Epilogo

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Lacey.
No quería creer lo que había escuchado, pero negar la realidad era más doloroso que intentar entenderlo. En algún momento sí que pensé que Eric tenía una aventura, y sabía que en la universidad había tenido una vida alocada, pero nunca me habría imaginado que mi hermana, mi sangre, estuviera involucrada en su pasado, y que de el, hubiese nacido su hijo, mi sobrino, a quien amo con toda mi alma.
Debido a eso, no me sentí mal, al ser Rami lo primero en lo que pensé cuando desperté. Quería ir con él, abrazarlo y decirle que lo amaba. Agradecerle porque volvió por mí y me abrió los ojos de una forma impresionante, porque aunque mi hijo fuera también de Eric, no me quedaría a su lado solo por eso.
Cuando estuve consiente, mis padres fueron a quienes mire primero, y en seguida, quise salir corriendo y ver si Rami estaba afuera esperando. Esperándome.
—Hola, cariño—saludó mi madre con una sonrisa, pasando una mano por mi frente.
—Rami—mencioné.
—¿Quién?—me levanté de la camilla ignorándolos y salí del pasillo. Ahí, se encontraban Eric y mi hermana, quienes al verme, se acercaron preocupados.
—Quiero el divorcio—Eric se detuvo en seco al escuchar mi voz fuerte y decidida—Y no me importa si no quieres dármelo, el juez te obligará hacerlo.
—Pero ¿Y nuestro hijo?
—Él no es tu hijo, el de ella si lo es—señalé a mi hermana y me marché con prisa. Corrí por la acera y pedí un taxi.
Llegué a casa y empaque mis cosas lo más rápido posible. Llamé a una abogada y agende una cita para acordar y realizar todo lo necesario para el divorcio. Quería buscar a Rami pero antes tenía que arreglar todo aquí. Contrate a un par de chicas para que atendieran la tienda y pedí ayuda a Steve para sacar mis cosas de la casa que compartía con Eric mientras las dejaría en un departamento.
—¿Qué harás ahora?
—Iré a California—sonreí, al momento que mi teléfono recibía unos mensajes. Tome el aparato y leí.

Hola, Lacey… espero que ya hayas salido del hospital.

Lamento lo que pasó, me siento responsable. Nunca debí buscarte, solo ocasioné problemas.

Ahora entiendo tu decisión, y la respeto.

Te admiro por poner antes la felicidad de tu hijo que la tuya, y realmente espero que seas muy feliz.

Y quizás ya no quieras saber de mí, pero voy a casarme en la playa de Santa Mónica, ¿recuerdas? Cuando bailamos en la arena y dijiste que no bailabas con extraños. Fue de las mejores noches de mi vida, incluida las que tuvimos después.

Terminamos siendo más que extraños.

Te amo, Lacey, y siempre te amaré. Creo que estábamos destinados para amarnos, pero no para estar juntos.

Adiós.

Comencé a llorar de repente. ¿Iba a casarse de verdad? ¡No!, yo tenía que detenerlo, tenía que decirle que lo amaba y que ahora el era mi elección.
—¡Tengo que irme ahora!—grité mirando a Steve.—Es importante, lo siento.
—Tranquila, cuentas conmigo, yo arreglo todo aquí.
—¡Gracias!—lo abracé muy fuerte y luego subí a mi auto derrapando hacia el aeropuerto.
Y es así, como llegué un par de horas después a California. Tome un taxi hacía Santa Mónica, con la esperanza de encontrarlos, aunque no sabía exactamente si era ahora la boda, no tenía a donde más ir.
El conductor paro en el puente, y desde ahí, pude ver a muchas personas en la orilla de la playa, sin duda, parecía una ceremonia de casamiento.
Le aventé los billetes al conductor y salí corriendo. Al entrar en la arena, mis tobillos se doblaron y caí, por lo que tuve que quitarme los tacones que traía y recoger el largo de mi vestido color beige. Corrí  y al llegar al inicio del pasillo por donde había entrado la novia grite.
—¡Yo me opongo!—exclamé, levantado ambos brazos. Todos en el lugar giraron a verme, yo solo centre mi atención en Rami, quien vestía un hermoso esmoquin negro. Su expresión de asombro acompañado de sus grandes ojos, me hicieron sentir algo parecido a la felicidad.
—Lo siento, pero no puedes casarte, Rami—dije adentrándome en el pasillo.—Porque yo también te amo, y me equivoqué. Creí que tomaba la mejor decisión pero en realidad no era feliz, incluso antes de que llegaras  a mi vida.—Rami me miraba con atención pero no se movía.
—Lacey, ¿Qué rayos haces?—reclamó Lucy conteniéndose.
—Lo lamento, Lucy. No quería que nadie saliera lastimado, pero sabes quién es responsable de esto—expliqué.
—Por favor llévensela—pidió a los chicos amigos de Rami. Se miraron entre ellos y al dar un paso, Rami los detuvo.
—No, chicos—pidió y luego miró a Lucy—Lo lamento, Lucy. Si puedo casarme contigo—murmuró—Pero no quiero, no sería justo para ti, porque es cierto. Lo sabías y aun así decidimos arreglarlo. Nuestra relación ya era inestable antes de ellos. Fue inevitable—Lucy dejó ir algunas lágrimas—Amo a Lacey y tienes que entenderlo.—ella se alejó de él.
—¿Entonces esto es culpa mía?—reclamó.
—No, es de todos por haberlo consentido. Pero…
—No digas más. A la mierda—reclamó y se quitó el velo de novia de su cabeza y se marchó deprisa, con mucha gente detrás de ella, los demás, comenzaron a marcharse sin orden.
Yo aún de pie en el mismo lugar, el moreno giró a verme y se acercó.
—Me dejas sin palabras, Lacey, como siempre—dijo.—Pero me alegra que hayas venido.
—Siempre quise saber que se sentía interrumpir una boda—soltó una risita—Vine en cuanto leí tus mensajes y no sabía siquiera si ibas a aceptarme. Me separaré de Eric, de hecho ya saque mis cosas de la casa e inicie el papeleo del divorcio y…--me interrumpió besándome a lo cual yo correspondí encantada.
—¿Cómo no voy  aceptar a la mujer que amo?—preguntó sarcástico.
—Lo pensé por la chico o chica que está en mi estómago ahora mismo—sonrió.
—Hay posibilidades de que sea mío, ¿sabes?
—Demasiadas—me reí.
—Incluso aunque no lo sea, yo amo cada parte de ti, él o ella lo es, así que también lo amaré—sonreí y volvimos a besarnos.
En seguida, fuimos interrumpidos por sus amigos, que llegaron con nosotros saltando y gritando de felicidad. Uno de ellos abrió una botella de champaña y comenzó a mojarnos a todos.

Tres años después.

Estaba rendida, me dolía la espalda y los pies. En cuando caí en el sofá, mis ojos amenazaron con cerrarse y quise dormir un largo rato. El pequeño, era una verdadera máquina de energía, ya a sus dos años pesaba demasiado como para cargarlo, así que tenía que estar libre por la casa en espacios que no sean peligrosos.
—¡Hola!—escuché una voz a lo lejos. Abrí los ojos encontrándome con Rami, quien pronto cargo al pequeño Sam en sus brazos.—Diablos, chico ¿Qué te dan de comer? Pesas como una pequeña vaquita—el niño río inocentemente. Me levanté del sofá y caminé hacía ellos.
—¿Quién es esta linda señorita?—preguntó y nos saludamos con un beso.
—Feliz cumpleaños, cariño—le dije.
—Lo recordaste—sonrío—Los chicos quieren salir a cenar esta noche, pero no les confirme aunque mi madre puede cuidar a Sam, sé que preferirías quedarte con él.
—Es tu cumpleaños, haremos lo que quieras.
—Prefiero quedarme en la habitación contigo—susurró y me beso.
—Te tengo una sorpresa—dije y tome un sobre de la mesilla de la sala y se lo extendí. Tome a Sam en mis brazos, para que pudiera leer el papel. Lo observe mientras lo abría y leía las palabras con atención.
—Sé que no te importaba mucho saberlo o no, pero me pareció que si era cierto tenías que saberlo—comenté.
—No puede ser—masculló anonadado y levanto su mirada hacia nosotros—Sí es mi hijo—espetó sin podérselo creer—¡Soy su padre de verdad! ¡Lo soy, lo soy!—aventó el papel y volvió a abrazar al pequeño, luego, me abrazo y me besó.
—Gracias, cariño. Todo lo que me das siempre es un regalo.
—Te amo.
—Y yo a ti—volvimos a besarnos.—Oh casi lo olvido, hay otro regalo—tome otro sobre y se lo extendí.
—No me digas que…--lo supuso antes de abrirlo y leerlo.
—Sam tendrá un hermanito.
—¡Wow! ¿Escuchaste eso campeón? Tendrás a alguien para hacer travesuras, ¡es genial!—sonreí, y mientras los miraba, supe que nunca había sido tan feliz en mi vida.

Quien iba a creer, que pasaría de bailar con un extraño una sola noche, a enamorarme de él, como nunca jamás ame a nadie. Así que al final, si estábamos destinados.

FIN

Bailando con un extraño 《Rami Malek》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora