Victoria
Durante un instante, nadie se movió. Ella sintió que las manos de Caleb, que la sujetaban por los brazos, se tensaban bruscamente cuando él giró la cabeza hacia el camino.
De hecho, todo el mundo pareció mirarlo a él, como si esperaran a que Caleb dijera algo. O, más bien, como si todos esperaran que él supiera qué hacer.
Él parpadeó, pareció que intentaba centrarse y dirigió una corta mirada a Victoria antes de girarse hacia Iver bruscamente.
—Tenemos dos minutos. Iver, esconde el coche en el patio trasero. Bex, mete cualquier cosa que no sea de nosotros tres en la cocina.
Ellos lo hicieron sin siquiera dudar, y Victoria parpadeó cuando se movieron tan rápidos que apenas pudo verlos. Caleb, sin decir una palabra, movió una mano a su muñeca y se giró hacia Brendan.
—Sube a mi habitación con el niño y el gato.
—¿En serio? ¿Me toca hacer de niñera?
—Haz lo que te he dicho y deja de quejarte de una jodida vez, Brendan.
Incluso Victoria dio un respingo. Brendan apretó un poco los labios, pero se agachó para recoger al niño con un brazo, que soltó un ruidito de protesta, e hizo lo mismo con Bigotitos, que empezó a morderle el brazo. De todos modos, subió las escaleras con ellos a una velocidad alarmante.
—¿Por qué no les has dicho que se marcharan? —preguntó Victoria, confusa.
—Porque detrás de la casa solo hay una pequeña parcela de bosque, después llegarían a un lago. Conozco a Sawyer, va a mandar a alguien para que vigile que nadie escape por ahí. Y, aunque hagan ruido, con dos pisos de diferencia es imposible que os oigan.
—¿Y... qué hay de mí?
Caleb se detuvo con ella en la cocina. Iver acababa de dejar el coche atrás y había entrado por la otra entrada, mientras que Bexley dejó los pocos juguetes de Bigotitos y Kyran detrás de una de las encimeras, escondidos.
Sin decir una palabra, Caleb levantó la mano y le pasó el pulgar por el labio inferior. Victoria abrió mucho los ojos cuando los suyos se volvieron de un tono todavía más oscuro por un momento. Casi ni había asumido que la había curado cuando dio un paso atrás, respirando hondo.
—Sube con ellos, Victoria.
—Pero...
—La herida no va a sangrar más. Sube con ellos. Y no hagas ruido.
Ella estuvo unos instantes en silencio, tensa, hasta que se acordó del detalle de que iban a contrarreloj. Se quedó mirando a Caleb un segundo más antes de asentir.
—Ten cuidado —murmuró, y se apresuró a subir las escaleras.
Caleb
En cuanto escuchó los pasos de Victoria entrando en su habitación, soltó un suspiro de alivio. Aunque no podía permitirse el lujo de estar quieto mucho tiempo. Bexley e Iver ya se habían colocado en el salón, fingiendo que estaban haciendo cosas que harían en su día a día. Caleb respiró hondo y se acercó a la puerta casi al instante en que escuchaba los pasos de cuatro personas subiendo los escalones de la entrada.
Cuando llamaron al timbre, miró de reojo a Bexley e Iver. Bexley fingía que leía un libro e Iver que miraba el móvil. Caleb tragó saliva y se giró para abrir la puerta.
Sawyer estaba de pie al otro lado, mucho más arreglado que de costumbre. Llevaba una camisa de seda blanca, unos pantalones azul oscuro y unos zapatos brillantes. Y se había engominado el pelo. No se parecía en nada a cómo estaba las últimas veces que lo había visto, en las que parecía agobiado, estresado y no se atrevía a salir de la fábrica.