Capítulo VI

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Un viaje al pasado

Zirmer miraba de reojo a su hijo mientras hacía sus cálculos sobre los tanques rhino que le habían encargado perfeccionar. El niño estaba sentado en una silla demasiado grande para él,sus piernas se columpiaban sin parar mientras que todo su cuerpo estaba inclinado hacia los planos que su padre miraba y realizaba notas, se veía tentado un par de veces a decirle algo a su papá como que jugaran a tirarse la pelota o jugar a las cartas imperiales, en las que siempre ganaba, para conversar un rato y ver la sonrisa hipnótica de su padre.
Zirmer finalmente ya no aguantó más la risa y con una mirada divertida le dijo a su hijo:
"¿Espera un poco quieres? ¡Ya casi termino! Unos minutos más y podrás molestar todo lo que quieras a tu viejo padre"
"¡¡¡Pero papá esto es aburrido!!! ¿Porque no ponen un modelo 547 en lugar de ese pesado 875? ¡¡¡El que yo dije sería mucho más fácil de maniobrar y los golpes al casco no serían tan graves!!! ¿Te dieron esto solo para que no pudieras estar tanto tiempo conmigo?" - El niño dijo aburrido señalando con su blanda y tierna mano a los planos que su papá estaba viendo.
Al escuchar esto el adepto dio un respingo, no se esperaba un comentario tan técnico para la corta edad que tenia el infante y mucho menos el comentario crítico a lo que un artesano anterior a él había planificado. Sin embargo Zirmer no quería mostrar ninguna falla ni duda a sus superiores que estaban a punto de transformarlo totalmente a un ciber-herrero por lo que decidió mostrarse airado en contra de su hijo:
"¡Que sabes tú sobre esto, niño! Como es posible que después de todo lo que te he mostrado y teniendo en cuenta como nuestro Omnissiah todopoderoso dispone de las cosas para nosotros sus humildes servidores. ¡Es inaceptable! ¡Mi propia sangre a la que amo infinitamente levantando la voz en contra de los planes de un superior! ¡No hay más juegos para ti hoy! Encierrate en tu habitación y no salgas hasta que hayas recitado cinco oraciones al Omnissiah por tu ofensa jovencito."

Zirmer inspiró hondo, no podía creer lo enfadado que se había puesto súbitamente ante su hijo, ni tampoco era su intención darle un castigo tan grande pero era lo necesario se dijo a sí mismo. Era necesario para darle un futuro brillante en el adeptus Mechanicus a su amado, después de todo Zirmer estaba haciendo todo esto por él y claro está, para subir rangos.

Después de cinco minutos de descanso que se dio para calmarse volvió a revisar los planos y mando a llamar a un servidor para que le mandara un corto mensaje a el Mecasabio que le había encargado los planos: "Mis más sinceros saludos oh maestro,siento importunarle en sus tareas para con el Omnissiah pero, y si me puede perdonar el atrevimiento, ¿no sería mejor que cambiaríamos el pesado modelo 875 por uno más liviano y resistente como por ejemplo 547? Mis más sentidas disculpas si mi inoportuno comentario lo ha ofendido señor, haré el rhino como usted me pida". Ni cinco minutos después de que el mensaje hubiera sido mandado el Mecasabio Ztir II hizo presencia en la pequeña casa de el aspirante a ciber-herrero sobresaltado a este último y haciendo que hiciera una reverencia hacia Ztir tan larga como su cuerpo en proceso de convertirse a máquina se lo permitiera.
El Mecasabio le felicitó en su dialecto numeral a Zirmer por su ingenio y atento ojo a lo robótico y que sus mejoras serían más que solo arreglos para el espíritu máquina de las próximas líneas de rhino que se hicieran en el mundo forja. Y después de darle su bendición junto con promesas que sus días de gloria y total devoción al Dios Máquina no estaban lejos, se marchó.

Zirmer quedó totalmente atónito y con mano temblorosa buscó los cuadernos donde su primogénito solía dibujar en su tiempo libre. Y página tras página, cuaderno tras cuaderno salían detalladas partes, planos, errores y más de todo lo que su cabecita podía retener. Este era el fruto del trabajo de su padre a su máxima expresión que podría convertir a Zirmer en un poder mucho más alto del que se había imaginado....en un señor de la forja de su planeta. Él se pasó todo el resto del día mirando a los dibujos infantiles pero técnicos de su hijo y deseando con todas sus fuerzas haber podido llorar de alegría.

Rechaza las falsas verdadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora