XXIX

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A estas alturas las cosas comienzan a ponerse realmente feas. Dylan está perdiendo sus poderes a una velocidad sorprendente, y eso me tiene por demás de ansiosa.  

Han pasado tres días desde el incidente en el que nos enteramos del grave problema. Sus poderes están a poco de desaparecer, él no hace más que volverse humano a cada hora que pasa. ¿Por qué le sucede eso? Estamos en su mundo, aquí no debería convertirse en un humano, sino que tendría que conservar sus poderes como los demás.

Ahora él también es un blanco fácil para los demás Raezers, y eso me tiene de los nervios. Si llegara a sucederle algo... yo no podría soportarlo.

Me giro en la cama y dejo caer mi mano sobre el lugar donde debería estar Dylan. La mejor parte de estar hospedándonos en hoteles es que él y yo podemos dormir en el mismo cuarto, los dos en una misma cama.

Me encanta poder decir que no hemos perdido el tiempo en ninguna de las cinco noches que llevamos durmiendo juntos. Es el único momento en que podemos ser solo nosotros. Nos aislamos en nuestra propia burbuja y dejamos afuera todos los problemas que tenemos encima. Que decir, con poderes o sin poderes, Dylan sigue siendo excelente en la cama. Él sí sabe como transportarme al paraíso cada vez que hacemos el amor. Me hace olvidar de absolutamente todo. En ese instante solo existimos nosotros dos.

Mi mente divaga en la última noche, recordándome la forma en que sus masculinas manos me acariciaban cada tramo de piel, o como su viril cuerpo se amoldaba a la perfección con el mío, como si fuésemos dos piezas de rompecabezas hechas para estar una con la otra. Eso lo tenemos bien claro. Y lo que tampoco ha desaparecido es la magia que nos envuelve cada vez que nos entregamos el uno al otro. Ese vínculo no podría romperse ni aunque el mundo se fuera a terminar. Nuestro amor cruza todos los límites, cada frontera, porque estamos unidos desde el alma. Y esa conexión es inquebrantable. Estoy más que segura que seguiríamos sintiendo lo mismo por el otro si nuestro destino fuese ser solo humanos.

Las sábanas se deslizan por la piel desnuda de mi cuerpo cuando al fin me levanto de la cama. Mientras me coloco las bragas, mis pupilas se topan con la camiseta negra de Dylan que ha dejado colgada sobre una silla. No dudo en ponerme su prenda. Inhalo la fragancia de la tela y dejo que mis pulmones se llenen de ese maravilloso aroma.

Hace una hora que él tuvo que marcharse hacia Idaho por un par de problemas que tenía que solucionar en la empresa, que requerían de su presencia y la de Kyle. Aun no han regresado, eso me resulta extraño.

El sitio donde nos alojamos esta vez es mucho más amplio que los anteriores. Ubicado en el sexto piso de un edificio, cuenta con tres habitaciones matrimoniales, cada una con sus respectivos baños. La sala común es bastante espaciosa, tiene un sofá individual, dos sofás amplios y una gran alfombra por debajo que combina con la gama de tonos beige de la estancia.

Dylan es quien se encarga de todos los gastos. Todos quisimos aportar algo, pero no nos ha dejado.

Tú tampoco podrías aportar mucho...

Yo aporto el amor, eso vale más que todo el dinero del mundo.

¿Tú crees?

Por supuesto.

Muerdo mi labio inferior, pensativa. Hay algo que me está preocupando. Desde que me desperté, estoy sintiendo una extraña sensación de culpabilidad que no hace más que ahogarme. ¿Por qué me siento culpable?

¿Estás segura que eres tú?

O a lo mejor... Dylan. ¿Qué le pasa?

Me levanto de la cama y camino hasta la puerta del cuarto para ir a ver si está en la sala. Pero mi mano queda suspendida sobre la perilla cuando escucho un par de voces provenir de allí.

CAITLIN | LIBRO II ~ Amor ParaleloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora