Capítulo XX

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"Zirmer estaba en una camilla siendo bendecido por el mecasabio al entregarle la última pieza que lo convertiría en un miembro con una devoción total al Omnissiah. Lentamente las agujas fueron bajando al rostro de Zirmer, orgulloso se entregó al dolor temporal que sufría su carne, no era nada comparado con la emoción que su espíritu sentía. Desde el salón se escuchaba la carne siendo perforada y arrancada de una manera bastante despectiva. El hijo del ciber herrero se paró decidido, agarró sus cosas y el permiso que le había robado a su padre y cruzó la puerta. Sintió el aire intoxicado por químicos de su planeta y se prometió nunca más volver; al llegar al transporte intergaláctico le dio sus permisos a un guardia que desinteresadamente los vió y lo dejó pasar sin ningún problema. Su cara por primera vez se iluminó con una excitación inmensurable al imaginarse como seria el planeta al que lo llevarían a convertirse en uno de esas personas gigantes que había visto en los poster y en los afiches publicitarios. Saboreó las palabras 'Adeptus Astartes' y el futuro que se le venía encima.
Unas horas más tardes el antes Zirmer miraba desde la puerta metálica de su casa a las naves con neófitos que partían a otros planetas, la sorpresa de no encontrarse a su amada carne en su estancia para atestiguar el regalo del Omnissiah lo hubiera entristecido si tuviera corazón, hubiera corrido a las naves para detenerlas si tuviera piernas y hubiera sentido tristeza si hubiera tenido cerebro. Una garra metálica le tocó lo que era su hombro y lo invitó a presentarse al Señor de la Forja, al que él en muy poco tiempo suplantaria. Si, claro, hubieran podido medir el tiempo."

Remo se situó en la habitación de monitoreo de la cámara de pruebas que se encontraba un piso más abajo y la miró a través de el cristal. El hermano Muner les estaba explicando en esos momentos en que consistía la prueba final para ser exterminadores y les pasó las antiguas vendas encomendadas para esa tradición hace tanto tiempo.

"¿Se acuerda, hermano Helsim, cuando usted se las puso en su rostro?"
"Como no recordarlo señor. Según me acuerdo fuimos los primeros en ponérselas...en ese tiempo la seda aún era lisa y nueva. Ahora es-"
"Casi una reliquia"
"La palabra que buscaba era 'desgastada' pero lo que dijo también sirve"
"Espero que sea así de delicado con su puntería"
"Mi comandante, con todo respeto soy uno de los más prolijos a la hora de apuntar"
"Aún recuerdo su comportamiento en el space hulk de el sector anonymens"
"¿Quería que no mostrara incomodidad ante unos tiranidos gigantes?"
"¿Nunca asistió a mis demostraciones de temple?"
"¿Las hizo?"
"No responderé a eso ya que claramente no tiene ni idea de lo que estoy hablando. Ahora silencio, la prueba va a empezar"
"No olvidará esta conversa-"
"No, lo reprendere con unas buenas lecciones luego"
"¿Podría pedir que no lo haga con la hacha?"
"Dije silencio"
"Si comandante"

Adrael sintió la áspera seda en sus ojos, al no poder ver durante toda la prueba tenía que confiar en sus oídos y en su espada, la cual tenía que fundirse con sus manos y actuar como si fuera parte de él. La jaula se abrió y lo empujaron hacia el laberinto cerrando la puerta detrás de él, escuchaba a cada paso a las bestias a las que tenía que enfrentarse y a los horrores probablemente cósmicos que tenia que matar con las vendas en su rostro en todo momento hasta que los altavoces de la habitación dijeran que era suficiente y lo dejaran ir.
El consuelo de estar con Rate haciendo la prueba era por lo menos algo en lo que podía refugiar todas sus dudas al saber que se podrían cubrir las espaldas si lo necesitaban. Las palabras que contaban el origen de la prueba aún retumbaban en su cabeza, como si fueran proezas imposibles de un tiempo en que todos dentro del capítulo trataban de destacar, y los primeros exterminadores fueron los primeros en llenarse de laureles mientras humildemente se retiraban a sus reclusiam.

La "leyenda" se remontaba a una de las primeras misiones de los exterminadores. Habían sido encargados con la tarea de suprimir un culto al caos en un planeta conocido como Kamreshis, en el último puesto de adoración a slaneesh, sin embargo, se encontraron con que todas las salas estaban llenas de tentaciones que seguramente los corromperia y les dificultaría mantener sus votos de pureza. Lo que decidió el capitán de la escuadra, en ese tiempo el humilde Kramentil, fue pasarle telas a sus compañeros para que se cubrieran los ojos para evitar cualquier tentación visual que pudieran encontrar dentro de el escondite de los herejes. Así fue como solo armados con pistolas bolters pudieron suprimir el culto a el dios del caos de una vez por todas manteniéndose siempre en una línea para evitar el fuego enemigo. Una escuadra de exploradores más tarde recibió la señal de auxilio de la 1.ª compañía a la entrada de ese lugar pecaminoso, los encontraron pues con las vendas aún en sus ojos y con salpicaduras de sangre en sus rostros.

Tras varias horas de arduo combate con xenos los dos primaris se encontraban exhaustos y sentían que no podían más. Sin embargo aún no había ningún anuncio que les avisaran que la prueba había terminado, así que seguían luchando ahora alimentados por sus propios ánimos y el honor que sería formar parte de la compañía por la que se habían esforzado tanto en alcanzar. El solo movimiento de levantar las espadas y las pistolas ya eran tareas casi imposibles para ellos, el sudor les empapaba toda la armadura y ni siquiera podían ver hacia donde iban si no era con la ayuda de el sonido de los golpes lo que significaba que la única forma de descansar sería el final de la prueba. Hubo un momento en que sacaban las últimas fuerzas a puros gritos de furia, no tenían ningún otro objetivo que entrar a ese selecto grupo de hermanos y sus voces ya se iban desvaneciendo por toda la fuerza empleada. Se tambaleaban por todo el cansancio acumulado por horas eternas sin ningún indicio de cuanto tiempo había pasado.
Remo y el resto de los Caballeros de los exterminadores seguían mirándolos sin ninguna expresión en sus rostros, el dolor de sus futuros compañeros no le resultaba placentero a ninguno pero debían mantenerse firmes hasta que su Señor les dijera cuando parar la prueba. Cuando ya claramente se veía que los primaris vomitaban del esfuerzo y que sus piernas temblaban a más no poder, Remo solo hizo el ademán de tomar su espada y al instante tres Caballeros bajaron a la sala de pruebas y abrieron la compuerta, se internaron y mientras dos de ellos se encargaban de sacarle las vendas a los nuevos iniciados, uno se encargaba de matar al resto de xenos que aún seguían en la habitación. No se demoró más de 5 segundos en matar a los restantes con una precisión envidiables para el resto de el capitulo y se marchó siguiéndole los pasos a su Señor, a lo cual el segundo Caballero también apresuró el paso para alcanzarlos sin decir palabra.

Rate sintió como si le estuvieran quitando la piel de el rostro cuando le retiraron las vendas aseguradas con fuego en las esquinas para que el usuario no pudiera removerla sin ayuda de terceros, sus ojos tardaron unos momentos en ajustarse de nuevo a la luz que pensó lo iría a dejar ciego. Una figura estaba detrás suyo dando gritos de júbilo mientras se desplomaba en el piso casi llorando de alegría y un Caballero estaba delante suyo con las vendas ya retiradas y con dos charcos de sangre donde habían hecho contacto con sus ojos. Las primeras palabras que escucho no se le irían de la cabeza hasta su muerte "Bienvenido a la compañía hermano Rate".
Luego de comprobar el estado de los dos nuevos hermanos, Jonadab se levantó y con su sonrisa abandonó la instancia para alcanzar a los otros dos Caballeros. Rate y Adrael se fundieron en un abrazo en el cual las palabras sobrarían. Y apoyándose uno del otro y en la pared se fueron contentos a las nuevas habitaciones que les habían arreglado.
Todo su sufrimiento valió la pena

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