Muchas veces me planteo el verdadero significado de la vida. ¿Por qué existimos? ¿Para qué propósito hacemos lo que solemos hacer diariamente? ¿A dónde queremos llegar? ¿Cuál es nuestro gran objetivo?
La vida es corta. Demasiado corta. El humano vive en promedio hasta los ochenta años, tal vez menos si es desdichado, o a lo mejor unos pocos años más si sabe como cuidar su cuerpo. Y su mente, por supuesto.
Yo soy una humana. Cada día es un cambio nuevo. Cada segundo envejezco, voy perdiendo esa vitalidad tan valiosa. ¿Qué pasó con mi inmortalidad? ¿Qué pasó con eso de ser una Raezer? A estas alturas comienzo a darme por vencida. De seguro jamás recupere mis poderes, mi vida eterna, y eso me duele muchísimo. Pero no por el hecho de que el tiempo haga cambios en mi piel y en mi cuerpo, sino porque a cada segundo que pasa mi tiempo junto a la persona que amo se agota. Me duele pensar que él tendrá que verme morir día a día, ver la luz de mis ojos apagarse conforme pasen los años. Dylan me tendrá que ver morir.
Todos esos pensamientos, que deambulan por mi cabeza desde hace un buen tiempo, son los primeros en salir a la superficie cuando levanto mis pesados párpados y veo a mi alma gemela sentada en el suelo, con la espalda contra la pared de su habitación. Sus intensos ojos grises están puestos en mí. Puedo sentir su pesar interno. Su preocupación es... arrolladora.
Apenas sus pupilas hacen contacto con las mías, se levanta del suelo a la velocidad de la luz y su expresión de tormento es reemplazada por otra totalmente distinta, donde el alivio, el cariño y la alegría surcan las líneas de su perfecto rostro.
—Hola, amor —dice con suavidad, una vez que lo tengo junto a mí—. ¿Cómo te sientes?
Es inevitable. Al oír esa palabra, mi vientre se ve colonizado por cientos de mariposas pequeñas que aletean enloquecidas por doquier.
—Hola —digo con una repentina timidez—. Me siento mejor, gracias.
Al mirar hacia el otro lado, frunzo el ceño cuando me encuentro una vía intravenosa puesta en el pliegue de mi codo izquierdo. Auch.
—Tenía que alimentarte de alguna forma —murmura con cierta inquietud en su voz.
—¿Cuánto dormí? —le pregunto, desorientada.
—Dieciocho horas.
¡¿Qué?! Eso es demasiado tiempo. Y yo que decía una "siestita".
—¿Me puedes quitar esto, por favor? —le pido, haciendo una mueca de impresión al ver la aguja dentro de mi piel. Sigo con la mirada a la estrecha manguera que se conecta a una bolsa de solución. Esto me trae feos recuerdos.
—Sí, claro.
Miro hacia el lado contrario cuando siento sus dedos sobre la piel de mi brazo. Intento no prestarle atención a la corriente que asciende por mi extremidad al sentir su contacto mientras me quita la aguja y me coloca una venda adhesiva. Al incorporarme para quedar sentada, noto que no llevo puesta mi ropa, sino una camiseta de Dylan. Me encanta llevar puesta su ropa, pero lo disfrutaría aun más si estuviese bañada. Me urge un buen baño con agua caliente.
—Miracle ya me lo contó —dice entonces, señalando con su dedo la venda que me cubre el otro brazo.
¿Y esto? Solo pasan unos pocos segundos hasta que lo recuerdo. Ella me había atacado por accidente con su poder.
—Oh, no es nada —le resto importancia.
Sujeto la mano que cuelga a un lado de su cuerpo y le doy un suave apretón. Noto raro a Dylan.
—¿Qué tienes?
Su rostro se descompone. La misma expresión afligida del principio vuelve a aparecer. Desvía la mirada de mí, tensando su mandíbula.
ESTÁS LEYENDO
CAITLIN | LIBRO II ~ Amor Paralelo
Teen FictionLIBRO II de la trilogía CAITLIN. Si aun no has leído la primera parte puedes encontrarla en mi perfil. --- ⋄ ---- Un accidente podría ser para muchos una gran tragedia. Y lo es, en muchos sentidos. Pero ¿y si el principio de todo iniciara con eso...