Amarillo

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7

El inicio de una rutina.

Una nueva semana iniciaba y con ello, tareas y ensayos se sumaban.

Los días tomaron un curso monótono y poco a poco se iba formando una rutina en mis días, era simple y aburrida; De la casa a la escuela, de la escuela a la casa.

Cierto miércoles, tardé un poco más en salir del instituto. Inevitablemente tuve que quedarme en clases de nivelación, mi desempeño en matemáticas no era bueno, por lo tanto si no quería reprobar, tomar  clases extras era lo más oportuno.

Terminada la clase, recogí mis apuntes y salí con apuro del salón. Atravesé el patio, que a esas alturas ya estaba vacío, y crucé el portón. De frente a la entrada, estaba yo, rebuscando en mis bolsillos algunas monedas para tomar el autobús, cuando advertí la presencia de alguien más.

Allí sentada en el suelo, cerca de la puerta principal estaba Emma, cruzada de piernas leyendo atentamente un libro. Su concentración era tanta que no notaba que yo también estaba ahí.

Observándola más cuidadosamente pude ver el título del libro que cargaba entre sus manos. Estaba leyendo "Emiliano".

¡Vaya coincidencia! Aquel libro era mi favorito. Recuerdo que la autora, cierta vez visitó mi ciudad y yo, como fiel seguidora de ella, hice una fila gigantesca con tal de obtener su firma en mi ejemplar. Por eso me sorprendí mucho al ver a Emma con aquel libro.

Contemplándola un poco más, no me decidía entre, obviar que ella estaba ahí o acércame a saludar. De hecho desde el incidente con Peter, Emma y yo no habíamos vuelto hablar, coincidimos más de un par de veces en los corredores de la escuela o en la tienda de víveres donde ella trabajaba, pero eso había sido todo. Tomando eso en consideración, creí que esa sería la oportunidad para volver a platicar con ella.

Armándome de coraje y dejando la timidez de lado, decidí que hablaría con ella.

Me planté delante de Emma e intentado iniciar una conversación, dije:

—Detestaras el final, a menos que te guste la tragedia— expuse, aludiendo al libro.

Al escucharme, Emma levantó la mirada inmediatamente y regalándome una de sus cálidas sonrisas, agregó:

—Entonces, el final es justo lo que esperaba.

Al escuchar su respuesta, reí por lo bajo. Tenía intenciones de seguir conversando de cualquier cosa, pero no se me ocurría cómo romper el hielo.

Al notar como mi boca se negaba a articular palabras pero mi cuerpo insistía en quedarse, fue Emma quien tomó el rumbo de la charla.

—por cierto, ¿por qué sales tan tarde?—preguntó—acaso ¿estabas castigada?

—No, para nada—contesté —No se me da bien compórtame mal.

— ¿No sabes comportarte mal?—agregó.

Era obvio que no era una pregunta, más bien fue un comentario lleno de picardía, al cual no supe que contestar. Por lo tanto negué con la cabeza y mientras mis mejillas se ruborizaban un poco, retomé el tema y expliqué:

— Tuve que asistir a tutoría de matemáticas—dije un poco apenada— esa clase siempre la repruebo, por eso prefiero quedarme un poco más, pero a decir verdad no me sirven de nada las nivelaciones.

— ¿En serio?—preguntó Emma y sin esperar una respuesta mía, añadió— Las matemáticas no son complejas, basta que le pongas empeño y busques la manera de comprenderlas, te garantizo que no tendrás problemas.

AL FINAL DEL ARCOIRISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora