4. Familia S. Alamandra

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¿Y la luna a dónde se ha ido? Parece un problema de magnitud significativa, ¿no crees? Un gato se encarga de reflejar la luz, al igual que los humanos pero mucho mejor una vez llega la profunda noche

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¿Y la luna a dónde se ha ido? Parece un problema de magnitud significativa, ¿no crees? Un gato se encarga de reflejar la luz, al igual que los humanos pero mucho mejor una vez llega la profunda noche. Quizá hayas visto uno al salir por la noche y hayas notado cómo sus ojos resplandecen. Es una buena característica gatuna para memorizar. Sus sentidos y estilo de vida se adapta a ello, a ver aquello que no cualquiera puede, por ejemplo: En la luna nueva (cuando parece que no existe la luna, ya que no podemos verla) es el momento en que ven con mayor claridad. No lo malentiendas, la Luna siempre ha estado allí. Incluso si no puedes verla...

1. En el Baldío Sombrío

Y el baldío era honestamente frío, honestamente tenebroso y de manera lúgubre, silencioso. Por ello es que optó por llevar la gabardina escarlata. Es práctica, pero a veces se pone a duda por su peso, además de mantenerla cálida; también le da una falsa sensación de seguridad. De no ser por la lámpara de gas que carga su amiga tortuga sobre su caparazón, ambas estarían totalmente en penumbra.

  Sin importarle que sus botas de capitalista cuero se ensucien, ambas cruzan a través del fango hasta la zona donde Augusto Salmet les ha solicitado con el propósito de que recuperen su reloj de arena —muy parecido al que construirían años más tarde en el veintiocho, no muy lejos de casa de Bosco—. Incluso se podría llegar a pensar que el mismísimo Salmet lo solicitó como una misión suicida al baldío sombrío (conocido vulgarmente como «el bosque de los suicidas», desde 1980). A pesar de los inconvenientes como la ausencia de estrellas que forman Andrómeda a inicios de Enero, las nubes, personas amables y animales; pudieron llegar a donde se les había pedido.

  Sarabi recogió la lámpara de gas del lomo de su amiga tortuga. Estaba realmente caliente, afortunadamente la protegían sus guantes. Se giró oscilando su oscura cabellera afro hasta iluminar las paredes de cristal.Había encontrado el reloj de Salmet o eso suponía.

  El loco de Augusto Salmet había dicho que este preciado objeto de arena y vidrio le fue hurtado varias semanas atrás. Por lo que la detective Sarabi y su tortuga-sabueso se ofrecieron a recuperarle por una módica cantidad de dinero.

  Si alguna vez se han topado con un gigante de piedra, un gólem, el hombre de los zancos o mínimo una jirafa en el zoo; de seguro notaron lo pequeños que de repente se sintieron —a diferencia de las veces que caminan junto a sus amigas de uno cincuenta—. Frente a ellos, reflejando la luz tenue de la lámpara, estaba el reloj de arena de Salmet fungiendo como manicomnio. Conteniendo las almas de animales, humanos y lunáticos entre sus granos de arena. Todo esto sería liberado y devuelto al primer alcalde de Salmet, Augusto Salmet, junto con la luna que brillaba encerrada en su centro.

  Título honorífico a Sarabi S. Zabatta, 1902.

  Bajó la lámpara y de su gabardina escarlata sacó un tubo oxidado -ojalá Augusto no notara los daños al sistema de drenaje-. Apartó el tubo hasta su espalda y golpeó con fuerza el vidrio del manicomnio. Todos los lunáticos reían, aplastados contra el vidrio por la Luna y la arena. ¡Cr-a-ck! Volaron unos pedazos de cristal al lodo en el baldío, manchando a la compañera tortuga.

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