Capítulo 14 - En Pedazos.

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Y allí se encontraban, jugando al juego favorito de Billy. Freddy estaba arrodillado, apoyando sus manos sobre las piernas de un erguido Billy y moviendo su cabeza hacia adelante y hacia atrás, siendo sujetado y guiado por la mano derecha de su novio.

-Sí, así, Freddy...

Notaba como entraba y salía de su boca. Era demasiado grande. Pero le volvía loco, y todavía más su dueño. Cerró sus ojos y se concentró únicamente en su respiración. Podía escuchar los suaves gemidos de Billy siendo expulsados de sus labios y colándose por sus oídos. Detrás de ellos se encontraba su ordenador, con los créditos de la película de superheroes rodando por la pantalla. A Freddy no le importaba haberse perdido el final de la cinta, pues aquella placentera práctica podía sustituir una negada reacción por una jovial sensación de excitación.

Llegó el final. Sintió todo por su boca y, arrodillado desde el suelo, observó a un orgulloso y sonriente Billy, que le acariciaba el cabello y le ordenaba sus ya desordenados rizos. Freddy pensó que ya había terminado, que ya le había dado a Billy lo que quería y que ambos volverían a la cama para dormir. Pero estaba rotundamente equivocado. Billy agarró la sábana y limpió la boca de Freddy, quién con la mirada confusa, no comprendía que estaba tramando su amado. Entonces sucedió. Billy lo empujó con calentura a la cama, subiéndose encima de su miembro y masajeándole su abdomen con las manos metidas por la camiseta del más pequeño. Se abalanzó hacia atrás y comenzó a bajar su pantalón. Freddy tembló. Ahora era su turno. Billy quería satisfacer a su campeón, al chico que le daba tantas alegrías día tras día. No hubo mucha dilación. Billy tenía claro lo que quería y así lo hizo. Empezó a lamer y Freddy solo pudo gemir, sin poder contenerse y estampando su cabeza contra la almohada mientras sus manos agarraban con fuerza la sábana sobre la que se encontraba tumbado. Una ráfaga de calor recorrió sus brazos y caló hondo en su corazón. Tras aquello, se pudo decir que el chico vio por completo las estrellas.

* * *

La mañana del día posterior transcurrió con normalidad. Billy y Freddy salieron temprano, antes que sus hermanos, para así poder dar un largo paseo antes de separarse en su inmersión a la escuela. Nada más llegar, sabían que sería difícil verse a lo largo de la jornada, pues Freddy tenía un examen muy importante y estaría estudiando en la biblioteca, mientras que Billy estaría la mitad del día entrenando en el gimnasio para el torneo de baloncesto entre las diferentes escuelas de Filadelfia. Billy quería que Freddy fuera a verle jugar, puesto que el rizado nunca había acudido a ninguno de sus partidos. Antes de ser novios, se excusaba alegando que el baloncesto era un juego demasiado aburrido e inferior a su intelecto, afirmando que prefería leer una tanda de tebeos en casa en vez de quedarse a ver a Billy después de la escuela. Billy solo se reía ante la cabezonería de Freddy. Pero una vez se convirtieron en pareja, Billy deseaba que Freddy le contemplara encestando canastas y llevando la victoria a su equipo. Pensó que aquel día podía presentar la oportunidad perfecta para volver a preguntárselo, ya que se celebraba la primera ronda de dicho torneo. Todavía no le había dicho ni una mísera palabra. Solo esperara que en aquella ocasión sí que aceptara su propuesta.

A veces Freddy podía ser tan testarudo.

Pero Billy le amaba con todo su corazón. Era su niño querido, al que siempre protegería sin importar las circunstancias. Cuando el reloj por fin marcó las dos de la tarde, Billy cayó y rozó su rodilla sobre el brillante suelo del gimnasio, lo que le causó una palpitante herida. Sin embargo, su entrenador le señaló que tan solo era un leve rasguño y que no le impediría jugar el partido de aquel día. Le envió a la enfermería. Billy abandonó el gimnasio y recorrió los alargados pasillos, pasando sus dedos por las taquillas a la vez que su paso avanzaba con detenimiento. Entró en la enfermería y fue curado. Pero, justo cuando se dirigía a la salida, miró de reojo a una de las pequeñas salas que había abiertas, y pudo observar a Freddy sentado sobre una alargada camilla. Tenía los ojos rojizos y las mejillas bañadas de espesas lágrimas. Billy se acercó y se arrodilló ante él, moviendo su cabeza para intentar captar su mirada.

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