Capítulo 8

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Mini-maratón 2/2 :D


Victoria

Se despertó en mitad de la noche. Tenía una capa de sudor frío cubriéndole todo el cuerpo y las mejillas húmedas. Siempre que se despertaba así, era porque había tenido una pesadilla. Una que conocía muy bien.

Pero... no recordaba estar soñando con una pesadilla. De hecho, lo único que recordaba era... la voz de Caleb.

Miró a su alrededor instintivamente, pero sin saber cómo ya supo que él no estaba ahí. Se había marchado. 

Apretó un poco los labios antes de salir de la cama. Necesitaba darse una ducha urgentemente.

Y, sin poder evitarlo, se preguntó cómo estaría Caleb.


Caleb

No podía dormirse. Siguió junto al ventanal de su habitación, con el aire frío en la cara, mirando todo el terreno de su vieja casa familiar. Era tan grande y estaba tan oscuro que ni siquiera podía ver el otro extremo.

Recordaba haber adorado tener todo ese espacio cuando era pequeño, pero ahora le parecía innecesario. Nadie necesitaba tanto espacio. Ni siquiera ellos.

Sintió una gota de agua en el brazo y apretó los labios. Iba a empezar a llover en cualquier momento. Tenía que irse de ahí.

Mientras volvía a la ventana, se preguntó cómo estaría Victoria.


Victoria

 Tenía un mal presentimiento y no sabía explicarlo demasiado bien. 

Salió de la ducha envuelta en una toalla de florecitas moradas y se miró en el espejo. ¿Por qué le daba la sensación de que tenía las mejillas más hundidas cada vez que lo hacía? Se puso una mueca a sí misma y empezó a secarse el pelo con otra toalla.

Bigotitos fue corriendo hacia ella cuando un fuerte trueno hizo que reverberara ligeramente la casa.


Caleb

Un trueno hizo que le reverberaran los tímpanos. A Caleb no le gustaban los sonidos fuertes precisamente por motivos como esos. 

Apretó los labios cerrando las ventanas detrás de él y pensó en ir a la cama, pero la verdad es que sabía que no se dormiría. No estaba lo suficientemente relajado o cansado.

Y no podía dejar de pensar en que tenía un mal presentimiento.


Victoria

Mierda, se había quedado sin pijamas.

Eso le pasaba por usar uno diferente cada noche y luego tener que esperar a lavarlos todos a la vez para ahorrar agua.

La dura vida del pobre.

Al final, no le quedó más remedio que ponerse una camiseta un poco ancha y los únicos pantalones de deporte que tenía. No es que fuera el pijama ideal, pero algo era algo.

Otro trueno hizo que Bigotitos maullara, asustado. No le gustaban las tormentas. Ella lo recogió el brazos y dejó que se escondiera en su cuello, acariciándole la espalda y la cabecita suave.

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