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𝐒𝐨𝐥𝐚.
Juliet.

La habitación del Rey se sentía fría, como si nadie hubiese estado en días. Era una sensación rara saber que aquí tuvimos las mejores charlas nocturnas, la mejor química y las miradas con más sentimientos que los científicos no podrían explicar, pero ahora todo eso ya sólo se quedaron en recuerdos melancólicos.

Tomé mi último cajón de ropa para apoyarlo en la cama y meterla en la maleta. Ruel me miraba apoyado en la marco de la puerta, con las manos en sus bolsillos y la mirada decaída. Hice un esfuerzo para cerrar la maleta, la dejé en el suelo y guardé nuevamente el cajón.

— Yo llevo los bolsos. —dice Ruel, tomando lo demás del equipaje.

Ni siquiera me negué, no tenía ánimos de nada, tenía sueño y frío. Agarré mi valija y los dos salimos de la habitación para salir a la entrada principal.

Le entregué la maleta a un sirviente y éste lo metió en la baulera. Rodeé el auto, me subí en los asientos de atrás y cerré la puerta de un portazo. Ruel se acercó y tocó el vidrio, así que lo bajé un poco.

— No voy a pedirte que vuelvas hasta que tú lo decidas... pero, por favor, come y duerme. —ruega con ojos de perro.

— Por favor, no hagas esto. —saqué la vista de sus ojos— No actúes como si te importara.

Ruel ya no dijo más nada, me observó una vez más y se alejó de la puerta del auto, el cual arrancó luego de que cierre el vidrio.

El viaje hasta el castillo de Windsor fue largo para mí. Me dediqué a llorar silenciosamente, Albert manejaba culpable al no saber qué hacer o decir. Mi única amiga en ese momento era la música que sonaban en mis auriculares, Coldplay era mi salvación en mis momentos de tristeza. Necesitaba estar a solas un tiempo, se lo comenté a Ruel y él lo aceptó algo disconforme. No había comido casi nada, todo lo que comía me hacía dar náuseas o sentir culpable, tampoco había dormido. No podía pegar un solo ojo por el maldito dolor de cabeza y el ardor que llorar me hacía.

Cuando llegamos al palacio, Olivia y Alexander me esperaban parados en la entrada. Quería que ellos estuvieran conmigo, no quería superar esto sola. Bajé del auto y ellos corrieron a mí para abrazarme, no pude evitar entrar en llanto, lo que más necesitaba era un abrazo de ellos porque eran los únicos que jamás me traicionarían.

— Venga, vamos a dentro. —dice Alex, quien vestía de hombre ahora.

Él me rodeó del hombro y Oli de la cintura, ambos me acompañaron hasta la sala de estar que estaba a pocos metros de la entrada. Se sentaron junto a mí y esperaron en silencio a que mis lágrimas dejaran de caer. Ellos sabían que necesitaba largar toda esa mierda primero.

— No puedo explicar el dolor que siento en el pecho. —dije una vez que pude calmarme. Alex, que me abrazaba y acariciaba mi hombro, se estiró para tomar un vaso de agua y entregármelo.

- Y yo no puedo creer que hayan mentido de esa manera... Solo a ellos se les ocurre traer a la realeza a la hermana de un niño robado. -se queja Olivia- ¿En qué mente cabe eso?

- Todos sabemos que existe una doble cara detrás de todas esas coronas y carrozas de oro.-me limpié la nariz con el puño de mi blusa.

- Lo mejor que puedes hacer ahora es pensar lo que harán Ruel y tú. Ustedes no pueden estar así y mucho menos divorciarse.

- Divorciarse es más peligroso que contarle todo a la prensa, Julie. -concuerda Olivia.

- No voy a divorciarme ni voy a hablar a la prensa, dejaré a Ruel con ese miedo. -decidí.

- Eres mala, me encanta. -sonríe Alex, acurrucándome para darme un beso en la mejilla. Olivia se incorporó y ambos me abrazaron tan fuerte que sentí mis órganos moverse del lugar.

Los chicos decidieron esperar por mí en la puerta de la biblioteca hasta que terminara de estudiar. La nueva biblioteca era más pequeña que la del palacio, pero mucho más linda y decorada. Tenían miedo que tomara un cuchillo y me corte las muñecas, pero la verdad es que si quería morir, era de forma épica.

Albert también estuvo a mi lado todo el tiempo por si necesitaba algo o decidía hacer alguna locura. Es que, de verdad, ¿me ven tan inestable? Porque lo único que deseo ahora mismo es leer Hush Hush y tomar colacao.

- Su Alteza, el rey está en la televisión. - anuncia Albert.

- Prendela, por favor. -ordené sin quitar la vista del cuaderno que estaba escribiendo.

Albert se acercó al pequeño plasma y buscó el canal donde Ruel estaría hablando. Ese día inauguraría la estatua típica estatua que se le hacen a los nuevos reyes de una nación. Se supone que yo tendría que estar allí, pero viva Inglaterra.

- Principalmente, quiero agradecer a todos los presentes aquí y a todo nuestro equipo que nos apoya y guía constantemente, a mis difuntos padres que me han formado como Rey, a mis amigos que apoyan emocionalmente y a mi esposa, la Duquesa de Londres, por la compañía absoluta que me ha brindado este último año. Estoy sumamente agradecido y orgulloso por el trabajo de cada uno. Estamos haciendo de Inglaterra, una vez más, el más grande del mundo. La estatua de la Era Dorada es un símbolo de coraje, lealtad y esfuerzo, los tres componentes que cada uno en este país debe llevar como meta en su día a día.

- Si el rey lo dice... -bufé. Dejé de escribir para prestar más atención y guardé la pluma en mi cartuchera. Albert ahogó una risa.

- Quiero pedirles a cada uno que miren dentro de ustedes, y que cuando lo hagan, lo primero que piensen sea "estoy orgulloso de dónde vengo, y si tengo que defender mi lugar, lo haría sin dudar". Porque el día que yo no esté aquí, mi hijo lo estará, mis nietos lo estarán; ustedes estarán, y a todos nos unirá lo mismo... Nuestro hogar, nuestro lugar, nuestro idioma y nuestras costumbres. Esta estatua es de todos ustedes, que con esfuerzo y dedicación, harán de la Era Dorada, la Era Ruelina, como quieran llamarlo, única e histórica. Gracias.

El rey tomó una cuerda dorada y tiró con fuerza de ella para destaparla. La estatua era de un dorado brillante, casi como el oro. Estaba tan bien tallado que cualquiera diría que era Ruel pintado con diamantina. Su sonrisa podía tapar cualquier abismo que el rey estaba viviendo, pero su mirada perdida, su inquietud y su "sin-saber-adónde-ir" lo delataban.

Miré mi antebrazo, como si estuviera observando mi tatuaje y volví a ver al rey en la televisión. Kintsukuroi. El significado de este tatuaje hablaba mucho de nuestra relación, porque aunque estaba rota por dentro, aún quería a Ruel cerca de mí, lo necesitaba tanto como al aire y él a mí como mi silencio.

Me sentí una completa idiota por la actitud de los monarcas, más viniendo de Connor que siempre mostraba una actitud sin pelos en la lengua cuando hablaba conmigo. Pero es que no terminaba de cerrarme porqué nos juntarían tanto sabiendo que este secreto podría llevarlos a la ruina. Su ruina dependía de mí y yo no podía contener toda esa ruina encima.

La Corona, una vez más, demostraba su lado oscuro y la carga emocional que esas tiaras, llenas de diamantes brillantes, contenían.

Slingshot.

GOLDEN AGE; ruel |EDITANDO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora