16. Cebra multicolor

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1. La presa

Un gato toma decisiones alrededor de su vida. Un gato tiene preferencias, gustos, miedos y deseos. Algunos gatos toman decisiones para el resto de sus vidas; decisiones  permanentes también. Y deben vivir con eso.

  Tener fe es un proceso de certeza limitado. Similar al chicle: si alguna vez lo pruebas, el sabor no tardará en desaparecer. No todos aman el chicle, otros le aborrecen; pero nunca está de más aprender a consumirlo sin tragarlo. No, nadie muere por el chicle —el cabello, solo a veces—. De vez en cuando alguien siente que se ahoga. Alguien por aquí pensó que ese chicle seguiría en su estómago por siempre...

  Quien tenga dudas al respecto de la fatalidad del chicle, por favor, vaya a una sala de urgencias y pregunte por los niños y su chicle.

  En ocasiones, los chicles y las malas sensaciones se pegan en uno por mucho tiempo entre los dientes... Se hacen inamovibles. Pero la fe es ciega y por el escaso tiempo que dure su sabor, no le molesterá correr hacia la niebla. Los escépticos no creen en ella. Realmente no dura nada.

  Su corazón salta para salir del pecho. Cuando por fin la abandone, habrá dos corazones en su mano. Uno de ellos será la tortuga. Su gabardina escarlata no dejo ningún vestigio, afortunadamente disminuyó la carga y su rostro y los dedos transportaban la mugre del lago. Corre con los pies descalzos porque las botas se rompieron de tanto correr y el cabello se enreda al contacto con la humedad.

  La tortuga es un ente latente y agonizante de la medida de su palma. Adquirió una tonalidad cruda y pantanosa que le hacía ver como una pequeña bola de lodo.

  —Te agradezco —murmuró la tortuga.

  Sarabi echó una mirada al hombro, divisando el rastro lejano de los licántropos y los camaleones envueltos en niebla. "No deberías ver entre la niebla...", estarían oliendo el sudor de su cuello; percibiendo los roces de los dedos en la acera.

  Siendo presas.

  —Cambia tus gratitudes —le bisbiseó Sarabi—. Se puede poner peor.

  —Y por lo mismo se puede poner mejor —la tortuga ocultó su cabeza en su caparazón—: existe la calma antes y después de la tormenta. Algunos días llueve y otros son soleados, de repente se nubla y el eclipse oscurece las cosas.

  Un movimiento imprevisible les tiró al pavimento. No era tan nuevo como el día en que Augusto Salmet la inauguró, pero sí lo era de dura. Pudo aplastarla si el pie izquierdo la hubiera hecho caerse. Debido a ello tendría flietes de tortuga.

Las últimas ocurrencias de un gato persaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora