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La puerta de Harry ahora le parecía terriblemente intimidante.

Estaba tan nervioso que apenas podía sentir sus manos. El nudo en su estómago se asemejaba al que había sentido alguna vez cuando le tocó presentar su tesis, y aquello era ridículo por sí solo.

¿Por qué ver a Harry lo ponía de esa manera? Era... Harry. Lo quería, lo extrañaba. Le había hecho daño por razones estúpidas que ahora escapaban de su entendimiento y tenía que encontrar una manera de arreglar las cosas, de demostrar que estaba arrepentido y que quería estar con él.

Quizás lo que lo ponía nervioso era recordar que las cosas no siempre dependían de él.

Le gustaba vivir en un mundo en el que creía que lo que le pasaba tenía relación directa con lo que hacía. Había aprendido una vez que las tragedias no escogían, pero si hacía las cosas bien y se mantenía enfocado quizás podía olvidarse de cómo se había sentido el día en que fue tomado totalmente por sorpresa, y empujado a una realidad desconocida.

El único problema era que la vida estaba llena de cosas que escapaban del control de uno. El amor era una de ellas, y se sentía como un iluso por no haberse dado cuenta antes.

Podía tratar de no ser un completo imbécil, pedir perdón, querer y extrañar, pero no todo iba a depender de él, no todo podía siempre depender de él. La persona que quería ahora iba a tener la última palabra, y Niall no sabía si sus disculpas iban a ser suficientes para un alfa que en definitiva no lo necesitaba.

Tocó el timbre, y por un segundo lo único que podía considerar eran los nervios que estaban paralizando todos los centímetros de su cuerpo. Tenía que pensar en algo, en alguna frase bonita, algo carismático que pudiera nivelar los ánimos, algo sincero que demostrara lo arrepentido que estaba por no haber escrito un simple "estoy bien" o haber confiado en el único alfa que le había demostrado que en alguna parte del mundo, si existía alguien para él que lo quisiera por cómo era.

Cuando le había tocado a Harry pedir perdón, este había tocado su puerta y le había dicho una frasecita que Niall aún recordaba. Sonrió al pensarlo.

"¿Sabes cuál es la regla número uno de un abogado?"

Era tonto, pero Harry tenía la extraña habilidad de hacer que todo sonara increíble. ¿La habría practicado? ¿Cómo se habría sentido antes de tocar su puerta en un momento que rebalsaba en incertidumbre? Era extraño querer y no estar seguro si aún existía manera de que los sentimientos fueran correspondidos, querer y no saber si la otra persona aún quería quererte de vuelta. La vida era tan efímera que cómo mecanismo de defensa los humanos se habían obligado a fingir que no todo podía acabar en un santiamén, pero, ni ese pensamiento lo hacía sentir tan indefenso como el nerviosismo que presentaba la opción de perder a Harry.

Cuando la puerta no se abrió tocó el timbre nuevamente, cambió nerviosamente el peso de su cuerpo al otro pie, miró el pasillo vacío y el ascensor por donde se había ido Desmond luego de dejarlo justo en frente de la puerta y decirle que tenía que marcharse porque Harry no lo quería mirarlo ni en pintura. No le había deseado buena suerte, pero quizás lo vio tan inseguro que sintió la necesidad de darle una palmadita en la espalda. Niall la agradeció mientras miraba al hombre que alguna vez fue a su casa a insultarlo, marcharse hacía el elevador con una pequeña sonrisa de apoyo.

Era un anciano sin modales, prepotente, frívolo y clasista... pero ahora se sentía agradecido.

La puerta por fin se abrió en un segundo en el que estaba desprevenido. Y fue una total sorpresa.

La figura delgada de una mujer, con una larga melena rubia que caía sobre sus hombros y dos ojos de color miel que se abrieron al verlo fue un extraño puñetazo en el abdomen. A Niall bien podrían haberlo apuñalado ahí mismo.

say my name ; nsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora