XV

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Nunca antes en mi vida creí que la mente humana fuera capaz de sobrepasar ciertos límites de lo racional. 

Las personas que sufren de locura crean su propio mundo, aislando al resto para que nadie más que ellos puedan ingresar. ¿Saben por qué? Porque al final del día, ellos son los únicos capaces de entenderlo. Pero si existiera la remota posibilidad de que las demás personas también pudieran ver esa nueva realidad, ¿quién sería el verdadero loco? ¿Quién creó ese nuevo mundo? ¿O quienes pueden verlo? 

Hago a un lado ese tipo de pensamientos que suelen mantenerme despierta durante las noches, y me enfoco en lo que está sucediendo ahora. 

No me atrevo a abrir los ojos, porque ni siquiera sé si aun sigo existiendo. Me concentro en pensar cosas positivas para no dejar que la ansiedad me consuma mientras siento como soy arrancada con una brutalidad bestial de la Tierra a la que pertenezco. Lo extraño de todo esto es que no siento ningún tipo de dolor. ¿Será que ya habré muerto? 

Reconozco que lo que hice fue una locura, pero necesito salir de esta gran duda que no me permite continuar.  

Mi piel se eriza cuando siento una cálida brisa acariciándome con suma delicadeza, tal cual lo haría con un pétalo de rosa para evitar hacerle daño. Esa magia danza a través de mi cabello, agitándolo levemente, y luego se mete por cada uno de mis poros para sentirla corriendo por mis venas. 

Temerosa de lo que pueda encontrarme, me atrevo a abrir los ojos cuando siento mi cuerpo más ligero de lo normal. Entonces, un inaudible jadeo se escapa de mi boca al ver algo sumamente irreal y precioso a la vez. Estoy suspendida en la nada misma, rodeada de millones de destellos dorados que brillan con una delicadeza que me dejan maravillada. Lucen muy similares a esas partículas que se aprecian en ese único rayo de luz que entra a una habitación. 

Cuando creo que no podré resistir semejante esplendor, una presión en mi pecho me hunde lejos de esa vista surreal, arrastrándome hacia un vacío negro que no parece tener fin, perdiendo por completo la noción del espacio-tiempo. 

Lucho por regresar a flote, pero moverme en esta oscuridad es como hacerlo en el mismísimo espacio exterior, no hay gravedad. No hay oxígeno. Me dejo llevar por esa corriente que no parece querer dirigirme hacia ningún lado. El inevitable final cada vez tarda más en llegar. 

De pronto, el panorama cambia a mi alrededor. Un pequeño punto de luz aparece al final del túnel y comienza a agrandarse a medida que me acerco al mismo. ¿Ese es el cielo? ¿A pesar de todos mis errores podré entrar a ese paraíso con el cual todos sueñan? 

Después de lo que me parece una eternidad, cierro los ojos cuando la luz me ciega por completo y me succiona fuera de aquel misterioso mar negro. El aire ingresa de golpe a mis pulmones y la gravedad hace su trabajo jalándome con fuerza hacia abajo, hasta que, finalmente, mi cuerpo se estrella contra algo solido. Mi respiración es pesada y dificultosa debido a la caída, pero logro recomponerme a los pocos segundos. Primero muevo los dedos de mis manos y un gran alivio me invade al notar que me responden. Soy capaz de sentir con las yemas de mis dedos la hierba que hay debajo de mí, cubierta con un ligero rocío que la hace más suave al tacto. Esto es increíble. Es real. 

Me siento una tonta sorprendiéndome por la textura de la hierba. En mi defensa, se siente como si hubiesen pasado años desde la última vez que pude tocar u oler el aroma a naturaleza. Todo eso puedo hacerlo ahora. Mis sentidos se encuentran más sensibles de lo normal, permitiéndome hasta oír con más claridad que antes el canto de los pájaros, o el agua que cae de una cascada desde una gran altura. También percibo el sol sobre mi piel, brindándome un calor acogedor.

Levanto los párpados muy lentamente, acostumbrándome de a poco a la luz del día. 

¿Dónde estoy?

CAITLIN | LIBRO II ~ Amor ParaleloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora