Cocinar la cena de Navidad junto a mi madre era una tradición que ella y yo creamos desde que era pequeño, pero lo suficientemente mayor como para no tenerla mordiéndose las uñas cuando yo estaba cerca del fuego. Me gustaba hacerlo pues me gustaba comer, y era consciente de que en algún momento de la vida tendría que vivir solo y cuando quisiese mi espagueti o mis postres no vendría mamá al rescate a preparármelos.
Aquel año, incluso cuando siempre estaba feliz de poder ayudarla con todos los preparativos, estaba más activo de lo usual. Ella, conociéndome tan bien como solo una madre podría, no tardó en darse cuenta de ello. Me preguntó al respecto y yo le respondí algo así como que la Navidad me ponía de buenas.
―Invité a un amigo a cenar hoy ―comenté como si nada después de un rato mientras la ayudaba a sacar del horno la lasaña. Se quitó los guantes de cocina y se recargó sobre la mesada para que le contara un poco más al respecto―. Es Jackson, ya sabes, de la banda.
―¿Y esa sorpresa? Nunca invitas a nadie a casa.
―Su familia no es de aquí, y no quería que estuviera solo.
Eso pareció explicarlo todo, no me hizo muchas más preguntas al respecto. De hecho, me mencionó lo feliz que estaba de poder conocer a mis amigos, desde que había salido de la secundaria no le presentaba a nadie nuevo y lo tomó como un gran asunto.
Después de conocer a Jackson por cuatro meses, apenas comenzaba a lidiar con el sentimiento que me revolvía un poco el estómago cuando lo veía después de un día de descanso, no obstante, continuaba sin darle un nombre. Sabía que no se trataba de una amistad común, puesto que no experimentaba lo mismo que al ver a Sam o a Bryan, ni siquiera a Adam, a quien conocía de toda la vida. Fue conflictivo conmigo mismo cuando me di cuenta de que, de hecho, se sentía como el día en que me besé por primera vez con una chica a los catorce.
¿Deseaba besarlo? Era una pregunta recurrente por las noches antes de dormir. Mi primera respuesta era no, aunque si me mantenía despierto por el tiempo adecuado siempre terminaba por cambiar a un «pues tal vez sí». Y ese 'tal vez' era suficiente para hacerme sentir culpable, puesto que admitir que muy en lo profundo deseaba saber cómo sería tener sus labios sobre los míos, era aceptar también que me gustaba. A los hombres no debían gustarles otros hombres, escuché a mi padre decir eso alguna vez en la mesa cuando de pura casualidad el tema llegó años atrás. Mi madre tampoco estaba muy de acuerdo.
Sabiendo eso, trataba de convencerme de que no quería besarte y mucho menos me gustabas. Aun así, cuando cayó la noche yo estaba ahí, sentado frente a Min, platicando con Adam acerca de su estadía en la residencia de la universidad. El lugar a mi derecha estaba desocupado y me sentía tan nervioso como cuando les dije a mis padres que dejaba la carrera de medicina.
Recuerdo la hora porque era incapaz de dejar de mirar el reloj; eran las nueve quince y yo comenzaba ya a maquinar la loca idea de que habías decido no aparecerte por aquí, que al final fuiste seducido por la idea de salir de fiesta, pero en ese momento sonó el timbre. Tuve que disimular mi emoción al comentar que yo abría, mientras todos continuaban con sus pláticas. Fui hasta la puerta y respiré un poco antes de recibirte.
El Jackson que me encontré esa noche frente a mi umbral no era el mismo con el que pasaba casi todos los días. Lo primero que noté fue que iba bien arreglado, más que bien, usaba un saco. Además se afeitó la insipiente barba que llevaba siempre consigo. Lucia como la clase de amigo de los que mis padres no se preocuparían jamás. No te lo cuento a ti, ya que estoy bastante seguro de que tú sabes lo increíble que te veías.
Lo primero que pensé fue «pues tal vez sí».
Le hice un cumplido que, aunque recuerdo, no mencionaré aquí porque todavía me queda un poco de vergüenza. Basta y sobra con decir que lo tomó a bien y me lo devolvió. Llevaba consigo una botella de vino y me preguntó si estaba bien, yo le dije que sí, puesto que no debía llevar nada en un principio.
Lo presenté con mi familia y amigos, quienes lo adoptaron de buena manera. Charló mucho con George, el único en la reunión además de mí a quien conocía. Debo decir que fue una de las mejores Navidades de mi vida hasta aquel momento, pero el momento más marcado fue después de la cena.
Era tarde en la madrugada y los demás ya se habían marchado, él tenía la intención de hacerlo también hasta que mi madre le pidió que se quedara, pues era demasiado tarde para que se fuese a pie. No hizo falta insistirle demasiado, pocos minutos después ya estaba en mi cuarto, recostado en mi cama. Yo traté de ver el asunto como algo normal y me acosté a su lado, lo hice antes con Adam, por lo que después de todo no podía ser tan extraño.
Estuvimos en silencio durante un largo rato mirando al techo. Con cada minuto que pasaba yo notaba más y más cómo se formaba un nudo dentro de mi garganta.
―Tu familia me agrada. ―Me dijiste casi en un susurro antes de voltear a verme. Sentí tu mirada encima de mí, pero yo continué observando hacia el frente, pues si me atrevía a encararte, probablemente te habría robado un beso. No debía robarte un beso―. No esperaba que Min fuera china.
Me reí al escucharte. Ahora desearía haber volteado, pues si pudiese añadir un recuerdo a mi memoria, sería tu rostro en la oscuridad ese veinticinco de diciembre.
―¿No te sonaba de nada el apellido Yu? ―inquirí antes de negar―. Igual Min no es china, es americana y sus padres también. Sus abuelos eran los chinos.
De nuevo silencio durante un largo rato. La calefacción estaba encendida, pero casi todo el calor manaba de ti, como una energía magnética que me rogaba «por favor, por favor date la vuelta y mírame». Pero no podía hacerlo sin antes estar seguro de que tú sabrías qué hacer cuando estuvieses viéndome a los ojos, que contrario a tu presencia no gritaban «mírame», sino «por favor, por favor, bésame o dame un puñetazo, pero necesito contacto».
―Gracias. ―El sonido de tu voz en mi oído, como si estuvieses dentro de mi cabeza. Los escalofríos en mis brazos. Todo es tan vívido para mí.
―¿Por qué? ―Mis palabras se tropezaron, pues estaba aún pensando en el puñetazo.
―No sé, por hacerme sentir en casa.
―Siempre que quieras, Jackson.
Si alguna vez sientes que no hay lugar para ti en el mundo, no importa si has leído esto, si es mañana o en diez años, o si estoy nublado y tú también; mientras estemos vivos la promesa seguirá en pie. Las preocupaciones de lo que pueda suceder al día siguiente las cargas a mi cuenta, no sé si sabré lidiar con ellas, pero que jamás se diga que no soy un hombre de palabra.
Siempre que quieras puedes venir y tomarte una noche ―pero solo una― para sentirte en casa conmigo.
¡Hey! Un nuevo miércoles, me moría porque leyeran por fin este capítulo. <3
¿Qué opinan de Jackson? ¿Habrá algo por ahí o es de amigos?
Gracias por leer, recuerden que un voto y un comentario siempre son bien recibidos, hasta el fin de semana. <3
Xx, Anna.
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Al final te quedas | DISPONIBLE GRATIS
RomanceDurante los noventa, Alessio formó parte de la banda de rock más grande del mundo. Una década después, debe desenmarañar lo que lo llevó a abandonarla: una relación secreta con el vocalista. - Cuando Alessio abandonó Waterhunt, el mundo entero quedó...