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6. Tormentos del pasado.

El atardecer en las calles de Londres se presentaba de manera cálida y anaranjada mientras mi querido amigo y compañero de trabajo Alexander Harris se caía sobre diez kilos de helado.

— ¡ALEXANDER, LOS HELADOS!

Grité desesperada al ver caer todo el helado, los conos de galletas destrozándose bajo el cuerpo del pelinegro y el suelo completamente cubierto de helado. Tomé algunas cajas de helado que sobrevivieron a la caída. El frigorífico era pequeño y hacía muchísimo frío.

— Joder, Juliet ¿vas a ayudar a levantarme? —pregunta Alex agobiado. Lo miré de mala gana unos segundos y lo tomé de las manos.

El hijo de puta me tiró junto con él al suelo.

— ¡Alex! ¡Estás loco!

— Ya están todos destruidos, ¿qué se puede hacer?

— ¡No seguir destruyéndolos!

Me paré como pude y ayudé a Alex a pararse también. Caminé hasta la barra y tomé el equipo de limpieza para pasárselo al tonto.

— Vas a limpiar todo, tengo que hacer guardia y tú vas a explicarle a la jefa que perdimos doscientos euros en mercancía. —dije pasándole las cosas. Lo último que vi fue su cara de indignación antes de volver a la caja y seguir con el trabajo.

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Llevaba aquí toda la tarde, debía cubrir a Alex hasta la noche ya que él tenía una reunión importante en su otro trabajo, el cual era la mismísima y original tienda Louis Vuitton. Estoy rodeada de pura gente rica, y ¿quién no lo es? Yo, por supuesto.

Estaba anotando algunas cosas en la libreta de la heladería y la campana de la puerta, indicando que alguien había entrado, sonó.

— Bienvenido a Ice Dream, ¿en qué puedo... —alcé la vista para encontrarme con un chico de capucha negra. Una figura masculina que reconocería de aquí a mil años luz.

Tom.

El chico estaba destruido. Con ojeras hasta el suelo y una tez blanca que alucinas. Jamás lo había visto así y verlo me asombraba.

— Tom... —murmuré por lo bajo. El castaño alzó la vista hacia mí y divisé un moretón en su ojo derecho.

— No vengo a rogarte nada —su voz se quebró, se sobó la nariz—, pero aún me importas y como tal, necesito hablarte.

Fruncí el ceño y asentí. Debo admitir que soy muy metida y odio quedarme con la intriga.

— En diez cerramos, espérame.

Y así fue. Cerré las cortinas y apagué las luces del lugar para cerrar completamente el lugar (excepto el frigorífico, claro). Alex habló con la madre de Tom sobre el inconveniente, misma que nos dijo que luego hablaríamos.

— Sígueme hasta mi casa. —dije severa.

Me coloqué mi chaqueta de cuero negro. La noche había caído y las calles estaban llenas de turistas sacándose fotos frente al palacio.

GOLDEN AGE; ruel |EDITANDO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora