10. El clan del kiwi

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1. Más allá de mí

Cazar o morir, matar o morir. Un humano no lo pensaría ni dos veces, en cambio, un gato solo actuaría. Para empezar se ha vuelto algo innato, incapaz de controlar al parecer. Parece que se encuentra en nuestros genes. Ambos hemos aprendido la técnica del acecho, nos transformamos en espías que adivinan cómo piensan nuestras presas.Aprendemos a ser pacientes (me imagino que no todos podrán serlo), un gato se establece en un punto estratégico y salta al ataque.

Se nos ha enseñado a pensar que lo hacemos por mero instinto de supervivencia, por ello podemos cazar cuanto queramos y comer cuanto podamos. Creía que para un gato era igual,pero de hecho se lanzan sobre cualquier cosa en movimiento. A veces, ni siquiera se los comen. Parece que nuestra "necesidad intrínseca" de cazar, nos supera.

Me considero como una de esas personas que siempre ven por dónde caminan, para no aplastar ningún bicho. Porque sé lo complicado que es no ser humano, conozco ese sentimiento de no ser tratado como una persona. Quizá no le causo repugnancia a tanta gente, lo sé, pero no produzco el mismo objeto de afecto como Aurelio Cornejo lo hizo en algún momento. Repito: Estar en la fila de atras tiene sus ventajas. Como escuchar música en clase o leer, escondiéndome detrás de las cabezas de los demás.

Solo basta encontrar la buena cara del cubo para armarlo correctamente. Entonces, ser un bicho puede ser lo mejor que te haya pasado.

Me he decidido por ser más responsable de mí y mis sentimientos. No quiero culpar a nadie y, desde hace unas semanas, parece que todo me está yendo mejor.

Compré una enciclopedia de animales en la Librería Arias, donde me encontré a Damián.-Parece que estar en la fila de atrás, pesa a sus pros, también tiene contras, como lo son: no conocer nada de nadie.-Su familia es dueña de la librería, cosa que no me esperaba. Había ido a esa librería tanto como al Iglú, pero nunca lo había visto allí.

Después de venderme la enciclopedia se quedó un rato conmigo. Yo lo hojeaba para corrobarar que no tuviera páginas rotas o imágenes borrosas, porque me frustra darme cuenta de ello muy tarde. La librería huele a semillas de cacao, a pesar de que Damián diga que no tiene olor. Él usaba una boina gris entre su cabello chocolate, de repente me dí cuenta que su cabello había pasado por todas las fases de un helado napolitano (aunque reservé mi comentario).

Era agradable descubrir a una persona que estuviera honrada de llevar una boina. Pues yo no conocía a nadie más que usara una boina, a excepción de papá... Quién diría que un día usaría su boina favorita, color olivo; saldría a la calle y viviría por un último día, sin saberlo. Sin saber que era la última boina que usaría y la última vez que saldría de casa conmigo, agarrándome de la mano y contándome una historia de su infancia.

-Es bonita.-señalé incapaz de contenerme. Ví su rostro ruborizado y confuso, nos encontrábamos contemplando las aves de la enciclopedia.

-¿Q-quién?Uh... ¿Esa ave?¿Hablas de Sarabi?

-¡No!-bramé porque su cara se tornó estúpida y apiñonada-. ¡Tu boina!

-¡Ahh!-disimuló su actitud al quitarse la boina y cubrirse con ella la cara. Pensé en decirle helado napolitano, pero otra vez me contuve.-Gracias... Yo-yo diría que es fascinante, pero bonita está bien.

Asentí, sin embargo, al estar cubriendo su cara con la boina, no lo notó. Continué repasando las páginas hasta encontrar un ave con una apariencia de lo más "anormal". Nombre gracioso, apariencia graciosa y fotografías graciosas; era un chiste andando; un bicho. Era un kiwi.

-¿Qué carajos es eso?-balbuceó Damián en cuanto notó al kiwi. Me recordó a mí. La primera vez que ví un pingüino puse la misma expresión.

Las últimas ocurrencias de un gato persaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora