I

367 78 323
                                    


¿Por qué solemos valorar la vida justo en el momento en que estamos en una situación de riesgo? Ninguno agradece ser capaz de respirar, de vivir, de existir, hasta que nos subimos en la cuerda floja. Siempre es lo mismo. Los seres humanos no somos capaces de ver ese cincuenta porciento de suerte que arrastramos con nosotros desde el momento en que nacemos. No somos inmortales. La vida misma, nuestras acciones, forma parte del otro cincuenta porciento. Cada día nuestras probabilidades de morir son exactamente las mismas que de vivir. Nos gusta jugar con la muerte cuando pasamos un semáforo en rojo, o cuando nadamos hacia las profundidades del mar. ¿Por qué hacemos eso? Deberíamos valorarnos más, y no solo a nosotros mismos, nuestras acciones pueden traer consecuencias que podrían afectar a los demás también. La vida puede terminar tan rápido como comenzó. Es tan corta que no nos da tiempo más que a sobrevivir. Nuestro día a día consiste solo en eso: sobrevivir. O al menos aprender a hacerlo.

—Ya está todo listo —me avisa mi madre cuando regresa a la habitación.

No voy a decir que extrañaré este lugar, porque es lo último que haría. Pero sí que voy a extrañar a ciertas personas que han pasado mucho más tiempo conmigo del que soy consciente.

Aristeo, el joven médico que está sentado en la silla ubicada en una esquina de la habitación, observa atentamente cada uno de mis movimientos. Estos últimos cinco días que he estado aquí, me han permitido conocer un poco mejor a la persona que luchó por mantenerme con vida, aquella que además le añadió un poco de color a esa constante oscuridad en la que me vi sumergida.

Yo era capaz de oír todas las voces y de sentir cada textura sobre mi piel, pero no podía ni hablar ni moverme. Esos dos meses fueron los peores de mi vida, y los mejores a la vez. Aristeo se encargó de leerme mi propio libro; recuerdo su varonil voz recitando cada palabra que plasmé en mi computador alguna vez. ¿Podría llamarlo mi salvador? No morí de la angustia solo porque él siempre estuvo aquí conmigo durante esas noches que me parecían eternas, encerrada en un cuerpo que no aceptaba ninguna orden que mi cerebro le mandaba.

Dylan...

Había llegado a creerme su existencia. Estaba segura de que ese mundo era real, pero me llevé una gran desilusión cuando al despertar me encontré en otra realidad muy distinta a la que pertenecí durante dos meses enteros. Viví en mi propia cabeza con personas que yo misma una vez imaginé. Nada de eso existe aquí. Esta es la verdadera realidad, este es el mundo al que me obligan a pertenecer.

Un carraspeo me trae de vuelta a la habitación donde dos personas esperan a que de alguna señal de vida.

—¿Te encuentras bien, hija? —me pregunta mamá, algo preocupada.

Aristeo se levanta de la silla como si hubiesen puesto un resorte debajo suyo y se acerca a mí rápidamente.

—¿Te sientes mareada? ¿Tienes nauseas? —me pregunta, analizando mi rostro con sus bonitos ojos de color miel.

Debo admitir que es un chico muy apuesto. Es alto y mantiene muy bien su imagen, estoy segura de que alguna rutina de entrenamiento debe hacer. Su cabello es corto y de un color castaño oscuro que resalta sobre su piel nívea. La barba que intencionalmente se ha dejado crecer un poco no le sienta para nada mal, incluso lo hace lucir un par de años más grande de lo es en realidad. Aristeo es guapo, inteligente, joven, simpático y divertido. Estoy segura que tiene una larga fila de féminas detrás suyo.

Han pasado cinco días desde que desperté, y durante este último tiempo hemos llegado a conocernos mejor, aunque él siempre ha sabido más de mí que yo de él. Ese libro que leyó es como un diario íntimo para mí, allí están detallados muchos aspectos de mí misma y de mi vida. Quería ser partícipe de una historia de fantasía y de amor, ¿pueden culparme por desear eso? Desde que tengo uso de razón he leído tantos libros que mis expectativas son demasiado altas para este mundo tan... normal. Entonces, hace más de un año decidí crear mi propia historia, detallar a mi alma gemela y tener un poco de acción en mi aburrida vida de adolescente.

CAITLIN | LIBRO II ~ Amor ParaleloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora