pie y liberándome del sleeping, fue que desperté. Ignorando que Emma estaba reposando sobre mi cama, me dirigí al living para darle los buenos días a mi familia. Pero ni Peter, ni mis padres estaban allí. Aún para ese momento, no recordaba que una invitada especial dormía apaciblemente sobre mis sábanas.

Sin la presencia de mis padres, regresé confundida a mi cuarto. Y allí recién recordé quien era la invitada especial. Ahí estaba Emma, la manta afelpada cubría apenas sus rodillas, su cabello se desparramaba encima de la almohada, sus labios entre abiertos formaban un tierno y pequeño puchero. Era la imagen más adorable que había percibido, ni todos los vídeos de gatos y bebés durmiendo, se comparaban a ella, bueno al menos para mí.

No quería perturbar su tranquilidad, por ello la dejé dormir. Fui a la cocina para procurarnos el desayuno, en este corto camino varias escenas del día anterior llegar a mi cabeza, desde la lluvia hasta el arcoíris. Al recordarlo todo, se me hizo inevitable no hacer una de esas sonrisas que Peter llamaría, sonrisa de "tonta enamorada". Agarré un par de cuencos y los llené de leche para luego agregarles cereal de arroz sabor a chocolate. Dejé los platos sobre la mesa y con un poco de prisa fui a despertar a Emma. Entré a la habitación y acercándome a ella, le piqué una mejilla con el dedo índice. De esa manera mi pequeño Peter me despertaba.

Con sus ojos a medio abrir y un tanto soñolienta me dio los buenos días, a los cuales le correspondí. Le dije que el desayuno ya estaba listo y ambas salimos al mismo tiempo de la habitación.

En el desayuno habíamos acordado en ir a casa de Emma. Ella necesitaba cambiarse de ropa y hablar con su madre, y le pareció buena idea que yo le hiciera compañía. Por supuesto que accedí, total no tenía nada más interesante que hacer.

En el trayecto a su casa, platicamos acerca de varios temas que hasta cierto punto podían ser irrelevantes. Pero ya al final de la conversación, mencionó algo importante. Comentó su deseo de ser doctora, quería seguir esa carrera para ayudar a personas como su padre. Por lo poco que sabía del padre de Emma, el señor había fallecido después de luchar por varios años en contra del cáncer pulmonar.

Llegamos a una pequeña villa color rosa protegida por vallas negras. En el patio descansaba Venus, la cachorra pitbull de Emma. Cerca de la puerta, estaba aparcada la bicicleta de Emma. El lugar se veía agradable y acogedor.

Cuando entramos al patio, la pequeña Venus se abalanzó a los brazos de Emma, los cuales ya la esperaban ansiosos. La cachorra era muy enérgica y por un momento temí que fuera a morderme.

Emma antes de entrar, me tomó de la mano y me advirtió sobre el carácter de su madre, me dijo que ella puede pasarse con las palabras, pero que no me asustara.

Sacó las llaves de su bolsillo y abrió la puerta de su hogar. La primera impresión que tuve fue "vaya, que son creyentes" debido a las numerosas figuras e imágenes religiosas que se exponían en todo el living. Sin duda el estilo de la casa, estaba a cargo de la abuela, lo menciono por los cubre sofá tejidos y por las figurillas de cerámica que posaban sobre los estantes.

En el momento justo que Emma y yo entramos, una señora de mediana edad salía de una de las habitaciones y con rapidez se aproximaba a Emma. La mujer no compartía semejanzas con Emma, de hecho era casi todo lo contrario; piel blanca, cabello oscuro y muy ondulado, de baja estatura y ojos saltones. Así era la madre de Emma.

AL FINAL DEL ARCOIRISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora