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𝐆𝐫𝐢𝐞𝐭𝐚𝐬.
Ruel.

La ausencia de la Reina en el castillo se podía notar. La mayoría de mis guardias estaban decaídos o hacían las cosas con miedo, como si tuvieran miedo que yo les hiciera algo, pero sólo me enojaba la idea que creyeran que podía hacerles algo. También me afectó a mí, cada día era una nueva golpeada a la pared y los nudillos más rotos que nunca. Me sentía vacío y sólo a pesar de estar constantemente con Taylor apoyándome y tranquilizándome.

Estaba en mi despacho, con un vaso de whiskey en la mano y el pelo desordenado, la barba comenzaba a crecerme y podría acabar con la pobreza si vendía mi cabello. Taylor me observaba con su cigarro en la mano.

— ¿En qué piensas ahora? —preguntó, soplando una nube de humo.

— En ella. —respondí obvio y sin ganas. Movía el vaso con mis dedos y lo observaba con detenimiento.

— Ruel, debes enfocarte en lo más importante: el trono. —se levanta del sofá y camina apreciando los cuadros de pintura en la sala.

— En el trono está el Rey y la Reina, de nada vale si solo hay uno.

— Pero ese "uno" es el que se ha entrenado toda la vida para mantener a este país firme. —me rodeó por detrás y se sentó en mi escritorio con los brazos cruzados.— No es sólo este país, es el mundo entero, porque...

— Porque quién domina Londres, domina el mundo. —terminé por ella.— Lo sé.

La miré serio, ya no quería escucharla. Sólo quería escuchar a Juliet, ella sabía cómo tratarme, era como una anestesia para mis malas decisiones, para mis malos humores y para mis alteraciones. Juliet era todo para mí, y la hice mierda de la manera que jamás creí hacerlo. Connor decidió darle su espacio y volvió a Grecia para continuar con su trabajo de príncipe.

— Tú eres el rey, Ruel. Si no haces las cosas por ti mismo, nadie va a hacerlas. —suelta en un tono de enojo.

Me paré lentamente y me acerqué tanto a ella que pude sentir su respiración chocar contra mis labios.

— La gente hará por mí lo que yo les diga, ¿acaso no has visto cómo tiemblan mis guardias cuando me ven? —toqué su brazo izquierdo y comencé a acariciarlo. Noté como el pulso le aceleró— ó cómo se arrodillan ante mí cuando aparezco...—llevé mi mano a su mejilla, Taylor cerró los ojos y soltó un pequeño gemido— ó cómo se te acelera el pulso cuando estoy cerca de ti.

Ella abrió los ojos y nuestras frentes estaban juntas, a metros de cometer el peor pecado que un amante podría hacer. Puse la palma de mi mano alrededor de su cuello y la respiración de Taylor comenzó a agitarse.

— ¿No es eso lo que quieres, Tay? —murmuré cerca de su oído— Sé que lo has deseado desde que eras una pequeña niña, tan linda e inocente.

— Si...

— ¿Ah, si? —la volví a mirar a los ojos.

Me acerqué a centímetros de sus labios, casi podía sentir la comisura de éstos rozar con los míos.

— Es una lástima que hayas desperdiciado toda tu vida intentando conquistar a alguien cuyo único amor es La Corona. —apreté más su cuello, Taylor abrió los ojos— ¿Realmente creíste que prestándole más atención al pueblo de mierda iba a olvidarme de cuál es mi propósito?

— No puedo res-respirar. —toma mi muñeca con ambas manos, intentando zafarse.

— Seré asesino, un psicópata, un sádico... pero sé diferenciar muy bien lo personal y lo profesional. —hice más fuerza en el cuello de la pelinegra, su rostro se volvió completamente rojo— ¿Pensaste que no vería las cámaras dónde mandas a Scarlett a esconder esos malditos documentos? ¿En serio, Taylor?

— Ruel. —su voz era asfixiante.

La solté de un empujón haciendo que caiga al suelo e intente recuperar el aire agitadamente.

— Eres... Eres un monstruo. ¡Un monstruo! —grita con las lágrimas corriendo sus mejillas. Se levantó lentamente del suelo.

— Casi veinte años de amistad y recién te enteras. —tomé el vaso que estaba en el escritorio y lo llené un poco más de la botella. — Yo seré un monstruo, pero me meto en los asuntos de los demás.

— Acabarás muerto, Ruel. ¡Vas a lamentar toda tu miserable vida!

— Si, ya, mucha cháchara. —agité mi mano y mandé el vaso a mi boca.

La pelinegra se marchó de allí limpiándose las lágrimas entre sollozos. En esta oficina, cualquier chica termina con mis manos en el cuello o llorando. Ya debo cambiar esa mal costumbre.

Ahora podía pensar con claridad sin tener una cotorra diciéndome lo que debía hacer o no. Tomé un plumón y un par de hojas que tenía en mis cajones y comencé a escribir.

Si quería recuperar a Juliet, debía hacerlo de una manera inesperada y única. Ni rosas ni chocolates. Iba a hacerlo único, algo que solo ella y yo entendamos. La verdad es que habían muchas cosas, como los búhos que estornudan o nuestro tatuaje.

Y sabía perfectamente qué hacer... ¿Cómo lo harían Jack y Rose?

Slingshot.

GOLDEN AGE; ruel |EDITANDO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora