39

2.6K 492 220
                                    

Fue cerca del cuarto mes de trabajo cuando terminamos de escribir en su totalidad todas las canciones, lo cual resultó curioso, pues muchas de ellas tenían ya gran parte de la melodía preparada. Nos retrasamos bastante por mi culpa, he de admitirlo, pues con aquel álbum fue particularmente detallista. Incluso pese a la insistencia de los chicos en que las letras estaban bien, yo continuaba reescribiendo versos, cambiando algunas cosas, añadiendo otras cuantas. Jackson y yo discutimos mucho por ello en esas semanas de trabajo, pues él sentía que yo lo estaba dejando de lado en el proyecto. No estaba del todo equivocado en eso.

El presente es como estar atrapado dentro de un bosque sin saber nada sobre supervivencia básica; ves los árboles, sin embargo, serías incapaz de distinguir un roble de un abeto. Sabes ubicar el norte en un mapa, no obstante, es imposible hallarlo sin una brújula en tu mano. Entonces andas en círculos durante días sin saberlo, hasta que pareces reconocer un arbusto familiar; y te cansas y recuerdas que alguna vez has leído que lo ideal es seguir el cauce de un río hasta la civilización, pero por tu mala fortuna, el agua no se mueve. Solo está ahí, quieta. No baja, no sube, no sabes qué dirección seguir para salvarte.

El pasado, por otro lado, es como observar el bosque a la distancia; viendo las copas de los árboles, distinguiendo la montaña en el centro; reconociendo el mar donde desemboca el riachuelo que no has sabido seguir cuando estabas ahí. Ver el pasado siempre es más claro, más seguro.

Ver el bosque de mi vida a la distancia me ha permitido ver por qué me costó tanto trabajo avanzar rápido con Royal Red, y también por qué sí, alejé a Jackson del proceso de escritura. He llegado a la conclusión de que, siendo un proyecto tan personal, me daba pánico que él pudiese analizar de más las letras y reconocer en mi caligrafía desenfadada todos los secretos que habitaban en las paredes oscuras y tormentosas dentro de mi cráneo.

Además, como si lo supiese incluso entonces, no quería terminar. No deseaba soltarlo, porque dejarlo ir significaba que pronto estaría entre las manos de cualquiera. Era mío, era yo, era mi alma, ¿cómo entregar un pedazo del ser así de fácil?

Yo creí entonces que las primeras semanas de trabajo fueron un poco solitarias al aislarme en la intimidad de mis pensamientos, pero estaba equivocado. Soledad era aislarme en mis pensamientos y voltear a un lado, buscándote, encontrándome el sofá vacío y el departamento sin ruido alguno, pues te habías molestado luego de que yo insistiese en hacer otra modificación. Cuando estabas molesto te levantabas y te ibas, porque era más sencillo estar lejos de mí cuando ni siquiera yo mismo era capaz de entender qué era lo que sucedía conmigo. Era más fácil volver de madrugada, cuando yo ya estaba rendido sobre la cama, con los ojos abiertos, secos por no parpadear en minutos, con la energía drenada por tanto especular. Sin ganas de pelear, sin ánimos de extender la pena que me aquejaba el pecho cada vez que me observabas con desdén; pero asimismo sin bravura suficiente para sonreír.

Abatido, esa es la palabra. Cuando estaba abatido era dócil; dócil no pensaba, y cuando no se piensa nada duele, los males parecen menos malos.

Esos meses pasaste demasiado tiempo fuera, y yo demasiados días encerrado. Hubo algunas cuantas primaveras, no voy a mentir; a veces había destellos de luz dorada en tus sonrisas y agua clara en tu mirada, en esas noches que me arrastrabas fuera y me obligabas a divertirme. Cuando mi sangre dentro de las venas se convertía en licor y recordaba lo que era que las mejillas me doliesen por tanto sonreír. Ese dolor en la cara era lo más cercano que tenía a estar vivo de nuevo en medio de mis semanas más oscuras; eso y los días en que me exigías parar con el trabajo y te acostabas a mi lado. Cuando por unas horas eras el Jackson de veintisiete, y yo el Alessio de veinte; y me amabas como aquella noche en algún hotel de paso en medio de nuestra primera gira.

Al final te quedas | DISPONIBLE GRATISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora