Caleb
Durante un momento, se quedaron los dos fuera, él y Brendan, mirando la calle con impotencia.
—Pues era mi único plan —murmuró Brendan con una mueca—, y no ha salido muy bien.
—Estás cogiendo una gran costumbre de expresar cosas obvias.
—Bueno, al menos yo no me quedo en silencio tenebroso como tú.
Caleb le puso mala cara, y Brendan le puso exactamente la misma.
Era casi como mirarse en un espejo.
Caleb volvió a darse la vuelta hacia delante, frustrado. Conocía a Victoria. Algo iba mal. Y no sabía muy bien qué era. No estaba en su casa, ni en su guarida de gnomo, ni en el bar... no estaba en ninguna parte. ¿Dónde podía buscarla? Se estaba desesperando, y empezaba a quedarse sin ideas.
Bueno, solo tenía una. Y era la peor.
¿Y si Sawyer había sido más rápido que él? ¿Y si ya los había encontrado?
No dejaba de poner una mano sobre el móvil, en su bolsillo, temiendo el momento en que empezara a sonar y fueran Sawyer o Axel diciéndole que tenían a Victoria y al niño. Le entraban ganas de vomitar solo con pesarlo.
Porque conocía a Sawyer, y sabía qué expresiones ponía cuando se enfadaba. O las cosas que hacía. Y sabía que Caleb le mentía. De alguna forma, lo sabía.
No, no podía irse de ahí con las manos vacías.
Se dio la vuelta, para la sorpresa de Brendan, y volvió a subir los escalones de la entrada para aporrear la puerta.
—¿Qué...? —empezó Brendan, pero se calló cuando Caleb volvió a aporrear la puerta.
Escuchó la respiración de Tilda al otro lado de la puerta, pero no le abrió.
—Te estoy oyendo —le advirtió, irritado—. Abre la puerta.
—No pienso hacerlo —replicó Tilda, también irritada—. Habéis conseguido que mi hermana se altere, y no pienso permit...
—Tienes dos opciones: o abres la puerta, o la abro yo. Elige la que quieras, pero te aseguro que voy a entrar en menos de diez segundos.
Esa vez, solo hubo unos instantes de titubeo antes de que Tilda abriera y se asomara por una rendija. Su cara era de irritación, pero Caleb podía oír el repiqueteo de su corazón. Estaba asustada.
—¿Qué quieres? —preguntó con desconfianza.
—Quiero encontrar a la chica.
—No voy a...
—Sí, sí vas a hacerlo.
Sabía qué cara poner para asustar a la gente y, pese a que normalmente no le gustaba hacerlo, estaba dispuesto a ello con tal de saber si Victoria y el niño estaban bien.
Y funcionó, porque Tilda tragó saliva e intentó hacerse la valiente.
—Te doy cinco minutos —advirtió, y abrió la puerta de nuevo.
Victoria
—¿Y bien? —el hombre seguía mirándola—. ¿Puedo ayudarte en algo? ¿Te has perdido?
Victoria sintió que su cuerpo entero quedaba paralizado, pero se obligó a sí misma a reaccionar cuando Kyran tiró ligeramente de su mano.
—No —dijo torpemente. Estaba tan nerviosa que no sabía ni qué excusa inventarse. Le temblaba la voz—. Es... ¿usted es el señor Wharton?