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Volvimos a casa, a nuestra rutina y asimismo al silencio, que aparentaba ser peor que en las ocasiones anteriores, pues esta vez ambos estábamos al tanto de todo, lo que volvió imposible que fingiésemos ignorarnos por casualidad y no con toda la intención de no dirigirnos la palabra.

Cada segundo que Jackson me pasaba por alto, notaba como se agregaba una navaja más al nudo de cuchillas que amenazaba con desgarrarme la garganta para obligarme a escupir sangre revuelta con una gran cantidad de verdades y lloriqueos lastimosos. Era mi culpa, eso era claro, pues fui yo quien aquella mañana fue más brusco de lo necesario antes de marcharse. Él estaba en lo correcto, me comportaba como un niñito asustado, sin embargo, eso no apaciguaba el dolor.

Lo que me arrastró al colapso mental y a saber que no estaba dispuesto a continuar soportándolo, tuvo lugar una semana después de volver de California. Fue un día largo ensayando una nueva canción; Paige estaba ahí, más cariñosa que de costumbre, y tú aparentabas no solo que yo no te importaba, sino que no existía. «Sam, dame esto; Bryan, pásame aquello; Paige, dulzura, ¿me extiendes la libreta?». No exagero cuando digo que no pronunciaste mi nombre o me miraste una sola vez. Tuve que averiguar por mi cuenta cómo acoplarme a ustedes.

Al volver a casa me acosté con el rostro contra la almohada y descargué todo lo que llevaba acumulando por meses, dejando todas mis lágrimas saladas sobre una almohada desgastada y deseando poder ahogarme en ellas para no tener que buscar una solución. Llegué a considerar que lo mejor era abandonar de una buena vez, desertar de la banda, renunciar al sueño con tal de sentirme mejor o, en el peor de los casos, al menos olvidarme de lo patético que me volví en tan poco tiempo. Recordaba bien lo que era sentirse feliz, y me quemaba las entrañas ser incapaz de encontrar una vez más ese sentimiento por más que intentase.

El verme al espejo y encontrar una figura que interpretaba pequeña y miserable era regular. «No deberías llorar, mucho menos por otro hombre», mascullaba mi reflejo viéndome a los ojos. El inmenso daño que me hizo estar a la expectativa de lo que debían o no hacer los hombres en lugar de pensar solo en lo que yo deseaba.

La idea de dejarlos aún daba vueltas por mi mente inquieta al despertar, aunque pese a ella, por primera vez me sentí decidido a hacerle frente a las cosas. Me despedí de mi madre y salí dispuesto a encararte, listo para solucionar nuestra situación o tirarlo todo por la borda. Me dije a mí mismo que precisaba ser más como tú, empezar a rechazar los grises que me dejaban en la nada. Blanco o negro; todo o nada.

Cuando toqué a su puerta, he de ser sincero, no esperaba otra cosa que no fuese un arreglo amistoso o una ruptura definitiva de los colegas que alguna vez fuimos. Incluso si él no me lo cree, o si lo que dije o hice no tuviese que ver en lo absoluto con mi plan trazado antes de caer dormido la noche anterior.

Esperé un buen rato bajo el sol hasta que abriste, pasaba del mediodía, pero tu cabello revuelto me dejó saber que te había despertado. No te molestaste por mi interrupción de tu sueño, más bien creo haberte visto sorprendido y confundido a partes iguales con mi presencia.

―El ensayo es a las cuatro. ―No hubo hola, no hubo nada, solo un recordatorio de quizá que ese no era mi sitio; no obstante, mi coraza nueva y yo estábamos dispuestos a aguantar unas cuantas pedradas antes de darnos por vencidos.

―Eso ya lo sé. ¿Bryan está ahí adentro?

Por fin hubo un cambio. Su mirada ya no era cansada o sorprendida, sino que brilló recelosa. ¿Por qué me acuerdo de todo esto? La cantidad de veces que he intentado arrancármelo de la piel y la memoria es inhumana, lo peor es que nunca lo consigo. No. Se. Va. No se irá jamás. Incluso mucho después de que yo muera y él también, Jackson existirá por siempre porque lo dejé aquí con la esperanza de deshacerme de él, sin darme cuenta de que todo lo que he conseguido es asentar sus raíces no solo en mi persona, sino en el universo. ¿Es masoquista que eso me alivie? ¿Qué la tortura haga más vivible mi vida?

Al final te quedas | DISPONIBLE GRATISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora