Amarillo

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Ya es octubre.

Era mediados de octubre cuando mi padre propuso ir a  visitar la feria de un pueblo cercano, tanto mi hermano y yo aceptamos muy entusiasmados. Salir de paseo con mi familia, era una actividad que me fascinaba, disfrutar de la compañía de mis padres y hermano, para mí era muy especial.

"Auriga" era un pequeño y muy pintoresco pueblo que estaba a las afueras de la ciudad. Por lo que tenía entendido las fiestas patronales allí se festejaban por todo lo alto. Habían bailes por doquier, la gente disfrutaba de los manjares que se ofrecían en las calles, los niños gozaban de los juegos de la feria, la familia junta deleitaba los desfiles. En conclusión, visitar Auriga en sus fiestas era una auténtica delicia.

Salimos de la ciudad un sábado por la mañana, de esta manera disfrutaríamos todo el día allí y por la noche ya regresaríamos.

Mi hermano y yo nos la pasamos todo el viaje riendo y cantando a todo pulmón las canciones que tanto nos gustaban a ambos y mi padre un poco aturdido por nuestros gritos apagó la música. Pero eso no fue impedimento para que Peter y yo sigamos haciendo de las nuestras.

Después de dos horas de viaje al fin llegamos al pueblito. En aquel lugar las casas eran un poco rústicas lo cual las hacían ver excesivamente acogedoras. Las calles empedradas y la vista montañosa que ofrecía el lugar, realmente le daba un toque mágico al ambiente.

Al bajar del auto, el olor a caramelo y azúcar inundaron nuestras narices, lo que provocó que Peter y yo compráramos dulces como dos descabellados. De ahí en adelante el día fue sumamente entretenido y ocupado.

Hicimos de todo un poco, visitamos algunos restaurantes típicos del lugar, caminamos por las calles, presenciamos un grupo de baile folclórico hacer de su arte una maravilla para el público; Por pedido de mi madre, visitamos la catedral para implorar por nuestra familia. La iglesia no era el lugar favorito de Peter y lo demostraba con su molesta actitud. Ver la cara de mi hermano cuando mi madre le pedía ser reverente, era un verdadero poema. Cuando salimos de la capilla, por berrinche del chiquillo fuimos directamente a la feria. Allí habían varios carruseles y juegos para niños y mi hermano alucinaba con tantas luces y colores.

Ni bien llegamos y Peter empezó a corretear imprudentemente por la zona, tanto así que mi padre tuvo que regañarlo algunas veces por su comportamiento descontrolado.

Su intensidad ya nos estaba alterando. No podíamos estar en un juego que ya nos arrastraba a otro y para apaciguar un poco la situación, le compré un globo, esperando que eso lo mantenga quieto un momento. Creímos que lo teníamos ya controlado cuando de repente desapareció de nuestro lado.

Mis padres se alarmaron al igual que yo, el lugar estaba repleto de gente por lo tanto, encontrarlo antes que le suceda alguna tragedia, era una urgencia.

Aún en el sitio donde estaba, di un rápido vistazo para ubicarlo por si estaba cerca, pero nada de nada. Sin pensarlo dos veces, salí corriendo en su búsqueda.

Mi corazón golpeaba  con desesperación, mis ojos bailaban de un lugar a otro intentando encontrar a esa pequeña criatura que ponía mi mundo de cabeza, mis manos al igual que mis piernas temblaban y mi mente solo podía pensar en una cosa ¡encontrar a Peter!

Ya era bastante tarde y la oscuridad caía sobre el valle, lo que unos minutos antes nos había parecido el paisaje más encantador que habíamos visto; Ahora, desde otra perspectiva, parecía aterrador.

Corrí tanto que llegue al final de la feria, y esta terminaba en una terreno vacío, imaginar dónde podría estar en ese momento Peter, ponía mis nervios de punta. Algunas lágrimas amenazaban con salir cuando pude percatarme de una cabeza despeinada que caminaba agarrada de la mano de una chica.

¡Esos rizos son inconfundibles!

Estaba segura que era mi hermano, por ello, corrí lo más rápido que pude hacia donde él estaba. Cuando llegué, noté algo más, aquella chica era Emma. Ver a mi hermano con ella me dio una tranquilidad inexplicable, me alegró mucho haber coincidido con Emma, porque si no qué sería de mi pequeño monstruo.

Me planté frente a ellos y aún con la respiración agitada jalé a mi hermano hacia mí y lo reprendí.

Así como yo reprendí a mi hermano, Emma no tardó en hacerlo conmigo.

— ¿No te dije que dejaras de perder? — dijo con un tono burlón.

La miré incrédula, no pude creer que mi hermano cometa el error pero sea yo la culpable de ello, ¡fantástico!

—No fue mi culpa, ahora—contesté—Este pequeño duende no sabe quedarse quieto y nos ha dado un buen susto.

—Primero, no soy un duende, segundo, es tu culpa por no prestarme la atención que merezco—exclamó el pequeño duende.

—Es cierto, la culpa la tienen los mayores por el descuido—replicó Emma—niños son niños, están llenos de energía y esa energía debe ser supervisada.

Emma, la chica que me regaño por un pequeño error, ahora defiende una travesura de mi hermano. ¡Qué ironía!

—Tienes razón, pero te aseguro que si conocieras a Peter no dirías lo mismo. Él es como una pelotita saltarina.

—De hecho si lo conociera más, estoy segura que me llevaría de manera fabulosa con él—alegó Emma— además Peter parece ser un niño muy cool ¿No es así?

— ¡Por supuesto que lo soy! — agregó mi hermano.

Charlamos un poco más y me despedí de ella, no sin antes agradecerle por ayudar a mi hermano.

— ¡Intenta no perder más! — dijo, mientras yo me alejaba.

De regreso, Peter contó como Emma lo ayudó. Aparentemente ella lo encontró llorando y se ofreció cuidarlo hasta que encontrara a sus padres. Peter hablaba y hablaba, y yo no dejaba de pesar en el noble gesto de Emma, esta ya es la segunda vez que me brinda de su ayuda.

Cuando llegamos donde mis padres, mi madre estaba llorando y cuando vio a Peter, lo abrazó con fuerza, por otra parte mi padre que estaba con los nervios de punta, al verlo lo regaño por ser tan irresponsable. Pero al final todos estábamos muy tranquilos por tenerlo ya con nosotros.

En la mañana siguiente, Peter hizo una pregunta que despertó cierta curiosidad en mí. Recuerdo que estábamos viendo televisión cuando mi hermano preguntó:

—Esa chica ¿Te gusta?

— ¿Qué chica? —pregunté.

—La de ayer, la que me ayudó—contestó.

— ¡No! — Chillé— ¡Estás loco! y ¿por qué lo dices?

—Cálmate, fue solo una pregunta además lo digo porque como tus ojos brillaban al verla.

— ¿Mis ojos? — Pregunté ofendida— No entiendo a donde quieres llegar con esa estúpida pregunta pero te recomiendo que borres esas ideas de tu cabeza o te acusare con mamá.

—Está bien. — no quiso discutir ni decir nada más al respecto, solo hizo silencio.

Esa pregunta me dejó pensando toda la tarde... y ¿Si Peter tiene razón? No, eso es imposible.

AL FINAL DEL ARCOIRISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora