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Cuando di el que creía sería el punto final, jamás me imaginé que volvería a verme sentado en mi sala de estar para redactar un último fragmento de mi eterna tortura. Mucho menos tan pronto. A decir verdad, no sé por qué no me he supuesto que algo como esto sucedería; no diré que una parte de mí no supo en todo momento que en cuanto decidiese mandar la tortura, sería lo mismo que si hubiese decidido agitar un panal de abejas furiosas. Las picaduras comienzan a llegar, y, a decir verdad, me asombra mucho el poco miedo que tengo al dolor del aguijón o a su veneno.

Cuando tengas esto entre tus manos, dudo que mucho haya cambiado la situación actual, por lo que hablaré de ello un momento, espero que no te moleste.

En un principio mi intención fue enviarte tu copia de la tortura personalmente, por correo hasta la puerta de tu casa. Si has terminado recibiéndola por medio de Sam, es solo porque no tuve las agallas suficientes para pedirle tu dirección y hacerlo por mi cuenta. Probablemente agallas tampoco sea la palabra indicada para lo que intento decir, quizá fue solo mera precaución. A pesar de los once años que nos separan de los jóvenes que fuimos alguna vez, te sigo conociendo tan bien que ya me esperaba tu reacción casi desesperada e insistente.

Sí, Sam me ha contado de todas las veces que le has pedido mi número de teléfono; por favor, no lo tomes personal con él, soy yo quien le ha dicho que se mantenga firme y no ceda. No quiero que lo tengas porque no quiero que me llames, no soportaría escuchar tu voz y no sabía qué decir de llegar a tenerte del otro lado de la línea. Así que al menos debo agradecerte por haber escrito esa carta, comienzas a aprender que mi manera de procesar lo escrito es mucho más efectiva.

No sabes lo mucho que me alivió saber que no estás enfadado conmigo por escribir aquello, leer lo que tenías para decir me ha tranquilizado mucho. Puede ser que por ello la vida me resulte más tranquila desde entonces. Lo que me ha sorprendido, sabes que debo decirlo, es tu confesión de que también te ha quitado un peso de encima de la espalda. Me imagino que después de todos los problemas que has estado teniendo en los últimos meses, los detalles de tu sexualidad son unos que ya no impactan tanto a los medios. Eso me alegra, espero que veas, al igual que lo hice yo hace ya una década, que la luz es mucho más cómoda. No será sencillo, te lo advierto, pero sí que desvanece muchos dolores de espalda.

Me gustaría decir que estoy en la posibilidad de complacer todos esos deseos que has expresado en aquellas líneas, sin embargo, me temo que no es así. Mi respuesta la tendrás, por supuesto, no solo porque la has pedido sino porque es necesaria. Lo demás, aunque me sepa amargo, tendré que negártelo.

No quiero que sepas mi dirección, no voy a dártela. Así como también pretendo reservarme mi número. Asimismo, me temo que tengo que rechazar tu invitación para pasar unos días en California; podría excusarme en el trabajo, porque no te mentiré, es mucho, sin embargo, sabes tan bien como yo que la meca de la producción musical se encuentra de tu lado del Atlántico, por lo que utilizar esa carta solo me pondría la soga en el cuello. Seré sincero contigo porque la verdad, ahora como nunca, siento que puedo decir todo sin temor a nada.

No puedo hacer nada de eso, en especial verme contigo, porque me he dado cuenta con tus palabras de que no has comprendido mi tortura. Al menos no por completo.

Yo te he dicho que deseaba volver a encontrarnos, pero lo deje muy claro: en otra vida. En esta estamos llenos de errores y diferencias que, me temo, no fuimos capaces de superar antes y no sucederá ahora. Tristemente, debo admitir que no creo que lo hagamos ni en otros veinte años tampoco.

Y, aunque estoy tratando de protegerte, debo decir que es lo mejor.

Al menos yo creo que es lo mejor.

«Sería hermoso tener ahora todo lo que no nos permití cuando era más joven y estúpido». Sí, sería hermoso, pero... el tiempo se mueve muy rápido, tú y yo lo sabemos bien. Quizá en otra realidad podríamos darnos el lujo de intentarlo de nuevo, pero en esta sigues siendo muy cercano a la estrella de rock que conocí en las vegas, y yo disto mucho del adolescente encandilado por su primer amor.

Es así que me temo debo llegar a mi última negativa: tampoco pretendo seguir con el contacto. Le pediré a Sam que no me entregue nada más, ojalá lo comprendas. Soy firme ahora, no obstante, ambos sabemos la facilidad con la que mis muelles ceden cuando se encuentran con tu mar, así que decido continuar manteniendo la distancia. He aprendido a amar la tierra firme.

En la estabilidad que he encontrado, el verano es soleado y solo de vez en cuando hay lluvia, te deseo por milésima vez lo mismo. Sigue adelante, encuentra un nuevo amor que te haga feliz. También cuida de tu hijo, sé que se encuentra cerca de la edad que yo tenía cuando tomé una guitarra por primera vez, ha crecido rápido. Enséñale a seguir sus sueños, pero sobre todo a no tropezarse en los mismos baches donde ya hemos caído tú y yo. Sé un buen padre, en este momento precisas eso más que cualquier otra cosa.

Así llega mi despedida, no la primera, pero sí la última.

Me has preguntado si todavía te amo, y si es necesario recalcarlo incluso más después de todo lo que ya he dicho, pues lo haré. Sí, te amo no solo porque alguna vez te haya prometido amarte toda la vida, te amo porque eres mi alma gemela y nunca podré deshacerme de ese sentimiento que no es solo cariño o nostalgia. Pero al igual que en aquella noche del noventa y cinco amarte no fue suficiente para quedarme, esta mañana amarte no es suficiente para volver.

Dentro de Royal Red in Vegas Strip, Free Fall hablaba de escoger a mi alma gemela, que siempre vas a ser tú. Esto, por más que queme en la piel y me revuelva las entrañas, no puede terminar igual. He decidido quedarme con el amor de mi vida, que siempre voy a ser yo.

Así como al final yo he aprendido a vivir sin ti, espero que aceptes sin protestas que al final te quedas sin mí.

Alessio.

Fin

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Al final te quedas | DISPONIBLE GRATISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora