XIV

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—¿A esta hora? —pregunta Kyle, extrañado.

—Sí, es mejor si no hay nadie en las calles —digo.

Se supone que tenemos que morir para abrir el portal, pero ¿y si eso llegara a fallar? No quiero que haya gente curiosa alrededor.

¿Te das cuenta que es una misión suicida?

Soy consciente de ello, pero no hay otra forma. Elegí creer en esto, en ellos, en su mundo. En mi mundo. Lo haré.

—Aun no tienen idea de donde está esa entrada, ¿verdad? —pregunta Taylor con una ceja en alto.

—Ya la tendremos —contesto borde.

Sujeto la muñeca de Kyle y lo arrastro hacia la salida.

—Aguarda, me llevaré el coche —me detiene. Se acerca a una mesita decorativa donde Dylan dejó las llaves—. Oye, tú fuiste quien lo chocó en primer lugar, yo tengo mejores reflejos.

¿Qué está diciendo?

Tardo unos segundos en comprender que está hablando con Dylan, claramente yo no puedo oírlo desde aquí, mi audición no tiene la misma agudeza que la de estos chicos. Incluso Taylor niega con la cabeza a la supuesta respuesta de Dylan. Kyle simplemente voltea los ojos y me abre la puerta para que salga primera.

—Es un pesado —murmura por lo bajo apenas estamos afuera. Pasa un segundo y voltea los ojos nuevamente a algo que ha oído—. Muy gracioso.

A veces me sorprende la capacidad auditiva que tienen.

—¿Qué te dijo? —pregunto con curiosidad.

—Preferiría no repetir eso delante tuyo, yo soy un caballero —al terminar de decir eso, me abre la puerta del coche para que yo suba.

Suelto una risita al oír lo último, ¿lo dice en broma?

—¿De qué te ríes? —pregunta medio segundo después, ya arriba del coche. Me cuesta acostumbrarme a que se muevan con esa velocidad delante de mí.

—Tú tienes de caballero lo que yo tengo de rubia —digo con retintín.

—Tu no eres rubia —dice extrañado, encendiendo el coche.

—Exacto —amplío mi sonrisa.

Kyle tarda un par de segundos en entender mi insinuación. Cuando al fin lo hace, me mira con los ojos entrecerrados.

—Agradece que eres una humana, porque en el otro mundo ya te hubiese hecho llorar, Caitlin —dice con altanería, mientras conduce el coche lejos de la casa donde está mi perdición.

—No lo creo —respondo, segura de mí misma.

Entonces, de un momento a otro, miles de chispas tocan el costado de mi cuerpo, haciendo que me retire para el lado opuesto.

—¡Ay! —grito dolorida.

—Lo siento, se me escapó el escudo —dice él en un tono burlón.

Lo fulmino con la mirada y vuelvo la mirada al frente, cruzándome de brazos.

Tú te la buscaste.

—¿Siquiera sabes a dónde tenemos que ir? —le pregunto de malhumor.

—Claro que no, yo solo conduzco —contesta como si fuese lo más obvio del mundo.

Suelto un suspiro y le indico la dirección.

Al llegar, levanto la cabeza y miro el enorme edificio que se alza frente a mí.

—¿Quieres charlar a esta hora? —pregunta confundido.

CAITLIN | LIBRO II ~ Amor ParaleloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora