❤Mini-maratón 1/2❤
Caleb
Sabía que estaba metido en un buen problema incluso antes de ir a ver a su jefe.
Nadie hubiera sospechado de esa vieja fábrica de no haber sido por los dos hombres que aguardaban junto al camino a la parte trasera del edificio. Ni siquiera se molestaron en hacer un gesto cuando Caleb pasó entre ellos y aparcó el coche junto a los vehículos de lujo que había ahí atrás.
Se metió las llaves en el bolsillo por el camino, empujando la puerta trasera del edificio con el hombro. Otro hombre lo miró, pero también lo dejó pasar. Lo mismo sucedió cuando cruzó el pasillo y subió las escaleras hacia el primer piso. Un último hombre estaba apoyado junto a una de las múltiples puertas de ese pasillo, fumando un cigarrillo. Lo saludó con la cabeza al pasar.
Caleb entró en una antigua sala común de empleados que había sido reconvertida en despacho. El contraste del interior del edificio con el exterior era abismal. Por fuera, solo era una fábrica abandonada a las afueras de la ciudad a la que nadie prestaba atención. Por dentro, los cuadros caros, los muebles de lujo y el olor a puro lo inundaba todo. Especialmente en el despacho que acababa de entrar; el de Sawyer, su jefe.
Sawyer era de origen ruso, pero realmente había pasado toda su vida allí, así que Caleb nunca había entendido muy bien por qué tenía el acento tan marcado. Quizá lo fingía para parecer más interesante. Como si el traje caro y el pelo engominado no ayudara a parecerlo. Además, pese a que ya había cumplido los cuarenta años —o eso creía Caleb, al menos—, parecía bastante más joven.
Sawyer estaba de pie junto a la ventana del final del despacho. Tenía una mano en el bolsillo y un hombro apoyado en la ventana mientras fumaba un puro. Caleb detestaba el olor a puro y él lo sabía. Solo los fumaba cuando estaba cabreado con él. Era una buena manera —y silenciosa— de vengarse.
No necesitó decir nada para que Caleb se acercara a la ventana en silencio. Era mejor dejar que Sawyer dijera lo que tenía que decir.
Y eso hizo, precisamente.
—Axel me ha dicho que hubo un problema en el último trabajo —comentó sin mirarlo.
Y... estaba muy enfadado. La tensión en su tono de voz era evidente.
—Nada grave —aseguró Caleb.
—¿Y eso qué quiere decir?
—Que nos ocupamos del objetivo principal.
—¿Os ocupasteis? —repitió, girándose hacia él—. ¿Os vieron?
Caleb no le devolvió la mirada, pero supo que estaba empezando a cabrearse y probablemente cambiaría al otro idioma. Se expresaba mejor en ese a la hora de soltar palabrotas.
—¿Os vieron? —insistió Sawyer, precisamente, en el otro idioma.
—Sí —Caleb también cambió de idioma.
—¿Y se puede saber qué hiciste al respecto? Porque por lo que sé no hiciste demasiado.
—¿Qué pasa? ¿Ha venido Axel a llorar porque lo apunté con la pistola o qué?
—¿Apuntaste con una pistola a tu compañero? —repitió él, con una vena del cuello palpitándole.
—No le hice nada.