XXIV

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En estos cortos años de vida me he dado cuenta de que el mundo es muy distinto a como lo pintan en verdad. Todos viven en amargas y tristes realidades, y lo aceptan con mucho gusto, como si no tuvieran otra opción a elegir.

Las personas se limitan a ver el blanco o el negro de la vida. Eres bueno o eres malo; estás cuerdo o estás loco. Jamás ven subtonos. Yo creo que el limite entre ambas opciones es el gris. No estás cuerdo, pero tampoco estás loco; no eres bueno, pero tampoco eres malo. Una pequeña inclinación hacia cualquiera de esos lados podría llevarte a un camino sin retorno. Ser bueno es una cualidad admirable que no muchos tienen, pero, en exceso, podría ser perjudicial, la gente podría aprovecharse de esa bondad. Por otro lado, la maldad es una inclinación a la que muchos pertenecen; esas personas hacen daño, engañan, manipulan, roban, violan, golpean, matan...

Yo he sido capaz de ver con mis propios ojos la personificación de esa maldad. Un ser oscuro, extremadamente maligno. Él ya no tiene cura, su condición no tiene salvación. Me siento culpable y responsable de ello, porque yo decidí que así fuera.

La humanidad corre peligro. Dejé suelto a un depredador que actúa sin ningún tipo de escrúpulos. La maldad que esparce va contagiando a esos inocentes que están parados sobre ese límite entre el bien y el mal. Creé a un monstruo despiadado, sin alma...

Y ahora yo, Caitlin Blair, estoy pagando las consecuencias de ello.

No sé exactamente cuanto tiempo ha pasado desde que me fui a dormir. Pensándolo bien, ¿en qué momento decidí hacerlo?

Lentamente mi organismo empieza a deshacerse de los restos de lo que ha sido un largo, largo sueño. Pero a pesar de mis inútiles intentos, no consigo abrir los ojos.

Todo es demasiado confuso dentro de mi cabeza. Ni siquiera logro recordar qué es lo que pasó.

Pasa un buen rato hasta que mi cerebro por fin se despierta del todo. Aun así, mantengo mis ojos cerrados cuando distingo ciertas voces a mi alrededor.

—Alguien debería ir a avisarle, despertará en cualquier momento son las primeras palabras que escucho.

Si están hablando de mí, lamento decirles que ya estoy bien despierta. Pero ¿dónde estoy?

—Sí, yo iré —responde otra persona.

De inmediato mi atención se ve acaparada por su voz... Una voz varonil que me resulta muy familiar. Sí, ya la he oído antes. Un escalofrío me recorre el cuerpo entero cuando el destello de una imagen en mi cabeza quiere mostrarme por un mísero segundo a quien le puede pertenecer. Quiero retenerla por más tiempo, pero con la misma velocidad que ha aparecido también se ha esfumado. ¿Puede ser que sea...? No, es imposible. Él no podría hacerme una cosa así...

Sin moverme ni un pelo, me percato de lo entumecidos que están mis brazos. Algo los está aprisionando al respaldo de la silla donde estoy sentada. ¿Qué es esto? ¡¿Qué está pasando?!

Debes recordar, Caitlin.

¿Recordar? ¿Qué debo...? Oh, no... No, no, no. ¡Argus! ¡Ese maldito estaba en mi habitación!

De repente, el volumen de las voces aumenta, lo que me indica que hay más de dos personas aquí.

—¿Qué tan seguro está él de esto? —pregunta uno.

—¿Le estás cuestionando? —demanda otra persona.

¿Por qué todas esas voces me resultan conocidas?

CAITLIN | LIBRO II ~ Amor ParaleloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora