VIII

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Imposible...

¿Cómo puede ser real? Él... él está aquí conmigo, pero ¿cómo?

Desde hace días que vengo repitiéndome que su existencia es absurda, ¿qué debo pensar ahora? ¿Terminé por enloquecer? O tal vez me golpeé la cabeza al caer.

¿Es enserio?

Sí, me inclino más hacia lo último.

Su intensa mirada provoca que mi corazón incremente su golpeteo y compita con mis pulmones por ver quien trabaja más rápido. Esto es una completa locura.

Desde aquí puedo sentir el aroma de su cuerpo. Huele de maravilla, como siempre imaginé que sería: una mezcla entre el mentol, hierbas frescas y una pequeña nota dulce que hace la contra a las anteriores. Es sumamente varonil y algo adictivo para mí. Y eso no se puede imaginar, ¿o sí?

En los siguientes segundos me devano los sesos pensando en alguna respuesta que tenga lógica, pero no consigo ninguna.

No, es imposible que esto sea real. Estoy tan acostumbrada a la desilusión que me niego a aceptar esto. Desde hace días que vengo intentando cambiar mi manera de pensar, olvidando cosas que creía importantes y añadiendo nuevos recuerdos junto a otras personas. Si acepto lo que mis pocos confiables ojos ven, es probable que termine de perder la cabeza.

Cuidadosamente, Dylan me deja nuevamente con los pies en la tierra. Su rostro a centímetros del mío me permite apreciar más de cerca la perfección de sus rasgos, desde su tersa e impoluta piel, hasta sus carnosos y rosados labios. La simetría que tienen sus facciones es increíble, en mi vida había visto este nivel de perfeccionismo en el cuerpo humano. Solo en libros existe, en mundos muy distintos a este. Es casi imposible de creer que él de verdad exista.

—Tú no eres real —susurro, siguiendo el hilo de mis pensamientos. Lo más extraño es que siento un leve pinchazo en el corazón al decir eso.

¿Qué dices? Sí, es real. ¿No lo ves?

Lo veo, claro que lo veo. Solo que no sé si debería confiar en mis sentidos a estas alturas.

Este no es el momento para pensar en esto, pero la última imagen que tengo de él viene a mi cabeza sin poder evitarlo. Sus ojos, sus preciosos ojos carecían de vida. Su alma había abandonado su cuerpo para meterse en el mío, dándome una oportunidad de vivir que yo no quería. Será difícil olvidar eso.

Dylan frunce sus labios al oír mis palabras. Su rostro es una paleta de emociones que va desde el desconcierto a la amargura en una milésima de segundo. Puedo leer cada una de sus expresiones como si lo conociera de toda la vida.

Aguarden, y si yo estoy... No, no puede ser. Una loca teoría comienza a abrirse paso entre mis alborotados pensamientos. ¿Y si morí? ¿Y si nadie me salvó de esa mortal caída? Tal vez el cielo sea el único lugar donde Dylan de verdad exista. Pensar en eso me hace creer que a lo mejor hice bien las cosas en mi vida, y por eso pude entrar al paraíso.

Él luce tal cual lo recuerdo. Desde sus facciones bien marcadas hasta su contextura física de atleta. Toda su ropa se encuentra manchada de sangre, haciendo contraste con su camisa blanca y con su nívea e impoluta piel. Esto solo me confirma que bailé con él en el baile. Sí, era él.

No cabe duda de eso.

Mi mirada se detiene en sus maravillosos ojos grises, parecen irreales. La intensidad de su mirada provoca que mis piernas comiencen a temblar, ya había olvidado lo que se siente.

Una de sus manos sigue apresada a la parte baja de mi espalda, como si no quisiera romper contacto conmigo.

O asegurándose de que no te caerás de culo.

CAITLIN | LIBRO II ~ Amor ParaleloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora