Violeta

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Emma no contestaba los mensajes ni las llamadas y tampoco asistió una semana entera a clases. Para el día del baile de graduación, ella tampoco se hizo presente. Aquella noche, estaba acostada sobre mi cama, contemplando desde ahí, el hermoso vestido violeta que colgaba de un armador por fuera del armario. Una solitaria lágrima pasó la noche conmigo.

En la mañana siguiente decidí al fin ir a casa de Emma y saber que era lo que sucedía. Pasé por la tienda de al frente, tenía la esperanza de ver a Emma trabajando y luciendo ese aburrido delantal rojo, mientras rebeldes mechones de cabellos se colaban por su perfecto rostro, pero no estaba. En su lugar había un señor. ¡Que desilusión más grande me llevé! De hecho por poco rompo en llanto ahí mismo. Pagué las golosinas y salí de ahí, no soportaba estar en un lugar donde la esencia de Emma se colaba en mi piel.

Cuando llegué a casa de Emma, juraría que mi corazón deseaba dejar de latir.

Venus no me recibió con su fogosa bienvenida, la vieja bicicleta de Emma no estaba tirada en el suelo. No había cortinas y desde afuera se podía apreciar que la villa estaba completamente vacía. Lloré sin sollozar, mis lágrimas se encargaban de decir todo lo que sentía. Mi alma se despedazó en la vereda, mi tristeza rebosaba los límites de lo sano, las ganas de caminar o decir algo, se esfumaron. Quería quedarme plasmada en ese lugar hasta que Emma regresara por mí. En algún momento recordaría que yo soy cielo y volvería. Antes amaba vivir en la realidad, sentía que era perfecta, como las películas de las princesas. Yo vivía en un cuento real. Pero dejó de ser deslumbrante para llenarse de oscuridad.

-¿Buscas a Emma?- un señor de avanzada edad, se acercó a mí para preguntarme.

-Sí-contesté.

-Ella ya se fue.-gracias por recordarlo-.

-Así veo-contesté indiferente.

-El día del velorio de la abuela, los familiares del pueblo se enteraron que la casa estaba al nombre de un nieto y aprovechándose de la situación, echaron a las muchachas.

-Es una pena.- agregué. No podía creer lo que estaba escuchando. Por la crueldad de unos seres despreciables, había perdido a la razón de mí existir.

-Claro que lo es, las chicas tuvieron que venderlo todo y con ese dinero se marcharon a la ciudad donde nació Elisa.-hizo una pausa para indicarme un letrero que exponía al lugar en renta-. Mira, ahora quieren lucrarse con la villa, en este mundo hay gente tan mala.

Asentí y salí de ahí. No quería regresar a casa pero tampoco seguir allí. Quise refugiarme en el parque, donde podía sentirme una niña desconsolada sin sentir vergüenza.

Emma se marchó sin despedirse o ¿si lo hizo?

Ese día no solo perdí a Emma, me perdí a mi misma.

En el parque saqué las golosinas y como era de esperarse, el grupito de niñitos se acercó. Jugué un rato con ellos, como lo hubiese hecho estando con Emma. Sus risas calmaron por un momento la inmensa pena que albergaba mi ser. Para volver más dramática la situación, llovió y tuvimos que escondernos en aquella casita. Cada milímetro de ese parque me hablaba de Emma.

Paró de llover y un innecesario arcoíris adornó el cielo. ¿Por qué ahora? ¿Acaso la vida estaba jugando conmigo? Los arcoíris representaban felicidad, no lástima.

Belén se acercó y con sus curiosas preguntas de infante y dijo:

-¡Mira ese hermoso arcoíris! ¿Es lindo verdad?

-Ajá, es hermoso.- ni siquiera regresé a verlo.

-Oye Marie, tú que eres grande y lo sabes todo ¿Qué hay al final del arcoíris?

-Tu más grande tesoro. 




Gracias Jesús por haber estado desde el inicio hasta el fin, este cap te pertenece. 

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⏰ Última actualización: Aug 23, 2020 ⏰

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AL FINAL DEL ARCOIRISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora